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La rebelión contra el padre

“El modelo neoliberal ha sido el culpable de su propia debacle. Y esto no responde a una conspiración regional como señalan los que se niegan a aceptarlo”

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Los comunicadores somos narradores, construimos relatos. El poder del relato es tal que mueve al mundo, le brinda sentido a la cultura dominante, determina la lógica de la conversación social, define el propósito. Contar historias es, por ende, hacer política. Vivimos en una sociedad donde existen innumerables narrativas que pugnan por imponerse unas sobre otras. La narrativa hegemónica actual, que define la forma en la que todos los actores sociales se interrelacionan, está determinada por el modelo económico neoliberal.

La idea central de esta mirada del mundo señala que el negocio de los negocios es el negocio y el único objetivo del CEO es maximizar sus ganancias. Fue instaurada por Milton Friedman, profesor de economía de la Universidad de Chicago, en un famoso ensayo publicado en el New York Times, titulado “La responsabilidad social de los negocios es incrementar sus ganancias”. Pues déjenme decirles que este relato hegemónico, que ha definido la vida de las personas a nivel global en los últimos cincuenta años, está llegando a su fin. Y no lo digo solo por lo que ha pasado en Chile. Existen múltiples hechos simbólicos que lo evidencian y que terminan siendo, en sí mismos, actos políticos. Pero hay uno fundamental.

Hace un par de meses los 181 CEO de las mayores compañías del mundo, desde Apple hasta Wallmart, y que conforman Business Roundtable (BRT) –uno de los lobbies empresariales de mayor influencia en Estados Unidos– firmaron una declaración que se tituló Declaración acerca del propósito de una corporación. Investigadores de la Universidad de Harvard como Claudine Gartenberg, George Serafeim o Andrew Winston han escrito sendos artículos donde concluyen que no es mera retórica. Para ellos, esta declaración por parte de la clase empresarial de mayor poder a nivel mundial, herederos y representantes autorizados del status quo imperante, representa el cuestionamiento más claro y directo al modelo neoliberal que ha dominado en las últimas cinco décadas.

En Latinoamérica, el paradigma neoliberal se caracterizó por la apertura total del mercado a los capitales extranjeros, la privatización de empresas públicas, la desregulación y la reducción del rol económico del Estado. Sus impulsores en la región fueron, justamente, los llamados Chicago Boys, discípulos de Friedman que definieron las políticas económicas de la Chile pinochetista de mediados de los setenta, modelo que se fue expandiendo a lo largo de toda Latinoamérica, incluido el Perú durante el gobierno fujimorista. Estas medidas generaron un crecimiento económico sin precedentes, factor determinante para la disminución de la pobreza y el crecimiento de la clase media, pero con una importante deuda frente a la desigualdad y con un abuso en los privilegios a las elites empresariales.

El modelo arrastró una tara que hoy está pasando la factura: nunca se enfocó ni en el propósito ni en el valor a largo plazo. El mercado tomó las riendas de la política, debilitando al Estado, las instituciones y sus dirigentes para luego culparlos de todos los problemas. Ironías del destino, el modelo neoliberal ha sido el culpable de su propia debacle. Y esto no responde a una conspiración regional como señalan los que se niegan a aceptarlo. Aunque no deben faltar aquellos que sean capaces de tildar a los CEO de las compañías que manejan el 30% del mercado capitalista estadounidense de rojos, socialistas, comunistas o herederos del castro-chavismo.

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