Mariana de Althaus. Directora teatral acaba de publicar 'Todos los hijos', libro que reúne dos obras de carácter testimonial.,Frente a nosotros, confesa, afirma que también decidió hacer teatro piel adentro. Registrar, como un sismógrafo, las entrañas del ser. El método, poner en escena el testimonio de actrices y actores. Así lo hizo con dos obras, Criadero y Padre nuestro. En la primera, invoca la insondable maternidad y en la segunda, los laberintos de la paternidad. Ambas obras, como si fueran las dos caras de una misma moneda, han sido publicadas bajo el título Todos los hijos (Ed. Alfaguara) En el teatro de ficción, su materia prima es la realidad. ¿En el teatro testimonial, qué? También, pero se propone no poner un velo de la invención entre la historia real y lo que le llega al público. El teatro testimonial pretende contar la verdad. Por supuesto, no llegamos a contar toda la verdad, porque de todas maneras es una versión de la realidad. Una vez que está en el escenario, ya estás contándolo de determinada manera, ya es una invención de la realidad. Pero se supone que no hay invención, eso es lo diferente de la ficción. PUEDES VER Caerán los forajidos ¿Cuánto pesa lo psíquico, lo emocional? Mucho, estamos trabajando con emociones a flor de piel. Siempre el teatro testimonial abre heridas. Trabaja mucho con cosas no tan resueltas y es muy delicado. Todo el teatro es delicado porque se trabaja con las emociones de los actores y del público. En el teatro testimonial es más arriesgado, porque colinda con la terapia. Es peligroso, porque no somos terapeutas, soy directora de teatro. Hay que ir bien armado, el director no se puede desmoronar. ¿En este teatro el actor siempre está en cuerda floja? Es muy delicado. No a todos los actores les interesa hace este teatro, es peligroso. Los pone en una situación de vulnerabilidad, que a la mayoría no les interesa. Pero la comunicación que se establece entre los actores y el público es brutal. Los que se animan, al final se conmueven y salen contentos de la experiencia. PUEDES VER La construcción de la honestidad Contar asuntos personales… Además del aspecto terapéutico. Desde el momento que cuentan sus experiencias, hay vergüenzas y de alguna manera se deshacen de ellas porque descubre que los otros sienten lo mismo. Eso es tremendamente terapéutico. Pero no hago teatro testimonial para sanar a nadie, aunque todo el teatro es sanador. Ha dicho que estas obras casi se le han ido de las manos... Es uno de los desafíos del director de teatro testimonial. Estás trabajando con gente, como en cualquier trabajo, pero aquí estás trabajando con gente con la piel muy delgada, estás hablando de sus problemas. Debemos tener más cuidado, tolerar sus frustraciones, incluso cuando se vienen en contra de uno, porque uno, como director, puede convertirse en el blanco de sus frustraciones. PUEDES VER Justicia es balance Criadero, ¿fue un llamado maternal? Yo quería hablar de mi maternidad, como madre e hija. Yo soy directora, dramaturga, me cuesta hablar de mí en clave de no ficción. La ficción me permite hablar de mí sin que nadie se dé cuenta y en testimonial, cuando recojo experiencias de otras personas, de alguna manera cercana a mí, consigo hablar a través de ellos. En Criadero cada actriz es un mundo… Cada actor es un mundo. Y las actrices son particularmente complejas, estamos en un mundo en que las mujeres nos hemos acostumbrado a hablar entre nosotras. Es interesante cómo estamos explorando a nivel literario y teatral, esos temas que normalmente han estado ocultos entre las paredes de los cuartos de las mujeres. PUEDES VER La ambición del sentido Recién asumimos quién es la mujer, la mamá… Exacto. Tradicionalmente los escritores han sido hombres, así ha sido la cultura, ahora estamos cambiando completamente eso. Las mujeres, el testimonio de la madre, de la hija, han estado representadas en la literatura a través de las palabras de ellos. Eso ha cambiado. ¿En Padre nuestro concluyes que el patriarcado está firme? A mí, después de Criadero, me provocó hablar de los hombres, de la paternidad, el ser hijo, al darme cuenta que la mayoría de los hombres que me rodeaban, de mi generación, estaban cambiando ese esquema que yo tenía o que todos teníamos del padre. Empecé a ver que había padres más involucrados en la crianza, replanteándose las cosas que hicieron sus padres con ellos, haciéndose preguntas de cuánto tienen que involucrarse en la crianza. PUEDES VER Los enfermos son otros Verdad, algunos papás son mamás… Exactamente. Eso es muy común ahora. Eso me parecía que también era un terreno inexplorado, las nuevas masculinidades. O sea, nuevas formas de enfrentar la paternidad. Se enfrentan a los íconos del patriarcado. Me parecía interesante cómo se podían acoger a algunos y dinamitar a otros. ¿Intenta un desmontaje? En Padre nuestro, desde el principio vi que estaban interesados en esas figuras masculinas que los habían guiado y configurado. Hablaban mucho de los políticos que siempre han estado en su vida, Alan García, Vargas Llosa, Fujimori, Belaunde. Ellos también se han configurado en relación a esas figuras patriarcales. En su obra Ruido abordaba la realidad social, incluso política, el primer gobierno de Alan García. ¿Dejó esa veta? La verdad, no. En varias de mis obras hay referencias al contexto social o asuntos que tienen que ver con nuestro comportamiento. Así es en el Lenguaje de las sirenas, donde hablo sobre la discriminación. O en El sistema solar, se hace una crítica a cómo los limeños encararon la reforma agraria. No me interesa hacer teatro político en el sentido de denuncia, no es lo mío. Pero en Ruido sí quise hablar de mi experiencia, como adolescente, en el gobierno de García, sobre cómo habíamos hecho para tener una adolescencia aparentemente normal, en un país donde la gente se estaba muriendo. Tiene un humor negro brutal, que ni yo misma logro entender. PUEDES VER Yo recuerdo En una entrevista señaló que los hombres disfrazan con humor sus conflictos… Los peruanos somos expertos en eso. Hacemos mucho humor sobre nuestra miseria, para disimular, evadir, tramitar, porque el humor a veces puede ser muy buen tramitador, no necesariamente es para evadir. A veces el humor es muy sano, permite hablar de cosas que de otra forma no podemos. Pero sí casi siempre nos reímos para no enfrentar. A mí me gusta el humor como recurso teatral porque permite entrar en zonas muy duras y dolorosas, que de otra forma no entraría. La violencia contra la mujer siempre ha existido, ¿solo ahora es más visible? Ahora está denunciado. Estamos más empoderadas. En verdad, empezó con el feminismo, pero el feminismo ha pasado por muchas fases y lo peor es que en cada una de ellas se cree que se ha llegado al límite, que ya no tenemos que luchar por nada más. Pero no, la lucha feminista es inacabable. Nos siguen matando, violando, hay una enorme discriminación social, laboral. Estamos lejos de conseguirlo. Todas las luchas nos quedan por delante.