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Domingo

Edward Málaga Trillo: “La ciencia no es parte de nuestra cultura ni de nuestras políticas públicas”

Director del Laboratorio de Neurobiología del Desarrollo de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.

Edaward Málaga
Edaward Málaga

El científico que escucha los riff de Ritchie Blackmore, Jimmy Page, Angus Young y Keith Richards en su laboratorio consiguió diseñar el prototipo de las primeras pruebas moleculares peruanas para detectar al coronavirus. Su historia es singular: padres médicos, guitarrista de rock a fines de los 80, y doctorado en los 90, en una ciudad que se enorgullece de producir premios nobeles. Edward Málaga habla de su investigación y de las enormes brechas que debe superar la ciencia en un país como el nuestro, que no la comprende y la deja de lado.

Con la pandemia, el mundo sigue a los científicos, los respeta, los escucha, ¿pero los entiende?

No.

¿Por qué no?

El mundo quizá sí, el Perú no.

¿Por qué el Perú no?

Hablo del mundo en vías de desarrollo. Hay que hacer una diferencia entre las sociedades que tienen al conocimiento como base de su cultura, de sus políticas públicas, de su desarrollo, y las sociedades que no tienen esto. Y el Perú es un caso clarísimo de eso. La ciencia no es parte de nuestra cultura ni de nuestras políticas públicas. Lo que vivimos ahora es una situación excepcional, probablemente temporal, ojalá que no, pero es un interés por la ciencia, no una comprensión de la ciencia.

¿Y cómo puede una sociedad desesperada por una cura entender que los procesos científicos, las investigaciones que ustedes hacen, son prolongadas?

Antes de responderte eso, quiero comentarte algo que se me quedó en el tintero. Tú puedes decir que lo que te he dicho antes es opinión mía, pero no, hay evidencia. En un principio, la gente no sabía diferenciar entre virus y bacterias, no sabía qué era la inmunidad. Hay gente que me ve y me dice “¡Suerte con las vacunas!” y no sabe que yo no estoy trabajando en eso. Ya te lo dije, hay interés pero no comprensión. Y a eso súmale lo de la ivermectina, lo del dióxido de cloro. Si la gente entendiera de ciencia no habría todas esas curas milagrosas.

Vamos a lo de los plazos que manejan los científicos. ¿Cómo hacer que se entiendan?

Allí solo veo el camino duro: repetir el mensaje hasta que entre. No hay muchos voceros científicos, no hay gente que pueda explicar las cosas. En este momento yo tengo la fortuna de estar un poco en la mira, pero ese trabajo no le corresponde a una persona sino al sistema nacional de ciencia, a la comunidad científica, a los periodistas científicos. Pero si tú te pones a ver los noticieros, una de las preguntas típicas de todos los periodistas a los científicos es “y para cuándo”, “y cuánto cuesta”. Y a veces resulta molesto, porque, cómo le explicas al periodista, en 30 segundos, todas las dificultades que tienes que pasar para conseguir un prototipo, y en mi caso la validación, producción y distribución masiva de pruebas moleculares, que son procesos que no están en mis manos.

Si lo lógico es que los científicos se tomen todo el tiempo necesario para concluir sus investigaciones, ¿deberíamos sospechar de los científicos que promueven curas inmediatas?

No diría sospechar pero sí tomar con cautela. Pero, antes, tú me hablabas de los plazos para una investigación, de la parte científica, pero cuando un periodista o una persona de la calle me aborda lo que quiere saber es cuando tendrán las pruebas…

En la farmacia

O en la calle. No le interesa cuáles son mis dificultades con el ministerio, Digemid o el INS. Te lo voy a poner de esta manera. Para una investigación hay tres partes: el periodo antes del laboratorio, el laboratorio y lo posterior. Al empezar, antes del laboratorio, presentas la propuesta. Y en nuestro caso pasamos por Concytec. Y los evaluadores independientes no consideraron que la propuesta fuera viable, recurrimos a los privados, pasamos el sombrero. Pasaron dos meses y medio hasta que empezamos a pedir los reactivos y equipos que necesitábamos. Ese tiempo se invirtió en burocracia. Esperar a las compras toma otros treinta días. Así, pasan tres meses antes de que pongas un pie en el laboratorio. Cuando yo le explicaba a la gente que todo el proceso podía demorar tres meses, la gente me respondía: “Pero por qué tanto”, no lo entendían. Tenía que explicarles que cuando yo entrara al laboratorio iban a ser cuatro semanas de trabajo efectivo. Y entonces me decían: “Ah, entonces son cuatro semanas nada más”. Y de nuevo debía explicarles. Allí te das cuenta de su bajo nivel científico.

A ver, para no hablar necesariamente del Covid. Usted dirige en este momento un proyecto de largo aliento que tiene que ver con el estudio y prevención del Alzheimer, y que está basado en las reacciones neurobiológicas de los peces cebra. ¿Usted podría trabajar con plazos cortos?

Jamás. La ciencia básica no suele tener plazos tan concretos como la ciencia aplicada. En el caso de un prototipo para pruebas moleculares sí te puedo dar un plazo, pero para una vacuna no. No está de más precisar que la ciencia también puede tener sus chispazos de suerte, el descubrimiento de la penicilina es un ejemplo clarísimo. (Alexander) Fleming no lo pensaba pero la descubrió de un día para otro. Son cosas fortuitas, se llama serendipia, pero no es lo usual. Ahora, los temas que trabajamos nosotros son ciencia básica: entender un mecanismo, como lo que produce el Alzheimer y encontrar curas eventuales. Allí no se puede poner un plazo. Al igual que con una vacuna, todo depende de cómo salgan los experimentos y hay un riesgo involucrado en eso.

¿Diría que el Estado entiende a la ciencia solo como un mecanismo que debe dar soluciones rápidas para mejorar nuestra capacidad agrícola o pesquera, pero que no debe aspirar a más, a encontrar la cura de una enfermedad, por ejemplo?

Sí, a menos que se trate de una enfermedad muy prevalente en el Perú: malaria, tuberculosis. Pero no tenemos aspiraciones globales, como la cura contra el cáncer o el Alzheimer. Acá te van a dar dinero para atacar enfermedades puntuales que atacan a poblaciones peruanas.

Entonces, a los científicos peruanos no se les permite soñar con grandes proyectos.

Por así decirlo. Eso es lo que yo llamo libertad científica. Acá no hay libertad científica porque se priorizan las investigaciones dirigidas a aumentar la competitividad y el desarrollo productivo. Si ves los rubros en los que está basada nuestra economía te darás cuenta que son tres o cuatro actividades, entonces va a ser difícil prosperar como científico si no logras salirte del molde. También es interesante que cuando se logran avances importantes, como la Ley de Incentivos Tributarios que sacó Concytec, siempre hay algo que evita su aprovechamiento máximo. Esa ley dice que las empresas pueden invertir en ciencia y tecnología a cambio de incentivos tributarios. Suena bien, ¿no? Pero la idea no es que las pesqueras inviertan en proyectos pesqueros, o los mineros inviertan en su rubro, etc. Son grandes corporaciones que no necesitan dinero del Estado para investigar.

¿Somos un país propenso a escuchar a charlatanes y a exponentes de la pseudociencia?

Somos propensos a caer como víctimas de estos charlatanes, pero no es algo intencional. Hay gente a la que gustan las supercherías, pero más son los incautos, gente a la que le llega un Power Point o un mensaje de WhatsApp y lo termina creyendo. Pero, una vez más, eso es por la falta de cultura científica. Si tú revisas los artículos científicos que se publican en el New York Times, en El País, en El Mercurio de Chile o La Nación de Argentina, te das cuenta que tienen un alto nivel, pero si ves a El Comercio o La República, disculpa que te lo diga, no encuentras un esfuerzo de divulgación científica de calidad.

Mea culpa.

Bueno, también está nuestro pobre nivel educativo. Los niños también deberían saber de qué va la ciencia. El Concytec hace un enorme esfuerzo para promover y financiar la ciencia, pero recibe un apoyo muy limitado del Estado.

Hablemos de su investigación, ¿qué ventajas previas tenía para embarcarse en la búsqueda de la prueba molecular? ¿Su estudio sobre el Alzheimer lo ayudaba de alguna manera?

No directamente. Eso es interesante. Un ente evaluador en el Perú diría: “Uy, acá viene el doctor Málaga, con sus colaboradores, nunca han hecho un estudio de coronavirus, nunca han trabajado en virus, nunca han hecho una prueba de diagnóstico molecular, no les doy el dinero, no parece que tuvieran la preparación suficiente”. Pero dime, ¿quién puede tener experiencia en este virus? En mi caso, yo tengo un PHD en microbiología e inmunología, esa es mi área, pero yo terminé migrando hacia los priones y el tratamiento del Alzheimer, aunque los priones también son parte de la microbiología. En general, en ciencias de la vida, sea que trabajes con cáncer o neurobiología, es muy usual que uses herramientas moleculares, genéticas y celulares. Entonces, ¿qué se necesita para producir una prueba molecular de diagnóstico? ¿Cuál es el conocimiento necesario? Saber mucho de ADN, ARN y técnicas moleculares, bioquímica, PCR, y eso está en el laboratorio. Es como saber cocinar.

¿Cómo? Explíqueme eso.

Si eres Gastón y le pides un arroz con huevo, lo hará muy bien. No vende eso en su restaurante, pero lo hará bien. Alguien que prepara anticuchos también puede hacer un lomo saltado. No es su negocio, pero maneja las herramientas, los ingredientes y los utensilios, y esa es la razón por la que hemos podido conseguir las pruebas moleculares.

¿Por qué el Perú no tiene figuras científicas importantes que acompañen al presidente en esta crisis como sí hay en otros países, como Estados Unidos, o Alemania?

Bueno, lo mismo que dijimos al inicio de la entrevista, porque la ciencia no tiene un papel en la sociedad o la política. No hay una cultura científica desarrollada, y por lo tanto nadie percibe que la ciencia es un enfoque importante para cualquier política pública. Mira, yo creo que el presidente tuvo una respuesta muy acertada, firme y temprana al inicio de la pandemia, fue ejemplar. Y de pronto se armó un debate sobre si estaba enfrentando al virus con ciencia. Y ellos respondieron que sí, que habían llamado a las mentes más brillantes del país. Y tú veías -y esto no tiene ninguna carga negativa- puros médicos eminentes. Y nosotros reclamábamos y decíamos: “Convoquen a los científicos”. Y ellos respondían: “Pero si ya están acá”. Entonces, la gente no entiende la diferencia. Un médico puede ser un gran científico si es que se dedica a investigar sus temas, pero no sabe todo, como un físico no sabe todo y un biólogo tampoco. Lo que se requería eran equipos multidisciplinarios que no solo vieran el tema hospitalario.

¿La palabra ciencia no aparece en los discursos de 28 de julio?

Ningún gobierno, desde que tengo memoria, ha tenido esa perspectiva. Vizcarra es ingeniero, está muy bien educado, pero sí, ningún presidente ha mencionado la palabra ciencia en un 28 de julio. Búscalo.

Hay mucho entusiasmo por el retorno de científicos nacionales al Perú, pero el problema es siempre la falta de laboratorios, personal calificado y presupuesto para investigaciones de largo aliento. Si esto es así, ¿por qué decidió volver al Perú?

Era un reto de vida. Era un reto mayor. Cuando uno es adolescente piensa qué hará con su vida y cuando uno pasa los 40 se pregunta qué hicimos y en qué servimos. En mi caso, no teniendo hijos o una familia, la idea de la utilidad de mi paso por el mundo iba un poco más allá. Me decía: “Caray, soy científico en Alemania, formo generaciones de científicos jóvenes, dicto clases”. Pero ayudar a mi país siempre fue un tema pendiente. Ahora, ¿cómo ayudas desde fuera si el peruano no se deja ayudar? Algunos lo hacen, pero es difícil. Así que decidí retornar. Fue en un momento de mi vida en que pude hacerlo. Generalmente tienes mucho que perder cuando dejas un país como Alemania y vuelves al Perú. Para empezar, vas a ganar cuatro veces menos de lo que ganabas allá, no te van a comprender, no te van a financiar, nadie te va a poner un laboratorio. Tienes todas las de perder, pero yo lo veo como empezar a sembrar, a dejar un legado, y a demostrar que es posible.

¿Qué inspiró su trabajo sobre el Alzheimer? ¿Cuál fue su motivación?

Yo al Alzheimer llegué por los priones, que son los agentes que causan el Mal de las Vacas Locas, y en humanos provocan daño neurodegenerativo, son infecciosos, y esto es lo que me lleva ahora al virus. Yo estaba en Europa, en los noventa, cuando se dio la crisis de las vacas locas. Y me pareció interesantísimo que esas partículas, que solo tienen proteína, a diferencia de los virus, que tienen código genético, fueran capaces de multiplicarse y afectar a las personas. El concepto era revolucionario. Allí no hubo altruismo. No es que mi tía o mi abuelo murieron de ese mal. Era un súper reto, para toda la vida. Ese es otro tema de concepción que tenemos acá. Te preguntan: “¿Cuándo acaba tu proyecto?”. El proyecto nunca acaba, tú te dedicas el resto de tu vida a estudiar el cerebro, el cáncer, el Alzheimer.

¿Y en qué momento pasó de los priones al Alzheimer?

Sucedió que el laboratorio en el que yo estaba hizo dos aportes interesantes para saber cómo los priones causan enfermedades neurodegenerativas y eso se volvió interesante para el tratamiento del Alzheimer, porque se entendió que era el mismo mecanismo que usa la amiloide beta (la proteína que causa el Alzheimer) para hacerle daño a las células.

Estuvo unos cinco años en el Instituto Max Planck de Alemania, que tiene 18 premios nobeles y ahora mismo encabeza varios esfuerzos para encontrar tratamientos para el coronavirus, ¿qué tan estimulante es formar parte de una organización como esa?

Eso es como haber estado con la mujer de tu vida y dejarla ir (sonríe). Es haber estado en la cima y no volver a rozar esa felicidad. Es por supuesto muy estimulante para un científico joven hacer un doctorado en el Max Planck, o en el Pasteur (Francia), o en el MIT (Estados Unidos). Son instituciones de élite. Pero el Max Planck, aparte de sus premios nobel, tiene una tradición intelectual fascinante. El ambiente científico en Europa es muy completo. A veces en Estados Unidos tienes gente que es muy nerd, que sabe mucho de lo suyo, como Sheldon, pero nada más. En Europa hay gente renacentista. Los jefes del Max Planck son personas que además de ser súper científicos cultivan el arte, escriben novelas.

Se fusionan la ciencia y la cultura.

Claro, se entrelazan. Y en ciudades como Tübingen o Konstanz, donde estuve, todos los sabios que han pasado por estos lugares, desde la Edad Media, te hacen sentir cierta responsabilidad, tienes que ser parte de eso, no puedes desentonar. En Tübingen, por darte un ejemplo, a donde yo llegué para hacer mi doctorado, pocos años después ganó el nobel Christiane Nusslein-Volhard, por descifrar el plan genético de cómo se forma el embrión de una mosca. Pero en esa misma ciudad vivió (Aloiz) Alzheimer, o Goethe, o Kepler, o Hermann Hesse. Tienes una cantidad de luminarias que te hace sentir el peso de la historia. Eso te marca para siempre.

¿Cuánto influyeron sus padres en su formación académica?

Muchísimo, tuve un padre pediatra y una madre obstetra y ginecóloga. Y eso significó una exposición temprana a temas médicos y científicos. Aunque a mí siempre me apasionó la astronomía: Carl Sagan, PTolomeo, Copérnico, todas esas cosas me fascinaban. Pero mis padres fueron decisivos. Mi padre me llevaba al quirófano a los 8 años. Y yo veía, muy chiquito, cómo operaban a alguien.

¿Hay alguna canción suya en la discografía de Arena Hash? ¿O alguna en la que usted haya contribuido?

No, no. En Arena Hash yo fui más que nada un músico de apoyo. Yo tenía mi propia banda y lo que pasó con Arena fue que cuando iban a salir en su primera gira, Christian (Meier) no estaba y Pedro (Suárez-Vertiz), un amigo de toda la vida, me pidió que lo ayudara. Tocamos varios meses pero no intervine en la parte creativa. Había mucha camaradería. Eran finales de los 80, la situación económica era desastrosa, no era fácil comprar una guitarra o un amplificador, y las bandas eran como una familia grande, y si a alguna le faltaba algo, tú prestabas tu instrumento o reemplazabas a alguien.

¿Y usted tiene composiciones propias?

Sí.

¿Y esas composiciones están plasmadas en algún disco?

No, nuestra banda era de escenarios, hacíamos muchas presentaciones. Al final grabamos dos temas, algunos sonaron en Studio 92, pero no puedo decir sus títulos porque el mundo ha cambiado y serían políticamente incorrectos.

Periodista formado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es editor y reportero del suplemento Domingo de La República. También ha publicado en el diario El Tiempo de Colombia y La Tercera de Chile. Fue reportero de la sección política de este diario. Tiene un blog sobre fantasía (cuervosobrepalas.wordpress.com) y otro en el que comenta su trabajo periodístico (cambiodetitulares.wordpress.com)