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Los olvidados de la pandemia

Los masajistas invidentes no pueden trabajar desde que se decretó la cuarentena a causa del Covid-19. La mayoría de ellos son pobres y no pueden procurarse otros ingresos. Necesitan ayuda.

Masajista Gina García en el local de la Unión Nacional de Ciegos.  Fotografía: Melissa Merino
Masajista Gina García en el local de la Unión Nacional de Ciegos. Fotografía: Melissa Merino

El último jueves, la señora Gina García recibió el obsequio de un paquete de víveres de parte de las personas que ayudan a la Unión Nacional de Ciegos (UNCP). Le cayó del cielo porque no trabaja hace dos meses y no tiene otro ingreso. Ella se desempeñaba como masajista en el local de la UNCP, en la Plaza Bolognesi, pero el Covid-19 lo paralizó todo y perjudicó su economía.

Ella tiene un niño de cuatro años y debe estar atenta a cualquier ayuda que pueda conseguir para poder comer. Antes, como masajista, podía atender entre cinco y ocho pacientes diarios, pero ahora pasa los días en su casa, cuidando a su hijito y buscando qué hacer para tener ingresos. No recibió ningún bono, pero algunos amigos la ayudan.

“Yo estudié terapia física. Hace seis años que atiendo pacientes en el local de la Unión Nacional de Ciegos. Todos los que trabajamos allí vivimos de lo que ganamos a diario. Es decir, vivimos al día. Si no trabajamos, no comemos. Además, tengo un niño que depende de mí. El problema es que entre los trabajos que van a empezar a atender, estamos al último”, cuenta.

Gina no solo debe salir para buscárselas; al mismo tiempo tiene que cuidarse mucho por su hijo. Si ella se enferma, ¿quién lo cuidará? Tiene una hija mayor que ya ha formado su propia familia. La joven a veces la visita y la ayuda en la casa, pero no muy seguido.

La comunidad de masajistas invidentes está nucleada alrededor de la Unión Nacional de Ciegos del Perú (UNCP), que ha sido la impulsora de esta disciplina en la capital. La mayoría de ellos tienen pocas posibilidades de acceder a otros trabajos porque no tienen la formación suficiente o son discriminados por ser invidentes. La mayoría la está pasando muy mal.

En la UNCP hay cerca de 300 socios y de ellos el 80% se dedica a los masajes. “La pandemia nos ha causado mucho perjuicio laboral, social, económico”, dice Javier Silva, presidente de la UNCP. “Incluso cuando todo empiece a normalizarse, la desconfianza va a estar presente y pocos van a venir a buscar nuestros servicios por temor al contagio”, comenta.

Llamado de ayuda

Hay también masajistas ciegos no vinculados a la UNCP que trabajan en distintos lugares de la capital. Es el caso de la señora Agripina Gonzales, de 50 años. Ella es masajista desde hace quince años, y en los últimos años ha trabajado en la zona de esparcimiento del Jockey Club. Atendía unos cinco pacientes diarios pero ahora, como sus colegas, no tiene trabajo.

“Esta situación es terrible. No tengo ingresos, no he recibido bono ni canastas, y además estoy debiendo el alquiler. Antes podía trabajar, pero ahora no. Si no fuera por mi hijo que trabaja con su moto, no tendríamos ni para comer”, cuenta su drama. Tiene tres hijos, la menor de 12 años. Su esposo, Jacinto Martel, también invidente, tampoco puede trabajar.

Cuenta que hace un tiempo la llamaron de la municipalidad de su distrito y le pidieron sus datos para darle una ayuda en víveres. Ella esperó, como le dijeron, pero nunca la volvieron a llamar. “Lo único que quisiera pedir es que algún ministerio, el Conadis o alguna institución privada me ayude. Y ayude a los masajistas invidentes que seguro están en la misma situación” dice.

La Unión Nacional de Ciegos del Perú ha hecho llegar en las últimas semanas al Midis, a la Municipalidad de Lima, y a otras instituciones, varios correos explicando su situación y pidiendo ayuda, pero hasta el momento no ha sido escuchada.

El dirigente Javier Silva dice: “En los ministerios nadie te atiende porque no hay nadie. Te dicen que mandes un correo. Lo hacemos y nadie nos responde. En la municipalidad de Lima dicen que la ayuda en canastas a nuestros afiliados la deben hacer llegar los municipios en sus distritos. Tenemos el listado de nuestra institución, gente que necesita ayuda, pero no nos escuchan”.

Ante ese panorama, nos preguntamos: ¿Quiénes son los ciegos?

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