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El hacktivismo es el uso no violento de herramientas tecnológicas legales, o ilegales, con el fin de difundir un mensaje político. En otras palabras, se trata de una nueva modalidad de acción política.

Hay quienes consideran que el hacktivismo al igual que otras formas de expresión debería tener algún tipo de regulación, pero se reconoce pacíficamente que existen múltiples obstáculos cuando se desea definir qué actividades cibernéticas deben estar permitidas y cuáles no.

Además, el hacktivismo viene colaborado decididamente con la difusión de demandas sociales especialmente en realidades donde las libertades políticas se encuentran fuertemente restringidas.

De todos los grupos de hacktivistas globales, el más famoso es sin duda el de “Anonymous” –“Anónimo”–, un grupo extenso, autocoordinado y sin liderazgo identificable. Anonymous busca defender básicamente la Libertad –con L mayúscula– del ciberespacio y todas las libertades que ahí se potencian (libertad de expresión, la protección de los derechos humanos y la libertad de información, la neutralidad de la red).

En ese esfuerzo, estos hacktivistas han tenido incursiones relevantes en el mundo y la defensa de la democracia. Y eso también incluye al Perú y los sucesos entorno a las marchas del #14N.

Esta columna se llama “Hacker Cívico” porque pretende acercarse al ideal libertario de los promotores de un nuevo orden sostenido en las potencialidades tecnológicas de la digitalización.

Dicho esto, el rol del hacktivismo será siempre el de un cuestionamiento crítico y rara vez de alineamiento complaciente. Alinearse al orden establecido –como dirían los “Anonymous”– implicaría “parar un Tsunami con una tabla de surf”.