70% está de acuerdo, según Datum, con el reinicio gradual de la economía desde este mes, pero esto no ocurre porque ya esté disminuyendo el contagio COVID-19, sino porque, con dos meses de cuarentena, la economía familiar y empresarial no da para más.
Hay quienes discrepan con eso por creer que elevará el número de contagiados, perjudicando la salud y la economía, las dos caras de la misma moneda en el dilema dramático del COVID-19.
Según el MEF, en las siete semanas de cuarentena la economía operó al 44%. Hugo Santa María, de Apoyo Consultoría, calculó que, ‘con el apagón, qué cosas suceden’ cada semana: un punto perdido del PBI anual; menor producción por S/8,300 millones; menos ingresos laborales por S/2,350 millones; el fisco deja de recaudar S/2,200 millones; y, lo que es más grave, 50,000 hogares caen en situación de pobreza.
Si esto no persuade a los que creen que solo la salud importa, vea esto: el PBI cayó en marzo 26%, en abril 45% y en el 2020 podría llegar a derrumbarse hasta 20%, lo que perfila un año catastrófico, con desempleo, quiebras, hambre, además de las muertes del COVID-19.
El choque no solo será interno, sino también, externo. El PBI de Estados Unidos de 2020 podría tener una caída de 10%, la mayor desde la segunda guerra mundial. La estupenda portada de The Economist de esta semana lo gráfica bien: la economía del 90%, aunque en el Perú podría ser del 80%.
La recuperación irá despacio. Santa María estima que recién el 2022 rozaríamos el nivel pre COVID-19. The Economist señala que el desbloqueo económico no es un evento sino un proceso lento, entre otras razones, porque crecerá la incertidumbre; el golpe económico será duro; y las cicatrices que dejará radicalizarán la política para cambiar con desorden y populismo los enfoques económicos, tal como ya ocurre en el Perú entre los que creen que el COVID-19 es su caballo de Troya para construir su candidatura presidencial del 2021.