La increíble propuesta de que el indulto a Fujimori hará crecer la economía.,Algunos economistas señalan que el indulto de Alberto Fujimori impulsará la economía y se atreven a señalar los dígitos que a cuenta de esa libertad mejorará el crecimiento del PBI este mismo año. Otros, menos escandalosos. concluyen que el indulto generará un estado de ánimo de colaboración y reconciliación nacional que influirá en la confianza de los consumidores y otros actores del mercado, de modo que igualmente será un freno a la desaceleración de la economía. Estas previsiones son ciertamente chapuceras y dañan la reputación de profesionales que en otros asuntos se empeñan en exhibir un criterio técnico, y que exigen de otros el mismo comportamiento. En cambio, no muestran ni un solo argumento técnico que sustente que la libertad de Fujimori disparará una cadena virtuosa en la economía. El reciente informe del FMI sobre el Perú echa por los suelos estas previsiones. Esta prédica improvisada no ha cedido y va en aumento. Ella representa un cambio a tomarse en cuenta. Desde 1990, el mejor blindaje del modelo económico ha sido que las variables de la política no interfieran en el desempeño de la economía, con el argumento de las cuerdas separadas o de que la “mala política” no debiera contaminar el excelente resultado del crecimiento. Bajo este paraguas argumentativo se realizó la privatización de activos del Estado, se desreguló el mercado laboral, se exoneraron impuestos, o se retrasó la solución de demandas sociales que terminaron convirtiéndose en conflictos cuya cifra acumulada desde el año 2008 no baja de los 200. Debe decirse que este argumento no solo era técnico y de política económica, sino absolutamente principista. Su existencia se agregaba a un programa de reformas que luego de 1996 empezó a ser identificado como de segunda generación, y de la que también formaban parte los cambios para hacer más predecible la justicia, y que se ataje la corrupción y la impunidad. Este principismo ha sido derribado. Ahora se exigen soluciones políticas para los problemas económicos y contra lo predicado durante 20 años se reclama la libertad de un político sentenciado por corrupción y violación de DDHH como si esta decisión fuese una pócima milagrosa. Estas exigencias revelan el agotamiento de las recetas de política económica para las épocas de las vacas flacas, y descubren una muy limitada capacidad de reacción a la desaceleración de nuestro crecimiento. Aunque tarde, pone sobre la mesa el hecho de que al disolverse el consenso alrededor del crecimiento económico se hace difícil que sus antiguos y nuevos voceros ensayen medidas audaces e innovadoras. Más allá de estas carencias, reducir el despegar de la economía a la libertad de Fujimori revela la emergencia de una visión pragmática y populista, nada principista, que se muestra dispuesta a sacrificar incluso la débil institucionalidad del país a partir de recetas desprevenidas. Ni qué decir de una deplorable incomprensión del papel de los jueces, la justicia y el ordenamiento legal como garantías de un orden democrático que incluye la libertad económica.