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La vida dentro de unos joggers

Con la pandemia le dijimos adiós a los ternos, los trajes sastre y los outfits de oficina. Redescubrimos la suavidad de los buzos y las poleras, y una prenda se alzó como la estrella de estos tiempos de encierro: el jogger. Comodidad. Frescura. Y para algunos empresarios, una oportunidad de negocio.

Quizás al principio, nos ganaba la flojera. Quizás en las primeras semanas de cuarentena –allá por el lejano abril de 2020– muchos se encontraban con que al mediodía seguían en pijamas. Qué cuernos. A fin de cuentas, el encierro sería pasajero.

Pero, con el paso del tiempo, cuando empezamos a darnos cuenta de que la cosa iba para largo, se nos ocurrió que, bueno, uno también tenía que vestirse para estar en casa. Quienes andaban en teletrabajo tenían reuniones por Zoom. Intentando armar una rutina de oficina.

Entonces, echamos mano de los buzos deportivos. Las poleras. Notamos que mucha gente empezaba a llevar unos pantalones de buzo con elástico en la cintura y en las bastas. Les llamaban joggers. Una prenda que no era nueva, pero que, rápidamente, adoptó todo el mundo y se volvió un elemento básico del outfit del encierro.

–Definitivamente, nos tuvimos que readaptar– dice la consultora de moda y personal shopper Yeanethe Solís. –La mayoría teníamos prendas mucho más formales o para salir y hoy ha empezado a usarse mucho lo que denominamos el estilo comfy, es decir, comfortable.

–Todo lo que son prendas formales, indumentaria de trabajo, dígase ternos, blazers, faldas estructuradas, zapatos de tacón en el caso de las mujeres, han quedado relegadas– dice, por su parte, la periodista e influencer de moda Adriana Seminario. –Las personas ahora están priorizando prendas y estilos que sean mucho más cómodos para estar en casa.

Joggers. Buzos. Poleras. Conjuntos. Medias y zapatillas. De todas las calidades y precios. Cómodos para trabajar frente a la computadora. Para ayudar en las tareas del hogar. Jugar con los niños. O echarse una siesta.

–Ojo, no son pijamas– dice Adriana Seminario. –Hablamos de loungewear, que es ropa cómoda para estar en casa.

Sean prendas comfy o loungewear, lo cierto es que se trata de un estilo que se practica hace años en varios países, europeos principalmente, en los que el home office no es novedad.

–Es algo que surgió hace más de dos décadas en los países nórdicos– dice Yeanethe Solís– y que se ha empezado a usar cada vez más en los países latinos, porque, aunque no estás en pijama, sí estás confortable.

El confinamiento no impidió que la moda se popularizase: para algo existen las redes sociales. Pero sí hubo una red social que fue tomada por este tipo de ropa, esa fue TikTok. De pronto, nuestros tiktokers favoritos aparecían, bellísimos, graciosísimos, enfundados en sus joggers y conjuntos. Bien abrigados. Súper cómodos. Muy fashion.

La comodidad es lo básico, dice Solís, pero no es lo único importante. Muchas marcas que confeccionan estas prendas se han preocupado de que tengan detalles, como ciertas texturas en las telas, ciertos estampados, que hacen que luzcan perfectas en las reuniones virtuales de trabajo. Diseños sobrios, tonos pastel, neutros, que quedan muy bien combinados con blazers o accesorios.

Cuando la industria de la moda en general está en crisis, son estas marcas las que no solo están sobreviviendo, sino que están creciendo, aprovechando la oportunidad que la pandemia puso delante de ellas.

Oportunidad de negocio

Antes de que el mundo se viniese abajo, la diseñadora Alexia Rosas tenía una tienda en el Jockey Plaza en la que vendía la ropa para mujeres que ella misma confeccionaba. Piezas para ir a la oficina, para salir por unos tragos o de paseo. Su marca, La Matier, se había hecho de una legión de clientas fieles y no le iba mal. Pero, entonces, el virus nos obligó a encerrarnos a todos y el comercio se paralizó.

Para mayo, Alexia decidió hacer buzos. Parecía algo que todo el mundo estaba necesitando. No imaginó que ese primer modelo, de algodón con franela, bautizado “Juliana”, sería el principio de un crecimiento arrollador. Porque rápidamente sus buzos, joggers, poleras y conjuntos empezaron a ser adquiridos no solo por sus clientas de siempre, sino por nuevas consumidoras que llegaban atraídas por los modelos que veían en Instagram.

–Desde entonces hemos crecido un 800%– dice. –Tuvimos que cambiar de razón social, alquilar una oficina más grande, contratar a más personas. Hoy somos alrededor de 30.

La Matier despacha unos 80 pedidos diarios por toda la capital, lo que, para un emprendimiento familiar –Alexia trabaja con su esposo, Gianfranco Castillo– es un montón. Ella dice que les va increíble.

Si el negocio de la ropa de estar en casa es una oportunidad de crecimiento único para las marcas exclusivas como La Matier, para los confeccionistas de Gamarra es la posibilidad de no cerrar sus talleres y tiendas y continuar resistiendo.

–Esto es lo que nos está salvando– dice Óscar Mendoza cuando se refiere a los joggers de su marca, Ananay, que vende en la Galería El Rey de Gamarra. –Yo vendía blusas, blusones, vestidos, pero todo eso lo he llevado al almacén porque ya no sale. La gente se queda en casa o sale con ropa más sencilla.

–Ahorita lo que sale son los joggers y las casaquitas– dice, por su lado, Karina, vendedora de Gissett, una marca que durante años vistió a Magaly Medina. –A la semana se venden de 10 a 15 buzos. La ropa de oficina ya no la están llevando.

Susana Saldaña, presidenta de la Coordinadora de Empresarios de Gamarra, confirma que, en efecto, muchos confeccionistas han variado su línea de productos y están haciendo prendas para estar en casa. Mientras el confinamiento se prolongue, ellos seguirán aprovechando esa oportunidad para hacerle frente a la crisis.

¿Hasta cuándo seguirá la moda comfy? ¿Pasará, como pasan todas las modas, eventualmente?

Yeanethe Solís cree que seguirá al menos hasta fin de año.

–Vamos a demorar un poquito en adaptarnos nuevamente y seguramente se va a transformar en algo más casual.

Gianfranco Castillo, el esposo de Alexia Rosas, quien es director de la escuela de moda Chio Lecca, dice que, cuando se reabran las oficinas, él no piensa ir a trabajar con su outfit prepandemia: camisa y pantalón formales. Ya no se imagina vestido así. Él iría con su jogger y su polera. Dice que su cuerpo ya se acostumbró a esa comodidad. ¿Por qué tendría que dejarla?

Reportero. Comunicador social por la UNMSM. Especializado en conservación, cambio climático y desarrollo sostenible. Antes en IDL Reporteros y Perú.21. Premio Periodismo Sustentable 2016. Premio Especial Cáritas del Perú. Finalista del Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación 2011.