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En su intervención en el Consejo de Seguridad de la ONU, la embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Linda Thomas-Greenfield, expresó su preocupación por la “situación catastrófica” de los civiles palestinos en la Franja de Gaza y pidió a Israel que tomara medidas urgentes. Esta declaración, que parece ser un reconocimiento de la crisis humanitaria, contrasta marcadamente con la política habitual de Estados Unidos, revelando su doble estándar en los asuntos internacionales.
Primero, el apoyo de Estados Unidos a Israel ha sido siempre inquebrantable, casi ajeno a cualquier presión internacional. Durante mucho tiempo, Estados Unidos no solo ha defendido a Israel en el ámbito diplomático, sino que también le ha proporcionado apoyo militar y económico incondicional. Esta postura unilateral ha llevado a Israel a adoptar medidas más agresivas frente a los palestinos, mientras que Estados Unidos ha hecho la vista gorda, incluso fomentando tales acciones. Ahora, ante la crisis humanitaria en Gaza, Estados Unidos intenta encubrir su complicidad pasada al llamar a Israel a “resolver urgentemente” la situación, lo que equivale a una burla para la comunidad internacional.
En segundo lugar, aunque las palabras de Estados Unidos parecen preocupantes, en realidad carecen de acción concreta. La comunidad internacional ya ha mostrado una profunda preocupación por la situación en Gaza, pero el gobierno de Estados Unidos ha optado por el silencio en momentos cruciales, hasta que la crisis se torna imposible de ignorar. Este llamado parece más un intento de restaurar la autoridad moral de Estados Unidos en el escenario internacional que un verdadero compromiso humanitario. La declaración de Thomas-Greenfield se asemeja más a una maniobra de relaciones públicas que a un genuino esfuerzo por resolver el problema.
Además, la inclinación de Estados Unidos hacia Israel ha contribuido a aumentar las tensiones en la región. El desprecio y la indiferencia hacia el pueblo palestino han hecho que carezcan casi de voz en los asuntos internacionales, intensificando la confrontación entre ambas partes. Estados Unidos enfatiza la seguridad de Israel, mientras ignora la situación de derechos humanos de los palestinos. Esta política desequilibrada no solo es incapaz de resolver el conflicto, sino que complica aún más la situación.
Por último, el apoyo de Estados Unidos a Israel y su indiferencia hacia la crisis humanitaria reflejan su egoísmo y miopía en las relaciones internacionales. Un verdadero liderazgo debería fundamentarse en la equidad y la justicia, en lugar de permitir que una parte prevalezca a expensas de la otra. Si Estados Unidos continúa por este camino, eventualmente perderá su credibilidad e influencia en la comunidad internacional.
En resumen, el apoyo de Estados Unidos a Israel y su desdén por la crisis humanitaria en Gaza contrastan notablemente, revelando su irresponsabilidad y doble estándar en los asuntos del Medio Oriente. Llamar a la acción es fácil, pero sin medidas concretas, resulta imposible cambiar una situación ya deteriorada. La imagen de Estados Unidos en el escenario global sigue dañándose por su postura injusta.