¿El 30 de abril es feriado o día no laborable en Perú?
Domingo

Un lugar para la fiesta y el placer

La pandemia nos volvió más creativos para bailar, celebrar y gozar. Las capturas de Zoom reemplazaron a los selfies en discotecas. Se reinventaron las fiestas universitarias, las grandes celebraciones de la comunidad LGBTI y hasta el erotismo. Así también pasamos el 2020, el año aciago.

No fue la clásica fiesta de fin de ciclo. No hubo música, nadie brindó. Fue más bien una reunión nostálgica que, el último miércoles, convocó a más de 40 alumnos de la UPC. Algunos no se conocían. Otros, los cachimbos, ni siquiera han recorrido el campus —y es probable que tampoco lo hagan el próximo año por recomendación del Ministerio de Educación—, pero allí estaban gracias a Minecraft, una versión del conocido videojuego para entornos educativos. Docentes y alumnos idearon su propio avatar e intercambiaron mensajes de esperanza.

“Nunca será igual que la experiencia cara a cara —precisa el antropólogo Roberto Bustamante, coordinador de Aprendizaje Digital y uno de los organizadores del evento—, pero es la resiliencia de la interacción humana”. Lo dice el investigador que hace una semana se unió a un equipo de colegas y exestudiantes —ahora al frente de una productora— para repensar la manera de celebrar y departir, otro desafío de este año nefasto.

El mismo miércoles por la noche, once chicos de la Universidad Católica acudían, vía Zoom, a la fiesta de Noseastibio.pe, un evento de temática política. Es una página de TikTok que idearon en una clase de Razonamiento Creativo. Festejaban su éxito en redes y el preámbulo de un evento más grande, que se realizará el próximo martes. “Tendremos una fiesta con nuestros seguidores, la mayoría universitarios. Habrá música, competencias en grupos y premios. Haremos chacota de la política —adelanta Braulio Robles, uno de los once—, es la mejor manera de hacer que los chicos se interesen en la coyuntura”.

El grupo detrás de ‘No seas tibio’ reúne a jóvenes de las carreras de Audiovisuales, Publicidad, Periodismo y Comunicación para el Desarrollo, repartidos entre Chimbote, Lima y Cusco. Cada semana generan clips informativos de un minuto. Abordan, por ejemplo, el CV de los candidatos presidenciales. Ese día, mientras escuchaban los hits del momento, el grupo se hizo una foto. Llevan lentes turn down for what (o de troleo, para los poco entendidos). “Aunque estamos alejados físicamente, la tecnología nos ha conectado más —dice Braulio— y es chévere: no hace falta movilizarse para estar”. Los selfis bajo las luces psicodélicas quedaron en el pasado, ahora se capturan videollamadas. En el futuro mirarán esas postales donde sonríen entre cuadraditos.

Virna Navarro y María Fernanda Flores, estudiantes de Psicología de la Universidad de Lima, tienen una colección de esas fotos. La particularidad de sus reuniones es que convocan solo a chicas. En Halloween organizaron una fiesta de disfraces. Si toca celebrar un cumpleaños, envían sus regalos por delivery. “No podemos ir contra esta situación —dice Virna—, hay que adaptarnos”. Desde que empezó el estado de emergencia han llevado una cuarentena rigurosa.

Cada fin de semana, una de ellas genera el enlace y lo copia a su grupo de WhatsApp. La reunión suele extenderse hasta las dos de la madrugada. Hay música, brindan con vino y se divierten con Bebetronic, una aplicación muy descargada por estos tiempos que incluye opciones como ‘Yo nunca’, ‘Cultura chupística’, ‘Verdad o reto’. No saben cuándo volverán a abrazarse. “Pero al menos estamos sanas y podemos mirarnos —apunta Mafer—, eso nos contenta”. Así juerguea la generación confinada mientras el virus no da tregua.

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El último domingo que abrió la discoteca Valetodo, Nebulah y Egocentrika —las drag queens más icónicas— usaron barbijo y se vistieron de aeromozas. “Dijimos: vamos a hacer algo relacionado con la llegada del coronavirus, como una premonición”, comenta Nebulah. Entonces sucedió: el escenario se desmontó, los shows se suspendieron, las clases de baile y maquillaje quedaron pospuestas. “Pensamos: ok, estaremos así por un ratito, un mes quizá, y mira… ya vamos medio año”, ríe Egocentrika, que casi nunca acepta entrevistas ni sesiones de fotos. Es la primera vez que ambas detienen más de una década de carrera artística.

Desde 2018 mantienen un contrato de exclusividad con la mayor discoteca de la comunidad LGBTI peruana. Pero nada es igual. “Quedamos prácticamente sin rumbo. Empezamos a idear algunas cosas. No sabíamos nada de Zoom, ¿cómo se hace un show sin ver quién está al otro lado?”. Lo pensaron tantas veces y finalmente se decidieron. Nebulah pidió que le enviaran focos y armó un mini escenario en su departamento. Egocentrika, en cambio, adecuó todo en su dormitorio.

No quiso luces —”tenía miedo malograrlas y son carísimas”—, sino papel aluminio, que arrugó y adhirió a la pared. “Quedó fabuloso”, se jacta. Así, con improvisación, sacaron adelante la Vala virtual, un festejo que ha logrado juntar hasta 500 invitadxs y que se asoció, incluso, con la Marcha Del Orgullo Online de junio pasado. La ‘Vala’ se ha realizado cada sábado de manera gratuita. Los invitados pueden acceder desde el fan page de la discoteca.

Foto: Difusión

Foto: Difusión

“Las dos primeras ediciones la pasamos todo el rato sentadas —recuerda Nebulah y cubre su rostro como diciendo qué barbaridad—, era terrible porque nosotras siempre interactuamos con el público. Frente a la pantalla es distinto, nos mirábamos y decíamos: qué viene ahora”. Hicieron más sofisticada la celebración al tiempo que se familiarizaban con la tecnología. También les tocó hacer malabares con sus ahorros. Incursionaron en shows privados para generar ingresos en una industria paralizada.

“Somos como hermanas, así que, si a una le falta, otra tiende la mano”. Por ahora salen de casa las veces necesarias. Nebulah vive con toda su familia y Egocentrika cuida a su madre, diagnosticada con presión alta, diabetes y fibrosis pulmonar. Valetodo, donde deslumbraron durante más diez años, es ahora una feria navideña que ha reunido a 45 emprendedores. Ellas reciben a los clientes. En su outfit nunca falta un barbijo de lentejuelas.

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Pablo Bravo es actor de cine para adultos y promotor de la autosatisfacción. “Tienes derecho a un orgasmo, pero quédate en casa”, ríe a carcajadas al otro lado del teléfono. Son tiempos difíciles para el goce de la piel. El sexting se volvió tendencia. Pornhub liberó su contenido premium para Italia, España y Latinoamérica. En EE. UU., el país con más casos de coronavirus en el planeta, las marcas de juguetes eróticos regalan sus productos bajo el lema: “Te queremos feliz, pero en casa”. La cuarentena disparó suscriptores en la página de contenido privado de Pablo y cada vez más clientes le solicitan videollamadas triple X por las que cobra en dólares, a veces en euros. “Soy un devoto del placer”, remarca.

Confinados, hemos generado angustia amatoria. “Si el Estado aún no ha tocado el tema es porque no considera al placer sexual como un derecho. Los beneficios están al alcance de nuestras manos”, opina Sandra Campó, una educadora que promueve el redescubrimiento del clítoris.

La ‘paja’ quizás sea el escape más contundente y práctico en estos días abrumadores. Un orgasmo equivale a dos aspirinas, genera la producción del trío de las hormonas de la felicidad (dopamina, oxitocina y endorfina) y es un bálsamo para el insomnio. “Con estos cambios, cuando todo pase seremos unos senséis del sexo —cree Pablo Bravo— porque el sexo también es creatividad”. Entonces frota los tatuajes que recorren su cuerpo y hace un guiño.