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Domingo

Hoy como ayer, Benny

Benny Moré, la voz de la música cubana, habría cumplido cien años ayer sábado. Un recuento de su única e intensa visita al Perú en 1958. ¡Elige tú que canto yo!

Ha cumplido cien años el Benny, aunque los muertos no cumplan años. Nada más vivo que una voz que sigue inquietando al mundo. En esta época de timbres artificiales, fabricados en estudios y departamentos de marketing, su voz cristalina, macerada en ron, se mantiene en el olimpo de la música popular bailable del Caribe.

Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez llegó al siglo ayer sábado 24 de agosto de 2019. Los homenajes no faltaron. En Cuba y en los demás países que lo acogieron alguna vez, allá por los años cincuenta.

¿Pero qué sentido tiene conmemorar el nacimiento de un hombre que murió hace casi sesenta años (19 de febrero de 1963)? Un aniversario de esta envergadura se recuerda cuando se trata del origen de un movimiento o una corriente, la creación de una obra mágica, un descubrimiento que marca un hito en la historia o el inicio de una revolución.

La aparición de Benny Moré es todo eso, en gran medida. El palo más duro (y virtuoso) del monte. Que lo digan los que saben.

«Un prodigio de la naturaleza. El tronco de la música cubana». Agustín Pérez Aldave, periodista peruano desafinado, pero con mucho ritmo.

«Una voz que tomaba cada vocal y la volvía tersa, alargada, con carácter, pero con romanticismo al mismo tiempo. Si Benny Moré solo fuera una palabra, esta sería dicción». Daniela Boissieu, investigadora musical colombiana, curiosa de profesión.

«¿Tú has visto un sinsonte cantando en un palo de mango? Eso es Benny Moré». Sergio Santana Archbold, cubano nacido en San Andrés, pero criado en Medellín.

«Lo que más me sorprende de él es lo mucho que sabía hacer con la música sin saber técnicamente nada de ella». Marcela Joya, periodista colombiana.

Han sido los colombianos, precisamente, como buenos historiadores de la salsa y de todos los géneros musicales afrolatinos que caben en el pote, quienes, en el 2013, se lanzaron a contar la historia de Benny Moré fuera de Cuba y de México en un proyecto colectivo que incluyó su única visita al Perú en junio de 1958.

«Quise darle un carácter universal», dice el compilador de Benny Moré sin fronteras (Ediciones Santo Bassilón.2013), Sergio Santana Archbold, un ingeniero civil que escribe libros.

La responsabilidad de aquel capítulo recayó en Agustín Pérez Aldave, un melómano que estudió literatura y terminó en el periodismo.

Nos gobernaba por segunda vez Manuel Prado Ugarteche; el aeropuerto de la capital no quedaba en el Callao sino en San Borja, donde después se levantaron las famosas Torres de Limatambo; la televisión estaba por implantarse en el país; las discotecas se habían afrancesado y se llamaban boîtes; y se estaba disputando el Mundial de Suecia 1958 donde brillaría un nene brasileño apodado Pelé.

Según Pérez Aldave, apoyado en los diarios de la época, Benny Moré arribó al Perú el martes 10 de junio luego de una breve temporada en Nueva York junto al pianista Rolando Columbié.

Algo que llamó la atención, pues por aquel entonces “El Bárbaro del ritmo” ya llevaba cinco años de haber fundado su banda gigante, un formato ambicioso con 18 músicos inspirado en los conjuntos de jazz. Su tribu lo acompañaba a todas sus giras. Pero en aquella ocasión sería Armando Boza, un saxofonista panameño afincado en el Perú, quien se encargó de su marco musical, armándole una big band con músicos nacionales.

El bendito culpable de su visita era Juan Silva Villacorta, un locutor y empresario que dirigía Radio La Crónica, el medio de comunicación más poderoso de esos años. Las radios eran el Netflix de la época. La gente las sintonizaba en busca de radionovelas lacrimógenas y conciertos en vivo.

Tres son las curiosidades que Pérez Aldave recoge en su texto: el encuentro de Benny Moré con los futbolistas Máximo ‘Vides’ Mosquera, Severiano Ramos, Mario ‘La Foca’ Gonzales y Luis Navarrete en el Olímpico, un bar en los bajos del Estadio Nacional, y su promesa inconfirmable de ver un partido de Alianza Lima; una minigira de Benny por Ica, Pisco y Chincha; y que un Arturo ‘Zambo’ Cavero, de apenas 18 años y sesenta kilos, lo acompañó en la percusión por ser músico de planta de Radio La Crónica.

La Crónica de hoy

El presente puede ser cruel con quienes lo enfrentan. Juan Silva Vidaurre —saco, chalina y mostacho— está parado en la cuadra 6 de la avenida Tacna, en el Centro de Lima, frente a lo que fue el imperio de su padre. El edificio que durante dos décadas albergó a radio La Crónica y al periódico del mismo nombre (de tres ediciones) hoy es un supermercado.

Silva da unos pasos atrás, cruza la pista, y se detiene en un sardinel para tener un mejor panorama. Con el índice empieza a señalarme la oficina de su padre, donde cerraba los contratos, la redacción fantasma, y el teatro para cien personas donde Benny cantó durante tres semanas. Así es, Benny Moré tuvo un ritmo de presentaciones frenético que incluyó las boites Las Brujas, el Embassy, así como la revista musical Bim Bam Bum que se movía por todo Lima.

Según cuenta Guido Monteverde, un temible periodista de espectáculos de aquel entonces, el cubano descendiente de esclavos congos cobró siete mil dólares semanales, por los que Juan Silva Villacorta lo exprimió.

«A mi padre los músicos lo fastidiaban duro. Le decían: no nos vayas a hacer lo mismo que le hiciste a Benny Moré. Pero estoy seguro que lo ‘arregló’».

Son tres las copias en cassette que Silva Vidaurre rescató de los shows de Benny Moré en el teatro de La Crónica. Una se la regaló a Luis Delgado Aparicio ‘Saravá’, uno de los difusores más importantes de la salsa en el país, y otra a Héctor Lavoe, en Lima, cuando nos visitó en 1986, también por única vez. A raíz de este viaje en el tiempo se ha jurado buscar la restante en donde opera La Crónica actualmente: una habitación en el techo de Radio Nacional.

Cortez, el original

«Yo no sé, no sé decirte cómo fue. No sé explicarte qué pasó, pero de ti me enamoré». Un anciano de talle largo y bigote coqueto entona el mítico bolero del Benny, en esta noche húmeda, en Barranco.

Es Alberto Cortez, un cantante peruano de sones y guarachas que alguna vez integró La Lecuona Cuban Boys junto al eximio pianista ‘Bebo’ Valdés, y que conoció a Benny Moré en Maracaibo, Venezuela, unos años antes de su llegada al Perú.

Cortez no se cansa de contar la anécdota a sus casi 90 años: Moré se olvidó las partituras en aquella gira, y lo buscó en su hotel para le prestara las suyas pues le habían dicho que había un peruano que le hacía tributos y dominaba su repertorio. Sellaron su amistad con el préstamo y unos tragos.

La estadía de Moré, el ‘Bárbaro del ritmo’, fue tan intensa que aún hay mucho por desentrañar. «Cuando su hija mayor me recibió en su casa a las afueras de La Habana me contó que Benny paraba cantando Ódiame, nuestro famoso valse peruano», dice Martín Gómez, periodista del portal Salserísimo Perú, quienes el año pasado lanzaron un especial por los 60 años de la visita de Moré.

Todo esfuerzo será bienvenido. Hoy como ayer.

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