El escritor peruano, Alonso Cueto, bucea en el amor, en el odio y las venganzas en una nueva novela. Disponible en la Feria Internacional del Libro, busca encantar con esta historia.,En La segunda amante del rey, Alonso Cueto nos dirige a un espejo. Lentamente, y mientras aparecen imágenes, nos va relatando una historia. Gustavo y Lali están en el abismo del divorcio. Él confiesa su engaño y decide irse con la mujer que había conocido. A partir de ese momento, el odio y la venganza toman un papel importante. Los convierte en seres irreconocibles, en esas personas que vemos todos los días frente a un espejo antes de ir al trabajo. ¿Cómo hace para no repetirse en sus libros? A mí me interesan muchos géneros. Me interesan distintas historias, personajes, incluso distintas épocas. Ahora estoy escribiendo una novela ambientada en el siglo XVIII. Me llama la atención el género policial. He escrito El vuelo de las cenizas. Nuestras vidas son historias policiales hasta cierto punto. La novela policial tiene que ver con algo que rompe una norma. A lo largo de la historia, de la literatura, de las religiones, el tema policial siempre ha estado presente. Caín y Abel podría ser considerada la primera crónica roja de la religión. Y luego, siempre me han interesado las historias de amor. El amor es algo para mí inexplicable. No podemos entender por qué la gente se enamora. En este libro, esos dos géneros se dan la mano. El amor, en cierto modo, también es un crimen. Amar a alguien es una transgresión, por lo menos cuando la amas de verdad. Tus personajes se ven marcados de esa transgresión, pero siempre se buscan. Es más odio que amor. Bueno, el odio y el amor van unidos. Siempre se tocan los extremos. Creo que lo que hace el amor es que uno pierda noción de su identidad. Cuando uno se enamora de verdad, uno deja de saber quién es. Se produce una entrega a un ser distinto. En la edad media, el amor era considerado una enfermedad. Por eso había un santo especial que había que rezarle para liberarte. Al escritor le interesa lo inexplicable. Lo abstracto. Sí, porque el escritor sabe que no hay una respuesta única a los problemas. La experiencia nos enseña que en el gesto más generoso puede haber algo de vanidad. La literatura recoge esa multiplicidad. Siempre va asociado a los lectores que tengas. Y la novela es el género de lo diverso. Es indispensable para una novela abarcar diversas identidades. Emily Dickinson, por poner un caso, tenía que ser una poeta. No podía ser una novelista. Ella vivía en un mundo fascinante, maravillosamente complejo. Pero un escritor de novela tiene que conocer a gente diferente. Es acertado para captar el interés. También entra lo psicológico. Hay libros que no te dicen nada en las primeras veinte páginas y lo dejas. Acá no ocurre lo mismo. En realidad, me parece que Gustavo pertenece a esa sociedad en el que todos tienen que ser exitosos. Cuando él va a Miami a encontrarse con sus amigos, todos deben decir que están bien. Siempre he pensado que hacer literatura es una forma de hacer teatro, donde tú eres el actor, el director, todo. A mí me parece que el oficio más parecido al de escritor es del actor. Es una obra de teatro solo. Así es. ¿Cómo encuentras a tus personajes? No sé de dónde llegan. Deben ser personas que he conocido. Algún libro que hayas escrito por alguna mala experiencia. De alguna reunión donde hayas dicho que es el espejo de una sociedad demacrada. Bueno, he estado en reuniones de gente de la clase alta. Claro, lo único que les interesaba era eso: quién tiene el mejor carro, quién ha hecho más viajes, quién tiene el mejor traje, quién tiene más amantes. Hombres y mujeres. Con una total ignorancia y desprecio por el resto del país. Y eso me parece terrible.