La más grande producción titulada Duna, por Sandro Mairata

Duna: parte dos es un filme magnífico que llega a reescribir lo que es un blockbuster de autor. En adelante, se mirará la obra de Denis Villeneuve como referente de la ciencia ficción contemporánea. Cada plano de esta película está compuesto con extremo buen gusto, cada espacio bien aprovechado, cada actuación calibrada para aportar. Y hay más.

Allí donde Parte uno se hacía tediosa, farragosa, somnífera, Parte dos maneja el ritmo con precisión suiza. Lo ‘onírico’ está sagazmente dosificado y la acción es intensa, memorable. El amor entre Paul Atreides (Timothée Chalamet) y Chani (Zendaya) también encenderá sus brasas, pero no esperen rosas en este desierto, acaso solo espinas.

Lo más impresionante es cómo Villeneuve condensa los recursos de sus filmes previos —los colores ladrillo de Blade Runner 2046, los vapores interplanetarios de La llegada— para brindarnos un universo visual enteramente propio. Un universo sonoro también y aquí recomiendo ver Duna: parte dos en el mejor cine posible o nada: el diseño de sonido supera a Oppenheimer —recuerden estas palabras cuando sus asientos retumben con los afilados bajos de cada golpe, traqueteo o pulsación.

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Algo más notable: Parte dos deja a épicas como El señor de los anillos de Peter Jackson como cine añejo. Jackson celebraba cada acto heroico con trompetas y tomas grandilocuentes. Ver a Paul Atreides montar un gusano monumental a través de un vendaval de arena es toda la gloria que necesitamos —y luego pasamos a lo siguiente.

Desde Christopher Walken a Florence Pugh, todos están perfectos. Austin Butler, un villano ideal. Y no es necesario ver Parte uno. Parte dos se sostiene sola y supera por varias cabezas a su antecesora. Eso era lo que se esperaba.

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