En la frontera norte del Perú, en Tumbes, un grupo de adolescentes venezolanos y peruanos está proporcionando información a sus comunidades para la prevención de la violencia sexual y de género. Ali es uno de ellos.
A sus 14 años, Ali vio a su padre y madre salir de Venezuela. Él debió quedarse en su casa a cuidar a su hermano. “No era un adolescente normal, me tocó madurar, trabajar y estudiar”, comenta Ali. Su viaje al Perú vino tiempo después, cuando sus padres pudieron ahorrar para que pudieran llegar en bus. Viajaron solos, atravesaron tres países y miles de kilómetros.
La integración no ha sido fácil. Está agradecido porque pudo volver a estudiar. En la escuela sufrió bullying por ser venezolano, pero poco a poco demostró que podían confiar en él. Su primer espacio seguro era la escuela, por eso volcaba su esfuerzo en eso, luego fue invitado a participar en el proyecto de Espacios Seguros. Este proyecto le dio la oportunidad de convertirse en un agente de cambio, de hacer amigos y demostrar no sólo a sus compañeros de clase, sino a toda una comunidad el poder que puede tener un joven refugiado.
Ali pertenece ahora a un grupo de promotores adolescentes que se ha convertido en una especie de familia, amigos unidos por un objetivo común que han ayudado a muchos a ver más allá de la nacionalidad. Sus actividades ayudan a mejorar los mecanismos de protección de la comunidad e identificar signos de violencia de género, explotación sexual y laboral. Las chicas y chicos han recibido capacitación y apoyo para realizar sesiones de promoción y sensibilización sobre derechos para refugiados, migrantes y las comunidades que los acogen por parte de Plan Internacional con el apoyo de ACNUR y la financiación de la Unión Europea.
Más de la mitad de los refugiados del mundo son niñas, niños y adolescentes. Son más de 30 millones los que han sido forzados a huir de sus hogares. Muchos pasarán toda su infancia fuera de casa, a veces separados de sus familias. Es posible que hayan presenciado o experimentado actos violentos y, en el exilio, corren el riesgo de abuso, negligencia, violencia, explotación, tráfico o reclutamiento militar.
Pero las niñas, niños y adolescentes son increíblemente resistentes. Al aprender, jugar y explorar sus habilidades, pueden encontrar formas de salir adelante, fortaleciendo a sus familias y comunidades.
ACNUR trabaja con las autoridades nacionales, otras organizaciones internacionales y locales para ayudar, proteger y encontrar soluciones para las niñas y niños desplazados.