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El programa de Maduro: el hambre

“Ante las masas latinoamericanas la gestión de Maduro es su propia vacuna. Nadie, por mal que se encuentre, quiere vivir hoy como en Venezuela”.

Mirko
Mirko

Es medio loca la hipótesis de que Nicolás Maduro está detrás de las protestas latinoamericanas de esta hora. Las masas movilizadas están reclamando para evitar el deterioro de sus condiciones de vida. Precisamente deterioro interminable es lo que el chavismo en su etapa Maduro les ha dado a los venezolanos, hasta llevarlos a niveles de miseria nunca antes vistos.

Acaso el único vínculo conceptual con Caracas en estos días sea la sospecha de fraude en Bolivia. El chavismo elevó esas prácticas al nivel de un arte. Aunque el llamado anforazo de Evo Morales evoca sobre todo el de México en el 2006, cuando las computadoras se apagaron en pleno cómputo, y al encenderse vomitaron un incongruente resultado a favor del candidato oficialista.

La derecha que, a falta de mejores argumentos, grita chavismo frente a las protestas le hace un favor a Maduro. El patético dictador que ahora reclama donativos a la ONU para alimentar a su gente es presentado como el demiurgo de una insurrección latinoamericana. Algo que ni Fidel Castro, otro gran ajustador de cinturones populares, pudo hacer en la fase de su peor intervencionismo en la región.

Maduro se solaza con la idea del demiurgo. Su segundo Diosdado Cabello se ha referido a las protestas como una “brisita bolivariana”. No imagina el huracán que arrasaría con el régimen de Caracas si no tuviera los recursos de un Estado policial entrenado por experimentadas dictaduras, encallecidas en la práctica del control social sobre un pueblo deliberadamente empobrecido.

Es cierto que su confrontación con los EEUU le gana a Maduro las simpatías de algunos grupos de izquierda en algunos países. Pero ninguno de ellos aparece liderando las grandes protestas en América Latina. Más bien suelen ser lauchas buscando su presencia y su ganancia al lado de las movilizaciones de la protesta democrática, sin mencionar a su discreto solventador económico.

Ante las masas latinoamericanas la gestión de Maduro es su propia vacuna. Nadie, por mal que se encuentre, quiere vivir hoy como en Venezuela. Prueba fehaciente son los millones de venezolanos que optan por un duro exilio antes que soportar el campo de concentración en que se ha convertido su país. Pronto llegarán a cinco millones.

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