Cultural

Benito Taibo: “La poesía hace que el mundo sea un lugar menos jodido”

El poeta, escritor y periodista mexicano fue uno de los invitados a la FIL de Lima 2023, en donde presentó, entre otros libros, Pasar inadvertido, una selección viva de sus poemas. 

Benito Taibo poeta, escritor y periodista mexicano fue invitados a la FIL de Lima 2023. Foto: Antonio Melgarejo/La República
Benito Taibo poeta, escritor y periodista mexicano fue invitados a la FIL de Lima 2023. Foto: Antonio Melgarejo/La República

Suelto, resuelto, campechano. Benito Taibo, el poeta mexicano, ha hecho un alto en la Feria del Libro de Lima para responder sobre poesía. Se hizo poeta porque, dice, en su familia, por metro cuadrado, había muchos Taibo escritores. Pero igual ha resbalado en la tentación de escribir novelas, entre otras, Polvo, Persona normal, Corazonadas, Querido escorpión, con las que se ha convertido en un gran promotor de la lectura en su país.

Como poeta, ha publicado Vivos y suicidas, Recetas para el desastre y De la función social de las gitanas. Pero nosotros, para aterrizar en la conversa, tenemos sobre la mesa Pasar inadvertido (Seix Barral) una viva selección de sus poemas.

― Si nosotros ya teníamos un lenguaje para decirnos las cosas, ¿por qué hubo la necesidad de crear un lenguaje nuevo, el poético?
Porque el corazón tiene otra forma, distinta, de expresar. Tiene otro ritmo. Su latido muestra otra cosa. Yo creo que la poesía es el perfume de las palabras. Se van poniendo en un alambique y de allí van saliendo solo las precisas y necesarias. Cuando se vuelven voz, demuestran en su sonoridad, su importancia y su valía.

― ¿Qué ejes han ido guiando su escritura poética?
Yo soy apasionado de dos grandes momentos poéticos de la literatura. Uno, el Siglo de Oro Español y, dos, la Generación del 27. Y tiene que ver con la sonoridad y la construcción de las palabras, de cómo resuenan en tu oído y cómo, de repente, te das cuenta de que nada de eso, humano, puede serte ajeno: “polvo serán, mas polvo enamorado”, decía Quevedo, por poner solo un ejemplo. Puedo citar otros de la Generación del 27, que son martillo sobre piedra; o César Vallejo o Antonio Cisneros. Le digo, uno de mis libros de cabecera que me ha acompañado desde finales de los 70 es Canto ceremonial contra un oso hormiguero. Está en mi casa, en mi habitación como un testimonio de que la poesía hace que el mundo sea un lugar menos agreste, menos jodido, mucho más luminoso de lo que es. Giuseppe Ungaretti decía “me ilumino de inmenso”. Yo estoy convencido de que la poesía nos ilumina de inmenso todos los días.

― Usted ha dicho que para escribir narración tiene mucho valor lo claroscuro y acaba de decir que la poesía tiene luminosidad. ¿No funciona lo claroscuro en la poesía?
Por supuesto. Hay poesía negra, hay poesía oscura, están los poetas malditos, están los grandes poemas de los desastres. Sabe, en una conferencia que estaba dando Borges en 1950, de repente, al final un periodista, con muy mala leche –no todos los periodistas tenemos mala leche, ni tú ni yo–, preguntó: “Maestro, ¿para qué sirve la poesía?”, y Borges, respondió: “Señor, ¿y para qué sirven los amaneceres?”. Fue una buena respuesta en el sentido de que la poesía sirve, exactamente, para lo mismo que sirven los amaneceres. No sirven para nada, pero sirven para iluminar al mundo, para demostrar que hay un día después de otro, que hay un atisbo de futuro. Yo creo que para eso también sirve la poesía.

― Sobre las palabras, Vallejo dice: “Quiero escribir, pero me sale espuma”; Octavio Paz: “chillen, putas”. ¿Benito Taibo qué tiene que decir?
No, me acaba de poner dos enormes faros. Pongo uno más, Gabriel Celaya decía: “Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural de los neutrales”. Sí, creo que la poesía está ahí para convertirse en una suerte de reflejo. La literatura, particularmente la poesía, está hecha de pasiones humanas y, por lo tanto, el que las escribe y el que las recibe no pueden ser ajenos a esas pasiones. Son parte de nosotros mismos. Creo que la poesía es espejo donde tendrá que salirnos espumas sin lugar a dudas.

― Usted, citando al escritor chileno Antonio Skármeta, siempre dice que la poesía no es de quien la escribe sino de quien la necesite…
Sí, en Ardiente paciencia Skármeta hace un juego de palabras. Y yo estoy convencido de que la poesía la necesitamos todos. Luis Rius, maravilloso poeta español, afirmaba: “No se puede vivir como si la belleza no existiera”. La belleza, sí, pero también la oscuridad. Y ahí le damos un poco su mérito a Vallejo y a Paz, ¿no?

― En esa necesidad de la poesía, usted ha contado que requirió unos versos de Jaime Sabines para llegar al corazón de una muchacha…
Cierto. Y no fue a propósito. Yo los había copiado en una servilleta para no olvidarlos y después los leí en un recital. Fue el mejor poema que he escrito en mi vida y no era mío (risas). Y sí, la poesía no es de quien la escribe sino de quien la necesite. Y yo la necesitaba urgente en ese instante (risas).

La nostalgia es un rasgo de su poesía. ¿Qué la convoca?
Otro diría que cualquier tiempo pasado fue mejor. Yo prefiero tener nostalgia del futuro. Marlene Dietrich, la gran actriz alemana, dijo que la nostalgia era un sentimiento pequeñoburgués. En algún momento se volvió una loca socialista. Creo que la nostalgia son esos pequeños granos de arena que viven dentro de nosotros y que nos recuerdan la fragilidad del mundo y de nuestra propia pertenencia a la vida. La nostalgia es esa sensación de que pudimos haberlo hecho mejor y a lo mejor la cagamos.

― El amor es otro tema que allí está, empezando por el que usted siente por Imelda, su esposa. En su poema “Para irse” dice que el amor puede convertirnos en “una perfecta zona de desastre”.
Es que el amor es eso, es una mezcla de campo minado y parque de diversiones. Y puede ser estrepitosamente fugaz o maravillosamente eterno o permanentemente triste, jodido. El amor tiene tantas facetas y caras y tantas posibilidades inmensas que es inaprensible, que no hay forma de que pase inadvertido.

Su lenguaje poético tiene cierta rispidez seductora y versos como quien hace un tajo. En el poema “Deudor”, ante la visita insistente de los cobradores, escribe, irónico: “Mientras no me acerque a la puerta, hay esperanzas”.
Creo en la poesía como esa arma constructora, seductora, que tiene que ser clara. Creo en la claridad de las palabras. José Emilio Pacheco se pasó la vida escribiendo con la goma de borrar. Iba quitando lo que le parecía innecesario. Si tú lees sus primeros poemas y luego la antología final, esos mismos poemas son distintos. Creo que eso es el gran desafío del poeta, el de ir quitando todo aquello que va sobrando.

― Usted celebra a Scorza. ¿Lo descubrió como poeta o novelista?
Por sus novelas sociales, como Redoble por Rancas, Garabombo el invisible, por allí lo encontré y lo amé. Yo tenía 17 años y me pareció maravilloso. Qué bueno que lo traigas a la mesa, porque es uno de los escritores que generaron educación sentimental en mí. Otro libro que fue mi educación sentimental, que también es de esos libros que están en el borde de la desaparición, es El caso Banchero, de Guillermo Thorndike. Es una crónica espléndida. Se dijo tantas veces que el periodismo es un hijo bastardo de la literatura y yo todo el tiempo trato de contradecir esa lógica. Hay otros ejemplos, A sangre fría de Capote, Relato de un náufrago de García Márquez. Yo creo que el periodismo es literatura y es un hijo guapo de la literatura.

― Ha dicho que en su familia, por metro cuadro, había muchos Taibo narradores, y optó por la poesía. Pero ahora se ha hecho también narrador. Su amigo Juan Gelman le dijo traidor. ¿Valió esa traición?
Valió en la medida que pudo acercarme a un montón de jóvenes y que me dio la oportunidad de ver otro mundo. Pero déjame decirte, cuando nos encontrábamos por los pasillos de la feria de Guadalajara yo le gritaba “¡poeta!”, y él me respondía, con otro grito: “¡poeta será usted!”. Pero bueno, cuando tienes dentro de tu cabeza historias de largo aliento, con muchos personajes, historias que se entrelazan, y no eres Homero y puedas escribir como La Ilíada o La Odisea, necesitas recurrir a la narrativa para poder contarla. Yo no hubiera sido capaz de escribir la historia de mi última novela, Polvo, sobre la guerra cristera de los años 20, en México, desde la poesía. Me hubiera sido imposible. Tuve que caer en la tentación de la narrativa, pero la poesía está en mi vida, siempre.

Pasar inadvertido de Benito Taibo. Foto: Composición LR

Pasar inadvertido de Benito Taibo. Foto: Composición LR