¿Sabías que la papa fue el ‘regalo’ de América a Europa y la salvó de la hambruna?
Tras su llegada desde el Nuevo Mundo se creía que la papa era venenosa y nadie deseaba comerla. Su aceptación fue obra de un notable francés y cambió por completo la alicaída dieta de milenios en Europa.
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La papa, el arroz y el pan son los mejores ejemplos de que, pese a que el mundo no está corto en alimentos, a veces es necesario un producto de fácil acceso para asegurar el desarrollo de las sociedades, evitar la hambruna y sostener un suministro que permita crecer a toda una región.
Sin embargo, la realidad es mucho más cruda de lo que imaginamos, y los registros de hambrunas son recurrentes en la historia universal. De todos los ejemplos anteriores, la papa es probablemente la que más trabajo necesitaba para adaptarse a otros ambientes, especialmente en Europa.
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Desde la edad moderna, las guerras en Europa se desataban por hambrunas. Foto: History.com
Originaria de Sudamérica, precisamente de los Andes y el Alto Perú, su cultivo en otras partes del mundo fue un logro que necesitó de mucho esfuerzo, especialmente de un personaje en particular.
El largo viaje de la papa al Viejo Mundo
Ya que se trata de un tubérculo, es decir, un producto de la tierra, la aceptación de la papa no fue tarea fácil cuando se trasladó por primera vez a Europa desde los Andes sudamericanos.
Había sido domesticada por las culturas preincaicas apenas 8.000 años a. C. y, tras la colonización, llegó a Europa durante el siglo XVI.
Los propios incas tenían un especial trato para este tallo, que aparecía en terrazas exclusivas junto al maíz y la quinua.
Fue primeramente popular entre los viajeros atlánticos, por su peculiar sabor y por su resistencia a estropearse. Pero, cuando los exploradores llegaron a Europa y la presentaron allí, fue vista más como una especia de rareza, un ornamento botánico que no debía servir de alimento necesariamente.
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El prejuicio sobre la papa en Europa
Entre los primeros que tuvieron acceso a la papa desde el Nuevo Mundo estuvieron los clérigos, quienes empezaron a crear esta leyenda de una planta misteriosa y posiblemente venenosa.
Como el estómago europeo no estaba acostumbrado a este duro conjunto de carbohidrato y almidón, a menudo sufrían de cólicos tras su consumo, y muchos perecieron por envenenamiento.
El pacificador de la papa en Europa
Antoine Parmentier con plantas del Nuevo Mundo. Foto: Palace of Versailles/ François Dumont
Gracias al trabajo de Antoine Parmentier, un naturalista, nutricionista y agrónomo francés, la papa pudo convertirse en uno de los suministros alimenticios más cruciales de la Europa moderna.
¿Cómo descubrió Antoine Parmentier la papa?
Su relación con la papa fue especial desde un inicio. Durante la Guerra de los Siete Años (1754-1763), Antoine fue capturado por los prusianos, que lo obligaron a comer papa.
En Francia, la papa era solo servida a los cerdos, pero tras probarla y comprobar sus propiedades decidió dedicar su vida, posterior a la guerra, a propalar el tubérculo como una de las mejores alternativas alimentarias.
Federico II el Grande de Prusia había introducido la papa en su nación, lo que conllevó a que Parmentier la probara durante su cautiverio. Foto: Berlin Experiences
El siglo XVIII en Europa estuvo plagado de guerras, pero eran cada vez más comunes las necesidades de alimento de las naciones, por las cuales estallaban también revueltas y revoluciones.
Según un estudio del National Bureau of Economic Research, realizado por economistas de la Universidad de Colorado, la Universidad de Northwestern y de Harvard en 2017, la introducción de la papa como alimento en Europa (promovida por Antoine) redujo significativamente la hambruna en el continente.
No solo ello, sino que también tuvo un impacto significativo en la reducción de conflictos por alrededor de dos siglos, especialmente por evitar los levantamientos de campesinos.
En siglos posteriores, la papa siguió siendo un alimento importante, sobre todo en tiempos de guerra. Foto: BBC
No sería hasta el sangriento siglo XIX que Europa volvería a convertirse en un desolado campo de batalla, tras las conquistas de Napoleón, las disputas coloniales y el avance bélico y tecnológico tras la segunda Revolución Industrial.
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