En el árido terreno de acuerdos en el Perú, se destaca una notable excepción: el Banco Central de Reserva (BCR). Este órgano autónomo se erige, en medio de tanta división, como un oasis de consenso, donde una amplia mayoría reconoce y valora su trabajo.
Esto último se hace más evidente si se compara con el Parlamento, lo cual ha surgido esta semana a partir del manifiesto desconocimiento de algunos congresistas sobre las competencias constitucionales del BCR.
Para entender el reconocimiento de esta institución en contraste con el desprestigio del Congreso, es fundamental centrarse en dos conceptos clave provenientes de la filosofía política romana: auctoritas y potestas.
Los congresistas se jactan de ser los “padres de la patria” y de formar parte del “primer poder del Estado”. Se refugian en los cinco años que estipula la Constitución para mantener sus cargos, toman decisiones amparados en su condición de “representantes del pueblo” y se autodenominan “reyes” por su estatus de autoridad.
El Congreso, a diferencia del BCR, solo se sostiene a partir de la potestas, un poder estrictamente legal y formal sin ningún tipo de reconocimiento social. Están ahí porque la ley lo dice, no porque tengan un respaldo a partir de su trabajo, resultados o prestigio. Esta falta de legitimidad explica el recurrente ánimo que tienen los congresistas de exhibirse como poderosos.
La otra cara de la moneda es el BCR, que no necesita utilizar la ley como escudo para desempeñar sus labores, ya que cuenta con credibilidad, experiencia, resultados tangibles y trayectoria. Esta auctoritas no solo le pertenece a su presidente, quien es alguien respetado y de consensos, sino también a la institución en su conjunto, compuesta por un personal altamente calificado y a la altura de los retos del Perú.
Que el gobierno infle el pecho por la reducida inflación de los últimos 27 años, que ha sido trabajo del BCR, o que los congresistas cuestionen el sueldo de los funcionarios de este órgano autónomo, solo muestra el egoísmo de muchos actores políticos, pero termina siendo anecdótico para una institución sólida.
En definitiva, el BCR y su authoritas representan todo lo opuesto al Congreso y su potestas, a partir del cual diariamente socava el modelo de institucionalidad, competencia profesional, concursos públicos transparentes, integridad y liderazgo asertivo para alcanzar el desarrollo. Con lo dicho, debe quedar claro que veritas, non auctoritas, facit legem; es decir, la verdad y no la autoridad es la que hace la ley.