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Saint Seiya, 35 años de un verdadero clásico: el anime que elevó nuestro cosmos

Justicia, superación, lealtad y mucho corazón fueron los valores insignia que convirtieron a Caballeros del Zodiaco en un clásico inolvidable. Aquí recordamos la apasionante batalla de las doce casas.

Seiya, Shun, Ikki, Shiryu y Hyoga son los caballeros de bronce. Foto: Toei animation
Seiya, Shun, Ikki, Shiryu y Hyoga son los caballeros de bronce. Foto: Toei animation

Saint Seiya, el manga de Masami Kurumada, encontró su máxima expresión artística en su adaptación anime que hoy celebra 35 años. Con motivo del aniversario de la serie, varios fanáticos se preguntan si se trata de una reliquia caduca encubierta por la nostalgia, mientras que otros aclaman sus portentosas virtudes como un clásico inolvidable del género shonen.

El argumento nos presenta un mundo basado libremente en la mitología griega. La diosa Atenea, reencarnada en Saori Kido, protege la paz y humanidad junto a sus guerreros, una orden de leales caballeros que adoptaron varias constelaciones como símbolos guardianes. Ellos son Seiya de Pegaso, Shun de Andrómeda, Ikki de Fénix, Shiryu de Dragón y Hyoga de Cisne.

A lo largo del programa, los fans conocimos muchísimos más caballeros pertenecientes a diferentes rangos, con los que tuvieron emblemáticas contiendas, pero ninguna pasó a la historia como las ocurridas en la Batalla de las 12 casas (saga del santuario). No solo es recordada por su brutal acción, sino también por los valores y enseñanzas que dotaron de alma a los personajes.

La justicia, solidaridad, compañerismo, valentía, lealtad, superación personal y tenacidad son algunos valores insignia de Saint Seiya. Si hay un anime que enseñó que lo importante es ponerse de pie sin importar cuántas veces se caiga o la superioridad de los enemigos, es este, con el ejemplo de los caballeros del zodiaco reacios a dejar que se extinga su cosmos.

Aunque estas enseñanzas son recurrentes en varios programas, su presencia en la historia de Kurumada brilla por su constante demostración a través de los discursos y hazañas de los personajes. Como contraparte se encuentra el cruel y déspota Patriarca que ha corrompido el santuario de Atenea y engañado a la élite de su ejercito: los 12 caballeros dorados.

Por cada caballero dorado, Seiya y sus compañeros debían sobrepasar sus límites, vencerles y ganarse el derecho de atravesar las casas de sus contrincantes. Todo para llegar donde el Patriarca, el único que puede salvar a Saori de una mortal herida perpetrada por un flecha. Con el tiempo contrarreloj y todos los pronósticos en contra, ellos inician su titánica odisea.

Foto: composición / Toei Animation

Foto: composición / Toei Animation

Así como a lo largo del programa, en esta saga vemos lo bien aprovechados que están los conceptos provenientes de la mitología griega en colisión con la cosmología, sumado a la variedad de poderes, las armaduras y sus vistosos diseños. Sin embargo, el apartado visual no sería el mismo sin la sobrecogedora banda sonora compuesta principalmente por Seiji Yokoyama.

Ciertamente, el anime de Saint Seiya presumió sus mayores virtudes en la Batalla de las 12 casas, pero no se trata de una obra perfecta en conjunto. El relleno —a excepción de la saga de Asgard—, huecos argumentales, esquema repetitivo y la constante damisela en apuros son elementos que pueden exasperar y evitar una experiencia tan gratificante como la que sí pudo tener un joven frente a la televisión por cable o cintas VHS desde 1994, año en que la serie llegó a nuestro país por medio de América TV.

Al fin y al cabo, los años pasan y estos pequeños inconvenientes quedan relegados al valor de la experiencia. Nada de lo que sucede se olvida jamás aunque no puedas recordarlo, sobre todo si lo que nos dejaron fueron lecciones de vida. Sería falso entonces afirmar que los Caballeros del zodiaco brillaban solo por el destello de sus armaduras cuando realmente era por sus apasionantes, fascinantes y románticos hazañas.

Licenciado en Periodismo en la Universidad San Ignacio de Loyola, crítico de cine y redactor en La República. Mis intereses: el cine, poetas malditos, todo revés proveniente de un buen thriller o fatilismo de una novela negra.