Domingo

Quiocta, la primera caverna iluminada del Perú

El Gobierno Regional de Amazonas y la Agencia de Cooperación Japonesa (Jica) han convertido a esta formación geológica en un novedoso destino turístico. Espeleólogos y aventureros ya pueden visitarla.

Escribe Flor Ruiz

“Debe ser gente muy especial la que disfruta esto”, pensaba pensaba hace diez años, tras cada resbalón con su respectiva caída, en medio de charcos de agua, sedimentos arcillosos y desechos de murciélagos. Pero las extrañas y admirables formaciones pétreas de la caverna de Quiocta animaban a mi aventurera niña interior a continuar la marcha. En un punto, sin embargo, la cerradísima oscuridad hizo aflorar a mi acuciosa fotógrafa, quien se negó a terminar de recorrer esa garganta profunda de más de medio kilómetro de extensión. “Sin luz, no hay foto”, pensé, y media vuelta.

Parque cretácico

La presencia de fósiles marinos da cuenta de los profundos cambios ocurridos en la zona hace 144 millones de años, cuando la caverna de Quiocta nació, en pleno período cretácico. El levantamiento de la cordillera y un proceso erosivo dieron lugar a que, durante miles de años, el agua llevara dentro minerales, cuya sedimentación formó estalagmitas y estalactitas.

Las condiciones de poca luz y mucha humedad son desfavorables para una flora arbórea, por lo que más allá de las pequeñas hierbas de la entrada, lo que abundan son líquenes y hongos. Al mismo tiempo, esas características promovieron una fauna de pequeñas especies, dominadas por murciélagos, búhos y lechuzas.

Pero las evidencias de una larga presencia cultural le proporcionan a Quiocta un atractivo especial. La principal ocupación se dio durante la época de los chachapoyas, quienes emplearon la caverna como cementerio y centro de diversos rituales, principalmente funerarios. Tras la conquista de la zona por los incas, las ofrendas en estos rituales empezaron a incluir ceramios y textiles de estilo cusqueño.

El impresionante lanzón de más de seis metros, ubicado en la sala 3. Fotografía: Flor Ruiz

El impresionante lanzón de más de seis metros, ubicado en la sala 3. Fotografía: Flor Ruiz

Más adelante, la “extirpación de idolatrías” desplegada durante el virreinato convirtió a Quiocta y otras cavernas en refugios ideales para los nativos que querían preservar sus rituales ancestrales. Sin embargo, como explica el especialista en arqueología de Proamazonas, Gabriel More, los estudios arqueológicos en Quiocta han revelado que la presencia humana en la caverna se remonta a épocas tan tempranas como el año 1600 AEC.

Y se hizo la luz

Descubierta hace cuatro décadas, la caverna de Quiocta sufrió por mucho tiempo la indiferencia frente a referentes nacionales como la Cueva de las Lechuzas (Tingo María) o Huagapo (Tarma). Sin embargo, la dedicada labor de arqueólogos y espeleólogos llevó a que en 2003, el sitio fuera declarado Patrimonio Cultural de la Nación. Por su parte, Proamazonas, brazo ejecutor del Gobierno Regional de Amazonas, decidió poner a Quiocta en valor con el apoyo de JICA, la Agencia de Cooperación Internacional del Japón.

El resultado de este trabajo fue una impresionante transformación que ha convertido a Quiocta no solo en la primera caverna iluminada del Perú (requisito cumplido por los principales destinos espeleológicos del mundo), sino en la caverna iluminada más profunda de Sudamérica.

Cabe destacar que además de iluminarse el trayecto interior de la caverna y agregarle una pasarela elevada para el fácil tránsito, se ha construido una sala de interpretación en un parador turístico que recrea sus sonidos y presenta fotografías y diagramas, de modo que sus atractivos sean disfrutables también por personas que por discapacidad u otros motivos no pudieran completar el recorrido.

Purunmachus, sarcófagos de la cultura chachapoyas, a pocos kilómetros de Quiocta.

Purunmachus, sarcófagos de la cultura chachapoyas, a pocos kilómetros de Quiocta.

Experiencia inolvidable

Mis tortuosos recuerdos de Quiocta quedaron bien enterrados en el pasado esta segunda vez que la visité. Desde el ingreso, el cambio de luz natural a la iluminación eléctrica, que se dirige a lugares específicos entre paredes, formaciones geológicas y vestigios culturales, nos traslada por sensaciones que van desde el asombro hasta el sobrecogimiento.

A lo largo de las cuatro salas que cubren los 525 metros de la caverna, se apreciarán innumerables formaciones de estalactitas, estalagmitas y columnas, realzadas por su combinación de colores. Por su parte, rocas de grandes proporciones crean zonas claras y oscuras que favorecen un clima de suspenso. Pero el espectáculo lo captura sin duda la sala 3, donde destaca una estalagmita de 6 a 7 metros de altura, denominada “lanzón”. Con el apoyo de la iluminación dirigida, es sin duda el lugar preferido de la caverna para tomarse fotografías.

El recorrido, sin embargo, empieza un poco antes, en el distrito de Lámud (provincia de Luya, región Amazonas). Allí se inauguró hace poco un museo que ofrece un panorama completo de la historia cultural de la región antes de la llegada de los españoles. Incluye un repertorio representativo de restos arqueológicos, puestos en contexto mediante infografías.

También destacan tres réplicas en tamaño natural de los “purunmachus” o sarcófagos típicos de la cultura Chachapoya, como los que se aprecian en el sitio aledaño de Karajía. Los 25 soles de entrada al museo (tarifa válida para nacionales y extranjeros a partir de los cinco años de edad) cubren también la visita al parador turístico de Quiocta y el ingreso a la caverna.

El parador incluye una zona de estacionamiento, cafetería, tienda de artesanías y la mencionada sala de interpretación. Toda esta inversión se canalizó por el programa “Establecimiento de las bases para el desarrollo rural a través del turismo en el Corredor Turístico Valle del Utcubamba, región Amazonas”.

Danzantes de San Pedro de Cuémal, en cuyos linderos se ubica Quiocta. Fotografía: Flor Ruiz

Danzantes de San Pedro de Cuémal, en cuyos linderos se ubica Quiocta. Fotografía: Flor Ruiz

El resultado fue un incremento sustancial en el número de visitantes luego de la reapertura de la caverna a inicios de julio pasado. Antes de la iluminación, el promedio máximo de visitas diarias era de unas 80, que se desplomó tras la pandemia. Ahora son unas 120, aunque en los recientes días feriados llegaron a un récord de 500 diarias.

Otras cuevas similares por explorar

El caso de Quiocta no es único. Sonia Bermúdez Lozano, montañista del Espeleo Club Andino (ECA Perú), comenta que aún hay muchas formaciones geológicas similares por explorar en nuestro país, principalmente en la cuenca del Amazonas, Cusco y la sierra de Lima.

Estos lugares promueven la generación de “empleos verdes” y cadenas de valor que articulan a autoridades ediles, Gobierno central y diversos profesionales y técnicos. Como en todas las iniciativas turísticas, la población se beneficia con el aumento de demanda por alojamiento, alimentación y transporte.