Desde el corazón amazónico

Recordamos Bagua y gritamos. Nuestra voz es fuerte y poderosa. ¿Nos escuchan? ¿Ya nos están mirando? Somos seres humanos que creen y hablan, que saben. Estamos aquí.

Será el ñushí de los árboles quien dirija hoy nuestros pasos. Caminaremos por la trocha y llegaremos hasta donde la Ayaymama llora y esconde la mejor arcilla. Subiremos por la cordillera y cantaremos en Shipibo, Kakataibo y Awajún. Pintaremos la tela en Yánesha y cubriremos el támishi con la sanipanga machacada y el guisador cocido y apretujado. Tal como nos enseñaron nuestras abuelas.

Observaremos el sol con esperanza y saldremos a gritar cuando intenten contaminar nuestros ríos o se atrevan a invadir el territorio que nos pertenece.

Núgkui es la madre o dueña de la greda. A ella, siempre le pediremos permiso. Es muy celosa y respetaremos sus designios. A Núgkui no le gustan las malas vibras, y reacciona en automático.

Replica. Pregunta. Escucha lo que la maestra responde: ¿a dónde me llevan estás líneas? ¿Será que el círculo de vida es un acto que se repite a cada rato? ¿Será que estamos hechos para darnos varias vueltas y encontrarnos en el centro?

Los Awajún creen que cada creación de barro tiene niimé, es decir, un aspecto y un color particular. Para caracterizarla se les pinta o se les pone diseños. Solo así adquiere personalidad y define su función básica en el quehacer cotidiano. Una cerámica sin niimé no tendría razón de ser. ¿Será que entienden nuestra sabiduría? O la ignorarán como siempre.

¿Será que entienden nuestra sabiduría? O la ignorarán como siempre.