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Cultural

Ulises Gutiérrez Llantoy: “He hecho un viaje desde el huayno al rock and roll”

Escritor e ingeniero sanitario habla de The Cure en Huancayo, un libro de cuentos de ida y vuelta entre el mundo andino y Occidente.

Estudiar al extranjero le ha permitido a Ulises Gutiérrez Llantoy vivir dos mundos, el quechua y el Occidental.
Estudiar al extranjero le ha permitido a Ulises Gutiérrez Llantoy vivir dos mundos, el quechua y el Occidental.

En un cuento, un huancavelicano está en el Japón y se desespera por un caldo de gallina. En otro relato, en los años 70, un helicóptero aterriza de emergencia, para asombro de todos, en un pueblito de los Andes o el cuento en el que se narra lo imposible que es deshacerse de un mortero de piedra, perteneciente a la abuela. Esas son algunas situaciones de los cuentos de The Cure en Huancayo (Planeta), libro de Ulises Gutiérrez Llantoy (Colcabamba, 1969), libro de ida y vuelta entre el mundo andino y Occidente .

¿Su libro es una afirmación andina, pero también se abre a una visión global?

Es un poco el mestizaje que me ha tocado vivir. Como sabes, nací en Colcabamba, pueblito quechuahablante, allí estudié la primaria, luego en Huancayo y de allí me vine a Lima, a estudiar ingeniería sanitaria y después fui a estudiar al extranjero. Eso me ha permitido vivir dos mundos, el quechua y el Occidental.

Otro rasgo: es un libro de lealtades y querencias. Se grafica, por ejemplo, con el cuento “Muchka”, sobre el mortero de piedra de la abuela o “Buscando una mendori”, la nostalgia de un caldo de gallina en Japón.

Como todo peruano que ha estado fuera o como todo provinciano que ha dejado su pueblo, en cierto momento echa de menos esos lugares donde ha sido feliz. Ese también ha sido mi caso, cuando escribía esos cuentos, recordaba que en Japón ansiaba un caldo de gallina. Aproveché esos tipos de ansiedades para verterlas en un libro.

¿La biografía como cantera?

Como fue mi primer libro, lo lógico fue echarle mano a los mejores recuerdos que yo tenía. Esos trece cuentos son el resultado de echarle de menos a la cultura quechua y también de echarle de menos a la cultura Occidental. Soy un resultado de un viaje de la sierra a la costa, del huayno al rock and roll, del quechua al español.

En tus personajes, ante circunstancias de amor o de viajes, gravita eso que podemos llamar la soledad del mestizo...

Sí, algunos lectores me han dicho que al leer mis cuentos sentían, de algún modo, como escuchar un huayno..., como que todos los huaynos fueran tristes. No es que mi vida fuera un dechado de tristeza, pero había que contar cuentos que, en todo caso, conmovieran. Por fortuna, yo he tenido una niñez muy feliz en Colcabamba, pero a la hora de escribir un cuento a los personaje había que llevarlos a un estrés tremendo para que nos cuenten una historia memorable, y eso es lo que hice.

Títulos como “El cordero que se fue volando” uno los lee sin dejar de asociar a Remedios la Bella, pero en versión andina, moderna, pues el cordero se va volando en un helicóptero.

(Risas) Sí, el título probablemente invite a una imagen real maravillosa, como dices. Pero está inspirado en una experiencia personal, porque allá, en el año 81, un helicóptero aterrizó de emergencia en Colcabamba y eso fue una acontecimiento, sobre todo para los niños...

Eso era Macondo... y no lo trajeron los gitanos...

Efectivamente. Eso ocurrió en años en que en mi pueblo no había televisión, pues el contacto con la realidad solo eran los noticieros de la radio. Habíamos visto helicópteros seguro en figuritas, pero en vivo, nunca. Ya te imaginarás un objeto de esas dimensiones, con esa bulla, aterrizando en Colcabamba.

El cuento “De Colcabamba a la Luna” –que me pareció el Cabo Cañaveral andino–, asocia, por un libro de Pedro Paulet, pionero de la astronáutica, a los Andes y los vuelos espaciales.

En Colcabamba nadie tenía libros, salvo las enciclopedias escolares. En ellas vi a los astronautas del Apolo 11. Entonces, de niño, solía subir a las cumbres de las montañas y alucinaba cómo sería un viaje a la luna. Con ese cuento, donde figura el libro de Paulet, me cobré ese sueño.

De quién está mas cerca, ¿de Alegría, Arguedas, Colchado, autores que trabajan el universo andino?

Arguedas. La primera vez que yo leí a un autor indigenista, fue Arguedas. Cuando leí Los ríos profundos, fue todo un descubrimiento para mí porque me sentí totalmente identificado con esa historia, por eso mismo me fueron seduciendo más esos libros que me hablaran de ese mestizaje peruano, quechua-español. Además de Arguedas, para mi gusto, autores como Edgardo Rivera Martínez o Gregorio Martínez, representan mejor ese amplio y diverso mestizaje peruano.

¿Ya es hora de hablar solo de literatura peruana, autores peruanos, sin etiquetas? Cuentos como los tuyos, acaso resuelven ese falso dilema de escritores andinos o criollos.

Efectivamente, debemos hablar solo de literatura peruana. Además, cada vez que voy a Colcabamba, me doy cuenta de que casi nada queda de lo que yo viví en mi infancia, el mestizaje está calando en todos los campos. Podemos ser mestizos en cualquier parte del mundo, como algunos personajes de mis cuentos. Es que todos en alguna medida somos algo de eso. Somos mestizos en Japón, Estados Unidos, África, y seguimos hablando del Perú como esa mescolanza que somos.

Cómo eran vistos los “gusanos” en la residencia de la UNI

¿Con cuentos como “Civiles” o en “The Cure en Huancayo” ha querido ofrecer un esbozo de lo que se vivió con Sendero Luminoso en los 80?

Un poco es eso. Yo viví en la residencia universitaria de la UNI, en los años duros del terrorismo, del 88 al 93. En esos años, ser residente significaba ser el hombre más pobre de la universidad y tener fama de terruco, porque solo el terruco podía vivir allí, dentro de la universidad. Además, se le achacaba de todas las pintas subversivas y desastres que podía haber en la universidad. Era una fama injusta, mal ganada, así que una manera de reivindicar, de hacerle una buena fama a los “gusanos”, como nos llamaban, escribí ese cuento.

Nació en Acarí, Arequipa. Estudió Literatura Hispánica en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú). Egresado y bachiller en Literatura. Ha publicado artículos y reportajes en diarios y revistas nacionales y extranjeras. Sus textos literarios han sido incluidos en la “Antología de la Poesía Arequipeña”, de Jorge Cornejo Polar y en la muestra de poesía de Perú y Colombia “En tierras del cóndor”, de los colombianos Juan Manuel Roca y Jaidith Soto. Ha publicado el poemario Manuscrito del viento y libro de perfiles Rostros de memoria, visiones y versiones sobre escritores peruanos.