Carlos Neuhaus: “Esto ha costado 10 veces menos que las Olimpiadas de Londres”
Administrador de empresas. Tiene una maestría en Negocios Internacionales por la Thunderbird School of Global Management.
Como tablista, está acostumbrado a correr grandes olas, pero, como presidente del Copal, Carlos Neuhaus ha tenido que enfrentar más de un tsunami completo. Cuando lo nombraron, se habían perdido casi tres de los seis años que tomaría la organización del evento y, luego, le llovieron críticas cuando decidió hacer un acuerdo gobierno a gobierno con Gran Bretaña para acelerar el proceso. Ahora, a apenas unos días del inicio de los Juegos Panamericanos, nos dio un paseo por una irreconocible Videna, como para demostrar a sus críticos que, pese a todo, sí logró cumplir con los plazos.
¿Por dónde llega a la presidencia de Copal: por los negocios o el deporte?
Cuando estaba en Cofide, conocí al presidente Kuczynski. Seguro de ahí me tenía ubicado. Diría: “Bueno, este patita que tiene perfil de deportista, que manejó una asociación (la de Tabla), que tuvo títulos mundiales, que ha hecho proyectos inmobiliarios, más o menos podría calzar…” Me tocaron el tema y les dije que se necesitaba tener algunos dispositivos especiales. Con la experiencia del terremoto de Pisco, y hasta del terremoto de Huaraz, el Perú siempre ha tenido problemas en sacar adelante estos asuntos, porque se prestaban a corrupción, o porque todo el mundo dudaba, o por la burocracia…
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¿Y cuál ha sido el desafío más grande al frente de los Panamericanos?
Cuando uno hace deporte, está acostumbrado a retos. He corrido olas desde que tenía catorce años. Y cuando uno entra al mar, a veces corre olas grandes o estás en una playa y de repente se te cierra la bahía con unos olones inmensos. Yo decía: “Si he superado esto, y he hecho algunos proyectos, y confío en la ingeniería peruana, sí puedo”
¿Pero cuál fue el olón más grande que tuvo que sortear?
Cuando teníamos que definir con qué país hacíamos el convenio de gobierno a gobierno, empezamos con uno que empezó a poner dificultades. ¡El verano del 2017 fue horrible!
¿Por qué?
Por las condiciones que nos ponían. Era: “Ustedes se quedan tranquilos en su oficina, nosotros nos vamos a trabajar y les entregamos los juegos”. Así no, pues, tampoco, tampoco. Yo quería asesoramiento de gente que ya hubiera hecho esto, porque nadie lo había hecho acá. Felizmente apareció el embajador de Gran Bretaña en ese momento y nos dijo: “Ya tenemos la posibilidad de un convenio de gobierno”. Y dijimos: “Bueno, es mucho menos de lo que estaban cobrando los anteriores, y además con legado y con transmisión de conocimiento”.
Pero (ese convenio) ha sido criticado por quienes dicen: “¿Acaso no teníamos la capacidad de hacerlo solos?”
Cuando me decían que podía hacerse entre los peruanos, yo decía: “Sí, pero no es lo mismo hacer un Panamericano, que es una responsabilidad en toda la región, que hacer tu interescolar nacional”. Además, con dos años diez meses (de atraso) y con el sistema legal que teníamos, imposible. La otra opción era contratar a una de estas consultoras internacionales que me iban a cobrar diez veces más y tampoco iban a poder utilizar sistemas internacionales. El único que podía hacerlo era un país.
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¿Cómo es el proceso?
Nosotros firmábamos con el país y el país ya luego nos presentaba a las empresas que nos iban a ayudar a gerenciar el proyecto y, a través de los mecanismos de contratación internacional, logramos avanzar. Nuestros modelos son obsoletos. Ellos tienen un modelo que, si hay algún problema con la obra, no se para. Además, pedimos desde un inicio que la Contraloría esté al lado nuestro.
Se habla mucho del legado de los juegos. ¿Qué es exactamente y cómo se mide?
Hay varias formas. Tienes el legado deportivo, que marcaría un antes y un después en el deporte nacional. A partir de los Juegos Olímpicos en Barcelona, España dio un salto sustancial en el deporte, la ciudad de Barcelona se puso al día en muchas cosas y se volvió un hito turístico. Entonces, hay un legado para la ciudad. Hay muchas obras que se han hecho. Si no hubiera sido por los juegos, la Panamericana Sur no se hacía. Luego está el legado económico. Hemos generado medio millón de puestos de trabajo. Hasta los restaurancitos que hay aquí, a la vuelta, han ganado con la construcción. Después, hay un legado no previsto, que es la manera de contratar que hemos utilizado.
Si se replica eso, ¿podría aplicarse a otras contrataciones del Estado?
Esto definitivamente va a cambiar la forma de contratar del Estado. Hemos logrado formar un equipo de gente con mucha mística, porque esta es una oportunidad única en la vida. Una de las chicas que trabaja con nosotros está feliz, porque la acaban de contratar para (los Juegos Olímpicos de) Tokio. Nuestra gente va a empezar a ser captada por otros países.
¿Eso son los gitanos olímpicos?
Definitivamente, esta chica se va a convertir en gitana olímpica.
¿Qué son exactamente los gitanos olímpicos?
Ningún país organiza cada año o cada cuatro años este tipo de juegos. Pero hay Juegos Olímpicos, de invierno, de verano, hay mundiales de fútbol, mundiales de los otros deportes, Panamericanos, europeos, etc. Entonces, las personas que participan en estos juegos –y he empezado a conocer varias que tienen seis o siete juegos- es gente que, como yo digo, ya pateó esa piedra más de una vez, que ya sabe cómo funciona, cuáles son los problemas que suceden en cada una de estas cosas. Con ellos, no vas a patear la misma piedra.
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Se dice que el impacto más importante de los juegos es hacer más competitivos a los atletas peruanos. ¿Se ha avanzado en esto?
Eso va a mover, pero una generación deportiva no se logra en dos años. Esto va a hacer que muchos chicos, que no tenían ni idea de algunos de los deportes, se empiecen a interesar. Muchos chicos van a decir: “Uy, yo quiero ir a patinar. O quiero hacer hockey. O rugby”. Lo que pasa es que aquí o juegas fútbol o juegas vóley o, si no, no haces deporte.
¿Estamos enfermos de fútbol?
Sí, pues. Ya nos va a dar indigestión. [Risas]
La idea es que los deportistas peruanos que salgan de acá puedan ser competitivos en las Olimpíadas. ¿Alguna vez podremos celebrar un triunfo mayor que el puesto 15 que nos trajo Gladys Tejada?
Definitivamente. Yo vengo de la tabla y nuestra política fue, durante muchísimos años, sembrar abajo, en chicos de 10, 12 años. Y los profesionales se quejaban: ¡Deberías hacer campeonatos internacionales! Pero en un campeonato profesional me gastaba medio millón de dólares y esa plata era para que compitan cuatro peruanos. Si invertía esa plata para hacer campeonatos en todo el litoral, conforme estos chicos van ganando y haciéndose su nombre, iban consiguiendo sus propios auspicios.
De todas las críticas que le han hecho, ¿cuál ha sido la más injusta?
Yo he tenido la suerte de estar en muy buenas universidades y, cuando era chico, tenía asma. El deporte me sacó de eso. Por eso digo: “¡Estos panzones [risas], que pontifican desde algún lado y hablan con una propiedad, no han jugado ni bolitas! Seguramente han tenido alguna frustración en su vida de no haber hecho nada”. Los griegos inventaron las Olimpiadas, Grecia es la cuna de la civilización, y ellos paraban las guerras cada cuatro años para hacer competencias deportivas. Y no era un circo. En el circo están los payasos.
Cuando comienza el proceso, se hablaba de que el costo global de los juegos iba a ser 1200 millones de dólares. ¿Ha sido suficiente?
Me va a sobrar plata. El plan maestro que yo recibí era aproximadamente 5000 millones con impuestos. Está saliendo aproximadamente en 4300 con impuestos.
Se dijo que iban a darse 470 millones para infraestructura. ¿Se ha gastado todo y qué tanto es recuperable?
Si lo vemos para cumplir con los juegos, es un gasto. Pero si lo vemos para invertir en el futuro de los deportistas, es una inversión. Y las sedes. Me dicen las federaciones: ya me han pedido para hacer un campeonato mundial sub 20 en atletismo. Otros, que quieren programar Panamericanos de natación. El nivel que nosotros tenemos en infraestructura ya es de estándar internacional.
Lo que sí es totalmente recuperable es la Villa Panamericana, ¿verdad?
Sí, hay un equipo que ya está trabajando esto. Ahora, el 99% de mi tiempo está en cumplir con esto, pero una de las cosas que nos permitió hacer ahorros es que, para la Villa Panamericana, me encontré un proyecto de 39 torres de 8 a 10 pisos. La hicimos en siete torres y hemos liberado unos 90 mil metros cuadrados de tierras urbanizables que pueden valer entre 300 y 500 dólares el metro. Después, en lugar de hacer tres polideportivos, dijimos: “reprogramamos los deportes en dos”. Un polideportivo iba a ser en San Isidro, muy bonito, vista al mar, pero el costo era impredecible. Dijimos: “bueno, como nos ha sobrado espacio en Villa Salvador”, lo llevamos allí. Y es mucho más barato y sin el riesgo del acantilado.
La organización misma iba a costar 430 millones... ¿Es así?
Todo el proyecto es 4300 (millones), de eso 2200 es infraestructura, el resto es infraestructura temporal y la organización puede ser más o menos 500…
Dividido entre unos 7000 atletas, son unos 60 mil dólares por atleta. ¿Es el promedio en estos eventos?
No tengo los datos exactos, pero lo que sí te digo es que esto ha costado 10 veces menos que las olimpiadas de Londres.
¿En qué rubro se ha ahorrado más?
En las construcciones. Al redimensionar las construcciones… Por ejemplo, íbamos a usar el Estadio Miguel Grau del Callao para el fútbol y había que hacer cirugía mayor en las tribunas, porque están mal consolidadas. Entonces, el rector de San Marcos me llamó y por la mitad remodelamos San Marcos y hay un legado.
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Hay quienes dicen que, después de todo este trabajo, usted termina siendo un ministeriable. ¿Le tienta?
¿Cuántos ministros ha habido y cuántos que han hecho Juegos Panamericanos hay? Yo ya cumplí con creces y hemos mostrado el camino de cómo se pueden hacer las cosas. Eso no quiere decir que no esté para ayudar a mi país cuantas veces sea necesario, pero no me llama la atención la circulina.
Ya a finales de este proceso, ¿cuál ha sido su gran aprendizaje?
Seguir conociendo a las personas. Hemos logrado un gran consenso en el país, pero siempre ha habido el Don Pésimo que dice: “Acá todo está mal, aquí hay algo raro, algo malo habrá”. Yo voy a terminar con la conciencia súper tranquila, pero sabiendo que vendrán estos señores que buscan específicamente el más pequeño error y se cuelgan de ahí. En el Perú tenemos que salir de enfrentarnos los unos contra los otros y una respuesta positiva es que, cuando todos nos unimos detrás de un objetivo, podemos lograr grandes cosas. Y creo que hemos logrado eso con este proyecto, aunque ha sido muy difícil, contra la corriente y cuesta arriba.