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Domingo

Manuel Pérez de Tudela, abogado de rebeldes

Aunque se conoce poco de su biografía, tuvo un rol determinante en la gesta libertadora: defendió a los patriotas acusados por insurgencia y protegió a los perseguidos que abrazaban la emancipación. Además, escribió el acta de declaración de la independencia. Una historiadora ha reconstruido su legado.

No. No existen fotografías de Manuel Pérez de Tudela. No se casó. No tuvo descendientes. La documentación que guardaba su único heredero, un sobrino, fue cedida a la Biblioteca Nacional del Perú, pero se redujo a cenizas en el incendio de 1943, de modo que es también un personaje borrado del patrimonio. No es que Pérez de Tudela haya tenido afán de figuración. Más bien no le convenía estar en primera plana: era abogado y asumió la defensa de varios patriotas procesados por insurgencia tras levantarse a favor de la emancipación. Patrocinó, entre otros, a Manuel José Rivero —vinculado a una sublevación en Tacna—, a José de la Riva Agüero y al revolucionario cusqueño Pedro José de Ubalde, condenado a muerte por organizar un levantamiento en el sur. Su casa se convirtió en un centro de acogida para los patriotas perseguidos por abrazar la independencia. Incluso fue informante secreto de San Martín, luego de que este desembarcara en Pisco. Le avisaba “quiénes eran los patriotas más activos y confiables”. De abogado de oficio, Pérez de Tudela devino en activista discreto. “Esa figura detrás de bambalinas, ese perfil bajo, le permitió moverse con mayor facilidad y evitó que le siguieran los pasos —dice la doctora Margarita Guerra, la única historiadora que ha abordado a fondo el rol de Pérez de Tudela en la gesta libertadora—. Hasta hubo un momento en que las autoridades mencionan no saber si condenar al acusado o a él”.

A la historiadora y docente le tomó casi dos años escribir el perfil de este prócer nacido en abril de 1774 en Arica, entonces puerto del Virreinato del Perú. El resultado fue un libro publicado por el Fondo Editorial del Congreso que se titula Manuel Pérez de Tudela: El Republicano (2016). A falta de información, la doctora Guerra buceó en boletines del Museo Bolivariano y escritos de hace dos siglos, en el archivo del Congreso, y en publicaciones sobre la Sociedad Patriótica de Lima, creada por el libertador argentino para promover ideales monárquicos y a la que Pérez de Tudela rebatió sin vacilación. “Si no hubiera mostrado sus ideales republicanos —apunta la experta—, es probable que se haya instaurado la monarquía y que estemos hablando de vasallos en lugar de ciudadanos. No es la República ni la democracia que concebimos ahora, claro. Digamos que fue teórico de esos principios. Entonces, se creía que solo ilustrados y honorables debían gobernar; no se concebía una participación masiva de la sociedad”.

Foto: PUCP

Foto: PUCP

Fue hijo de José Manuel Pérez de Tudela y Hurtado de Mendoza y María Casilda de Vílchez y Peralta. Obtuvo el bachillerato y doctorado en Cánones en San Marcos. Redactó el Acta de declaración de la Independencia, suscrita en sesión de cabildo abierto el 15 de julio de 1821, un documento que originó la vida republicana del país. Tras la proclama de San Martín, Pérez de Tudela participó en la Sociedad Patriótica, donde expuso sus ideas republicanas. Se había opuesto a la creación de una Junta de Purificación, propuesta por el virrey Abascal para ‘purgar’ a quienes no mostraban fidelidad al monarca. Fue diputado por Arequipa, integró el Primer Congreso Constituyente y posteriormente la Corte Suprema de Justicia, que presidió en tres periodos. Sirvió como ministro de Estado en los despachos de Hacienda, Gobierno y Relaciones Exteriores. Devino en el primer fiscal supremo del Perú e integró la comisión encargada de redactar el proyecto de la primera constitución.

El incendio

“Honrado en extremo, de ingenio perspicaz y vivo, e inmensa erudición”, lo describió Manuel Lorenzo de Vidaurre, considerado el primer legislador sudamericano. Pérez de Tudela se jubiló en 1856, siete años antes de morir en Chorrillos. Su herencia documental fue acogida por uno de sus sobrinos, pero terminó ardiendo entre los 150 mil volúmenes perdidos en el siniestro de la Biblioteca Nacional. ¿Cómo se reivindica ese legado sin rastro? La doctora ha emprendido un primer paso: otorgó personalidad histórica a quien era apenas un detalle circunstancial.