Domingo

Jonathan Pollard, El espía más destructivo

A cambio de dinero, el exanalista naval norteamericano filtró abundante documentación secreta a los israelíes. Cumplida su condena, 30 años en la cárcel y 5 años de libertad vigilada, partirá a Israel donde unos lo tratan como héroe y otros como traidor.

“¡Carajo, tengo un espía en la oficina!”, tronó el capitán de fragata Jerry Agee, luego de comprobar que uno de sus más importantes analistas en el Servicio Naval de Investigación de los Estados Unidos, Jonathan Pollard, robaba documentos secretos que luego filtraba a la inteligencia israelí. Más de 35 años después de su detención en Washington, el 21 de noviembre de 1985, el anuncio de que ha cumplido con el severo castigo que le impuso la justicia estadounidense, y que se dispone a viajar a Israel, donde el gobierno de Benjamín Netanyahu lo recibirá como un héroe, ha desatado furias tanto en el país que traicionó, como en el que lo ha adoptado.

Se suponía que norteamericanos e israelíes eran aliados en la lucha a muerte contra los árabes. Pero para Jonathan Pollard, un sujeto muy inteligente, aunque de comportamiento sinuoso debido a su enceguecido fanatismo proisraelí, Washington le estaba haciendo trampa a Tel Aviv al no compartir información clave. A la oficina donde laboraba, llegaban documentos secretos de las diversas agencias de inteligencia norteamericana, especialmente relacionados a agrupaciones terroristas y a países que apoyaban la causa árabe que buscaba la desaparición de Israel como Estado. Para Pollard, era urgente que Israel accediera a esa extraordinaria base de datos para mantener a raya a sus encarnizados oponentes. No tardó en encontrar la oportunidad.

Según relatan los reporteros Dan Ravi y Yossi Melman en su libro Todo espía, un elegido: la verdadera historia de los servicios de inteligencia israelíes (1991), fue el inversionista neoyorquino Steven E. Stern quien presentó a Pollard a un viejo amigo suyo, el famoso piloto de aviones de guerra israelí, coronel Aviem Sella, quien entonces estudiaba un posgrado en Estados Unidos. “Fue un caso de conspiración a primera vista. Pollard expresó su furia porque tenía pruebas irrefutables de que Estados Unidos no transmitía a Israel toda la información que necesitaba”, escribieron Raviv y Melman.

Sella elaboró un informe que recibió Rafi Eitan, el jefe de la agencia de espionaje tecnológico conocida como Lakam. Eitan era un respetado hombre de inteligencia: había participado en el secuestro del criminal nazi Adolf Eichmann, en 1960, quien luego fue trasladado a Israel donde fue juzgado y condenado a muerte. De inmediato aprobó que Sella reclutara a Pollard, y en el lapso de menos de un año, el analista entregó enormes cantidades de documentos a cambio de dinero, por supuesto. De hecho, el primero de octubre de 1985, aviones de guerra israelíes bombardearon el cuartel general de la Organización para Liberación de Palestina (OLP), en Túnez, con datos que había filtrado Pollard.

El periodista Seymour Hersh, quien pudo conocer el contenido de la información que Pollard traspasó a Eitan, afirmó en sus memorias, Reporter (2018), que quedó asombrado porque la dimensión del daño ocasionado por el analista era inconmensurable. “Los documentos dejaban en claro que gran parte del robo de Pollard tenía que ver con la manera en que Estados Unidos espiaba asu gran adversario de entonces: la Unión Soviética”, escribió.

Condenado en primera instancia a cadena perpetua, salió de la cárcel después de 30 años, en 2015, como parte de un acuerdo judicial que incluyó 5 años más de libertad vigilada. Al concluir el periodo, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, lo llamó por teléfono para decirle: “Te esperamos con los brazos abiertos, incluso en plena pandemia del coronavirus, para que recibas un verdadero abrazo del pueblo israelí”. Pero no todos piensan que se merece semejante trato deferente. El destacado columnista del diario Haaretz, Yossi Klein, cuestionó el arribo de Pollard en olor a heroísmo. “Tengo curiosidad por saber cómo enseñarán en las escuelas el caso de Pollard. Es un asunto que merece discusión en las clases de educación cívica, por ejemplo, a qué debe un judío más lealtad, ¿a su país de nacimiento, cualquiera que sea, o a Israel? (Mi lealtad es para quien me paga, podría haber dicho Pollard)”, señaló. Un traidor es un traidor.

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