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Política

Farid Kahhat: “Que nuestra derecha se sincere y diga si quiere una dictadura”

El internacionalista, que publicó este año un libro sobre la derecha radical en América Latina, afirma que el modelo de Nayib Bukele no es replicable. Además, analiza los resultados del APEC.

larepublica.pe
Farid Kahhat. | John Reyes.

¿Logrará el Gobierno revertir su imagen luego del APEC? ¿De qué manera se puede reconfigurar el escenario geopolítico en América Latina? ¿Cómo nos afecta la guerra comercial entre China y Estados Unidos? El internacionalista, Farid Kahhat, responde y explora otros temas: la derecha radical en la región y Gaza.

La imagen peruana en el exterior ha sufrido bastante por hechos de notorio conocimiento. El Gobierno apunta a que el APEC cambie eso. Han llegado a esconder a la gente en sus casas para que no haya mayor alboroto. ¿Cree que el Gobierno logre su cometido?

Una primera prueba de lo contrario es el hecho de que la persona encargada de transmitir para el canal oficial chino cubrió las protestas. Decía que hasta el lugar donde se realizaban las reuniones de la cumbre se podía escuchar los cánticos de los manifestantes. Nadie se llama a engaño sobre lo que pasa en Perú. El presidente de Estados Unidos siempre viene con su séquito de seguridad, no con 600 soldados y policías. Eso es un indicio de que no confía en la capacidad del Estado peruano para garantizar su seguridad. Y no hablemos del hecho de que Xi Jinping no fue a Chancay a inaugurar el puerto, también se alegaron razones de seguridad. Más allá de estos ejemplos, los inversionistas saben que el Estado peruano no está cumpliendo con las metas fiscales. No es que en el exterior no se sepa lo que ocurre.

PUEDES VER:

https://larepublica.pe/politica/2024/11/14/xi-jinping-en-su-carta-antes-de-llegar-al-peru-que-de-chancay-a-shangai-sea-un-camino-de-prosperidad-megapuerto-de-chancay-apec-2024-1027334

China es el principal socio comercial del Perú y con el puerto de Chancay esto se reconfirma. Ahora bien, geopolíticamente hablando, ¿se puede empezar a reconfigurar el escenario en nuestra región?

Ya hay ejemplos de cómo la relación con China puede ser problemática para países de América Latina en su relación con Estados Unidos. Cuando Trump logra la renegociación de lo que se llamaba el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (T-MEC) una de las cláusulas del nuevo tratado establecía que si uno de los países miembros firmaba un acuerdo comercial con un país que no fuera una economía de mercado -en buen romance, eso quiere decir China-, las otras partes tenían derecho a retirarse del tratado, o sea el perro del hortelano: Te sanciono solo porque firmaste…

Con China.

Así es. Segundo ejemplo: las presiones hacia los gobiernos de Ecuador y Brasil para que no incluyan a Huawei en el tendido de su red 5G, la quinta generación de tecnología en telecomunicaciones. En el caso de Ecuador, la negociación fue que Estados Unidos gestionaría para que entidades privadas norteamericanas extendieran créditos en condiciones preferenciales al Gobierno para que este pagara deuda contraída en el periodo de Rafael Correa con el gobierno chino, pero con la condición de que Huawei no iba a participar del tendido de la red 5G. En el caso de Brasil se hizo algo más inteligente durante el Gobierno de Bolsonaro al cual, salvo en esta ocasión, nunca más voy a elogiar, probablemente. Brasil puso el dedo en la llaga.

¿Qué hizo?

Estados Unidos quería excluir a Huawei por razones de seguridad, porque un artículo de la Ley de Seguridad china establece que es misión de las empresas de matriz china y de ciudadanos chinos colaborar con la labor de inteligencia del Estado. Brasil dijo: si tu preocupación es de seguridad te ofrecemos tender dos redes 5G, una para el gobierno federal y una para uso privado; en la del Gobierno Federal estará excluida Huawei y cualquier empresa china mientras que en la de uso privado Huawei podrá figurar como abastecedor o proveedor de las empresas que licitan. Se tuvo que negociar. Ahora, en el caso de Chancay, las razones de seguridad esgrimidas son inverosímiles. Se compara por ejemplo el puerto de Chancay con un puerto en Sri Lanka que sería de uso dual, es decir comercial y militar o de seguridad.

China ha respondido a través de su embajada que no tiene intereses geopolíticos en Perú ni en América Latina, que el de Chancay es un puerto comercial.  

El puerto de Sri Lanka es totalmente distinto en cuanto a las circunstancias. Allá el Gobierno contrajo un crédito para construir el puerto y cuando no era suficientemente rentable para pagar se entregó la concesión por 99 años a empresas chinas. Además, está en el llamado Collar de Perlas, de lejos la ruta comercial más importante que tiene China. Por ahí transita el petróleo que adquiere del Golfo Pérsico. Además, por ahí se puede ir rumbo al África, a Yibuti, donde está la única base naval china fuera de su territorio. No hay nada equivalente aquí. A veces se plantean hipótesis descabelladas del tipo si China atacara a la costa occidental de Estados Unidos, el puerto de Chancay podría servir para abastecimiento y reparaciones. Si China atacara la costa occidental de Estados Unidos estaríamos en la Tercera Guerra Mundial y Chancay va a ser la última de las preocupaciones estadounidenses.

¿No hay base real para una preocupación en materia de seguridad por parte de Estados Unidos, entonces?

Lo que no quiere decir que Estados Unidos no se preocupe de cualquier manera y que eso vaya a ser utilizado por el Gobierno de Trump. Probablemente sí haya presiones en esa materia. Por ejemplo, algunos dicen que Estados Unidos buscaría renegociar el Tratado de Libre Comercio como una suerte de represalia, pero el tema fundamental es que Estados Unidos no va a sustituir a China como nuestro principal socio comercial.

¿De qué forma nos puede afectar el conflicto comercial entre Estados Unidos y China?

En general, hay aspectos en los cuales no debemos tener mayor temor, pero hay otros en los que sí debemos temer a Trump. El Instituto Peruano de Economía ha hecho un cálculo según el cual por cada punto porcentual de crecimiento que pierda la economía china, el Perú va a perder 0.4%. Entonces, aunque Estados Unidos no aplique sanciones contra Perú, el que las aplique contra China…

¿Nos afecta directamente a nosotros?

Nos afecta directamente a nosotros.

Leí análisis de medios estadounidenses que planteaban que la visita de Biden al APEC era para tratar de equilibrar la presencia china en América Latina pero que, en realidad, iba a terminar siendo opacado por el presidente chino. La estrella de APEC ha sido XI Jinping, ¿no?

Sin duda. Biden tiene dos problemas obvios. El primero es que solo le quedan dos meses de presidente. Ya no habla, para efectos prácticos, por Estados Unidos. El segundo es, como decía un diplomático chileno, que cuando vienen diplomáticos estadounidenses nos hablan del peligro de China y cuando vienen diplomáticos chinos nos hablan de proyectos de inversión y comercio. ¿Cuál va a suscitar más interés? Mientras Estados Unidos no tenga nada alternativo a lo que ofrece China, no puede esperar que los países sacrifiquen sus intereses comerciales y de inversión o turísticos para complacerlos.

¿En qué situación queda la política exterior peruana luego de APEC?

Es bueno que esté a cargo de la política exterior un profesional de la diplomacia peruana, pero el problema no es él, el problema es el Gobierno al que tiene que servir que, en el fondo, no gobierna. Lo hace la mayoría del Congreso que está aprobando cosas que son indefendibles en cualquier foro internacional, como la posibilidad de salirnos del Sistema Interamericano de Derechos Humanos con argumentos implausibles. Acá acusamos al sistema de tener sesgos de izquierda y Venezuela -que ya se retiró- lo acusa de tener un sesgo imperialista. Convengamos en que el sesgo del Sistema Interamericano de Derechos Humanos puede ser de izquierda o de derecha, no ambos a la vez. En la práctica es que no quieres someterte a la jurisdicción de cortes que aceptaste voluntariamente. Cuando firmas voluntariamente un tratado, estás obligado a cumplirlo. Dicho sea de paso, no quieren someterse a la jurisdicción de una corte internacional por razones de soberanía, pero los acuerdos sobre inversión y comercio tienen cláusulas en esa materia también.

Y ahí no molesta la soberanía.

Entonces el problema no es la Cancillería, es que el Gobierno la pone en una situación imposible. Cuando me preguntaba si el Gobierno ha logrado ocultar lo que ocurre en el Perú a los mandatarios extranjeros, recordemos que las principales potencias capitalistas y democráticas han firmado pronunciamientos críticos respecto a cosas que aprueba el Congreso o que está en proceso de aprobar, como la norma sobre cooperación internacional.

En su libro publicado en el 2019, “El eterno retorno, la derecha radical en el mundo contemporáneo” trazaba la situación hasta ese momento de los proyectos políticos ultraderechistas a un nivel global. En su libro más reciente, “Contra la amenaza fantasma, la derecha latinoamericana y la reinvención de un enemigo común” su preocupación se enfoca en lo que pasa en nuestros países. ¿La ultraderecha latinoamericana ha ganado más espacio de lo que esperaba?

Yo uso el término de derecha radical. El contexto en el que surge en América Latina es distinto. En Europa la izquierda democrática venía en declive, particularmente la socialdemocracia, cuando insurge la derecha radical. En Estados Unidos, la izquierda del Partido Demócrata no ha ganado la nominación desde 1972. Aquí la derecha radical surge contra el mayor auge electoral de la izquierda en toda la historia de la región y esa izquierda, en ocasiones, se vuelve autoritaria.

O gobierno mal, directamente.

O gobierna mal, o confisca propiedades, o se impone de manera dictatorial como en Venezuela. Entonces sí creo que es entendible por qué ven a la izquierda como una amenaza. Hablo de una amenaza fantasma porque juntan dentro de ese paquete a la izquierda democrática, a liberales, a defensores de derechos LGTB, todo es lo mismo. En eso consiste lo fantasmagórico, no hay una amenaza real. ¿Cómo les ha ido? Cuando uno analiza entre el período de 2018 y 2023, lo común en todos los casos -salvo Paraguay, que es un sistema de partido único para efectos prácticos- es que el oficialismo siempre pierde, derecha o izquierda. Tuvimos la mayor pandemia en un siglo, la mayor recesión desde la Gran Depresión, la mayor inflación en más de 40 años y específicamente en América Latina hemos tenido un crecimiento de las tasas de homicidios, que ya eran las más altas del mundo. Uno entiende por qué hay descontento con el oficialismo. Es verdad, en el 2024, en El Salvador y México, el oficialismo se reeligió, pero fue una vez para la derecha con Bukele y otra para la izquierda con (el partido) Morena. No veo un avance indetenible y homogéneo de la derecha en todas partes. Milei ya no es mencionado tan ampliamente por la derecha latinoamericana porque no le está yendo bien, no solo en materia de desempeño económico. Ya le está empezando a ir mal en las encuestas, también.

Señala que el modelo de Bukele no es necesariamente replicable en otros países, a pesar de lo que muchos quisieran, incluido nuestros derechistas peruanos. ¿Por qué?

Bueno, primera cuestión: es un modelo antidemocrático.

Pero eso no hace que no sea replicable.

Ah, no. Eso sí lo hace replicable.

Sobre todo, en el Perú.

Pero que muestren sus cartas, que las pongan sobre la mesa. ¿Quieren una dictadura? No niego que Bukele sea genuinamente popular, lo es. Pero no hubo elecciones libres y justas y eso ya no es una democracia, en mi opinión. Primera cuestión: que nuestra derecha se sincere y diga si quiere una dictadura. Bueno, en la práctica lo está haciendo a través de su conducta en el Congreso. pero que eso quede claro. ¿Por qué no es replicable? El crimen fundamental que se combate en El Salvador es la extorsión. En el Perú la extorsión también es un problema, pero acá tenemos otros distintos y más serios: el narcotráfico que es más difícil combatir, que tiene muchos más recursos para corromper autoridades, comprar armamento, reclutar jóvenes. Hay que sumar a la minería ilegal que también genera muy altas rentas. Segundo, El Salvador básicamente metió presos al 2% de la población adulta del país, cerca del 9% de los hombres. El equivalente en el Perú sería meter presos a más de medio millón de personas.

Claro, para empezar, no habría cárceles suficientes. Hay una limitación de espacio.

Y hablando de lo espacial, El Salvador tiene 25,000 kilómetros cuadrados y Perú un millón 250,000. Todo es más complicado acá. Y habría que ver los resultados a mediano y largo plazo en El Salvador.

Ya habló un poco sobre lo que se puede esperar de Perú con Trump. ¿Habrá algo diferente en la relación estadounidense con América Latina en general?

Recordemos cómo fue el primer gobierno de Trump: amenazó con el uso de la fuerza a Venezuela, reestableció sanciones contra Cuba que había levantado Barack Obama. La derecha radical tiene como uno de los elementos fundamentales de su identidad ideológica el nacionalismo étnico, que es ensimismado, no internacionalista. Trump no dice la civilización occidental primero, Trump dice América primero, y no se refiere al continente. Sancionó comercialmente -sin motivo aparente en mi opinión- tanto a un Gobierno de izquierda como el de Fernández en la Argentina como a uno de derecha radical como el de Bolsonaro en Brasil, quien se hacía llamar a sí mismo el Trump de los trópicos. Trump no lo trató como un homónimo, ¿cierto? El argumento fue el que usa siempre con aliados y enemigos: yo quiero obtener superávit comercial y contrarrestar lo que considero prácticas desleales. ¿Cuál fue el pecado de Argentina y Brasil? Que sus monedas se habían devaluado y para compensar una supuesta ventaja competitiva desleal, puso aranceles punitivos a las importaciones norteamericanas de acero y aluminio. Trump no trató a los aliados o en todo caso a los afines ideológicamente mejor de lo que trató al resto. Trump ha dicho que no considera que haya una diferencia sustantiva en materia comercial entre China y Europa Occidental o la Unión Europea. No ve diferencias sustantivas entre aliados y enemigos.

¿En qué punto estamos en el conflicto en Gaza?

La evidencia en favor de la hipótesis de que hay un genocidio es abrumadora. Acaba de entrar al norte de Gaza un corresponsal -el primero que no sea un palestino de Gaza- del diario Haaretz, israelí…

Un diario crítico.

Un diario crítico. No hay una sola vivienda en pie. Según Israel había 25.000 milicianos de Hamás, aproximadamente. ¿Qué sentido tiene haber destruido entre colegios, hospitales, viviendas, edificios residenciales, a centenares de miles de construcciones? Si hubiera habido un miliciano de Hamás en cada uno de ellos, habrían matado a todos doce o quince veces. En segundo lugar, y no solo lo dice la autoridad de Gaza: han muerto alrededor de 20.000 niños,sin contar los cuerpos bajo los escombros y la gente que muere por falta de alimentos o medicinas. El propio Gobierno de Estados Unidos envió una carta a Israel diciéndole que si no dejaba entrar ayuda humanitaria en cantidades suficientes consideraría cortar la ayuda militar. Al final no actuó en consecuencia. La Corte Internacional de Justicia admitió una demanda por genocidio contra Israel por una votación de 14 a 1 entre los jueces miembros. Finalmente, el fiscal de la Corte Penal Internacional ha pedido orden de arresto contra tres líderes de Hamás y contra el primer ministro de Israel (Netanyahu) y el antiguo ministro de Defensa (Galant) por crímenes de guerra de lesa humanidad y por usar el hambre como arma de guerra. El tema es que las potencias occidentales que han sancionado hasta la saciedad a Rusia por violar exactamente los mismos principios…

¿No hacen lo propio con Israel?

No hacen lo propio con Israel. ¿Qué principios viola Rusia en Ucrania? Adquisición de territorio por medio de la guerra, lo cual es inadmisible según el derecho internacional. La primera formulación de ese principio basada en la Carta de la ONU es de 1967 cuando ese año Israel capturó territorios palestinos y árabes en general. En menos de un año de la ocupación y anexión de territorio ucraniano ya había una requisitoria para la detención de Putin. Putin también tiene requisitoria porque trasladó población del territorio ocupado al territorio de la potencia ocupante, algo prohibido por el artículo 49 de la Cuarta Convención de Ginebra. Ese mismo artículo dice que está prohibido trasladar población civil del Estado ocupante al territorio ocupado, que es lo que hace Israel con los asentamientos. Así que son exactamente las mismas normas, pero las consecuencias no son las mismas.

El contraargumento que se suele escuchar de voces proisraelíes es que Hamás hace lo propio con los civiles de Israel. ¿Qué responde?

El mundo no empezó el 7 de octubre de 2023. Cuando Israel expulsó a la mayoría de los palestinos de su lugar de residencia obligándolos a convertirse en refugiados en 1947 y 1948, Hamás no existía. Cuando Israel capturó por la fuerza y anexó parte de los territorios que ocupa desde 1967 y luego confiscó tierras a propietarios palestinos para construir asentamientos ilegales para colonos judíos israelíes, Hamás no existía. Hamás es una respuesta patológica a esa situación, no es el origen del problema. Como Hezbolá no existía en el Líbano cuando Israel invadió ese país en 1978 y 1982. De hecho, surge después de la invasión del 82, cuando Israel decide quedarse en territorio libanés por tiempo indefinido. Cualquier cosa que haya hecho Hamás -y sí, Hamás ha cometido crímenes inenarrables- palidece en comparación con los crímenes contra civiles palestinos que ha cometido Israel. Una potencia que ocupa ilegalmente territorio de otro pueblo no puede alegar que solo se está defendiendo, sobre todo cuando la abrumadora mayoría de las víctimas civiles han sido palestinos, no israelíes.