No hay derecho(s)

Óscar y Fidel son una familia aunque Manuel Miranda, Ernesto Blume, José Luis Sardón y Augusto Ferrero, los cuatro magistrados del Tribunal Constitucional que votaron en contra de inscribir su matrimonio, se nieguen a aceptarlo. Su dignidad, como la de los 1,7 millones de peruanos LGTBIQ+, merece ser reconocida y no violentada.

¿De qué forma? Si hablamos de este caso, a través del otorgamiento de facultades que las personas heterosexuales ya tenemos: el poder casarnos y que la unión civil sea reconocida en el Reniec.

Que un peruano deba llevar un proceso judicial por años para que su matrimonio sea registrado solo por el hecho de ser homosexual no solo nos dice que vivimos en una sociedad profundamente homofóbica, sino que esta concepción de odio se extrapoló a las instituciones públicas al grado de que estas tienen el poder de pisotear derechos. Nos dice que en el Perú las personas no valen lo mismo. Negar los derechos de Óscar, de la comunidad LGTBIQ+, es desconocer los lineamientos internacionales en cuestión de derechos humanos a los que el Perú está suscrito; es hacer caso omiso a las demandas sociales de igualdad, es discriminatorio y antidemocrático.

Mientras no todxs podamos vivir y amar en libertad, debemos ser conscientes de que algunxs tenemos privilegios sobre los demás, pero que la lucha debe ser colectiva e incansable; como la de Óscar y Fidel, que continuará en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Habrá que esperar unos años, pero el Estado peruano deberá brindar explicaciones por este atropello.

Tenemos un largo camino: el matrimonio igualitario, el reconocimiento de las familias homoparentales, cupos para personas trans en medios de comunicación e instituciones públicas son deudas para la comunidad LGTBIQ+. Sin estos y más derechos no podemos llamarnos ni aspirar a ser una sociedad igualitaria. Que lo diverso sea la norma, que la dignidad sea de los gays, las lesbianas, los bisexuales, los intersexuales, las personas transgénero. Que sea de todes.