EN VIVO | Detienen a hermano y abogado de Dina Boluarte

Buenas y malas noticias

“No se puede hacer planes definitivos desde la incertidumbre. Por muchos meses o años, la distancia social será nuestra nueva normalidad”.

A 35 días de cuarentena, viviendo un toque de queda perpetuo, solo interrumpido para buscar comida, medicinas o un banco, los ánimos comienzan a caer. Sin empleo, con ingresos de beneficencia, sin escuela, con parte de la familia lejos y solo visitada por algún medio electrónico el sacrificio inicial se hace más incierto y tedioso.

No es fácil levantar el ánimo cuando el precario sistema de salud muestra sus pobres remiendos. Aún lejos de los anunciados 504 respiradores disponibles los muertos se acumulan a distancia de las UCI. En la calle, en casa, en el peregrinar por atención, van cayendo a los que el virus ataca sin clemencia. No hay respiradores en todo el Perú, no hay equipos de protección suficiente, no hay oxígeno para todos, no hay camas, no hay noticias de los que están en UCI (obligados a morir y ser cremados en soledad), no hay espacio en la morgue, ni horno de incineración, ni funeraria disponible. Todo está al reventar y todo falta.

Estas bastarían para ser las peores noticias. Pero las hay también buenas.

La tasa de pacientes recuperados es alta (49%), la de fallecidos es baja (2%), el número de pruebas (12,000 diarias) es bajo, pero ha subido y es mayor que en muchos países de la región y el paquete de subsidios es el más ambicioso de la historia del Perú y de la región. La colocación de bonos peruanos por 3,000 millones de dólares ha sido un éxito. La tasa de contagio no baja aun a 8 días, pero los expertos creen que a mediados de mayo todo el esfuerzo habrá valido la pena. Y lo más importante, si no se hubiera parado al país, los muertos hoy serían miles y no cientos. Hay muchas vidas salvadas. Nunca se sabrá cuántas, pero eso es ya una gran noticia.

No se puede hacer planes definitivos desde la incertidumbre. Por muchos meses o años, la distancia social será nuestra nueva normalidad. Pero, hechos los balances, hay algunas cosas que no podemos perder: la escuela, la salud, los empleos y la democracia. El virus ha atacado en esos cuatro frentes y es posible que cueste años recuperar mucho de lo que se pierda. Pero no podemos contribuir con políticas desatinadas u oportunistas a que estos males se ahonden.

Se está luchando para salvar el año escolar año escolar. En el frente público, con todos los problemas de conectividad. En el privado, con la insolvencia de los padres. Se ha hecho evidente que la inversión en salud es un imperativo pero que las fórmulas tradicionales de adquisición de todo lo necesario (aun hoy, basta ver la estafa de los respiradores para el hospital de Ate) están inmersas en profundos problemas de corrupción que obligan a soluciones especializadas y probablemente centralizadas para todo el país.

El empleo no se va a recuperar matando a las empresas y la democracia no se va a preservar matando las elecciones y su reforma. Lamentablemente es desde el Congreso, que no da la talla ni por ser nuevo, donde las iniciativas parecen cebarse en ver cómo redistribuyes pobreza y cómo desmantelas lo parcialmente avanzado de la reforma política. No se le puede echar la culpa al virus de querer volarse la participación paritaria de mujeres o las primarias universales. Ese es un abuso que solo ratifica que, como siempre, partidos y candidatos solo saben hacer una cosa bien en campaña: mentir.

Los días que vienen serán difíciles. En el balance, en el debe, no olvidar la situación de las cárceles donde urgen decisiones. En el haber, el inmenso respaldo que, pese a todo, tienen las medidas, los sacrificios, la solidaridad de tantos peruanos y la certeza de que toda epidemia tiene su fin. Esa esperanza será, algún día, realidad.