Comunidades de Antioquía sin agua y viviendas colapsadas

Doble tragedia. La quebrada arrasó con una veintena de casas y el río Lurín se llevó incalculables hectáreas de cultivos.,Comunidades de Antioquía sin agua y viviendas colapsadas,Comunidades de Antioquía sin agua y viviendas colapsadas,Comunidades de Antioquía sin agua y viviendas colapsadas,Comunidades de Antioquía sin agua y viviendas colapsadas,Comunidades de Antioquía sin agua y viviendas colapsadas,Comunidades de Antioquía sin agua y viviendas colapsadas,Comunidades de Antioquía sin agua y viviendas colapsadas,—¡Cuenta hasta veinte! El grito de una voz infantil se oye en medio de inmensas rocas. Lo que hace quince días descendió en forma muy violenta desde la quebrada, hoy se ha convertido en el escenario perfecto para un grupo de cuatro niños que juegan a las escondidas. PUEDES VER: Lambayeque: Puente Tablazos se desplomó y dejó al menos 10 caseríos aislados A unos pasos, Jaime Aguirre Tello, un muchacho de 13 años, observa una chatarra de color blanco que alguna vez fue el auto de su padre. Es medio día en el centro poblado de Nieve Nieve, a una hora y media al sur de Lima y en la avenida principal hay cierto alboroto por la comida que ha llegado para los damnificados. Solo en este pueblo del distrito de Antioquía (provincia de Huarochirí) se estima unas diez viviendas colapsadas, tras la activación de una quebrada, la tarde del 15 de marzo. Quince días han transcurrido y Felícita Balvín Párraga, una mujer de 52 años, aún no ha terminado de retirar toda la arena que ingresó a su vivienda. Es domingo y hasta este lugar han llegado jóvenes de la Brigada de Voluntarios Bolivarianos del Perú y la organización Onward Internacional. Con lampas y carretillas, los jóvenes voluntarios aceleran la faena. Hay entusiasmo en el rostro de Felícita. Muy distinto al día de la tragedia. “¡Chola, chola, llenen sacos con arena!”, recuerda que fue la última frase que escuchó de su esposo, cuando desde lejos se oía el anuncio de la caído de un inmenso huaico. “Me metí a la casa, pero el agua rompió la puerta y lo inundó todo. Salí corriendo con mis perros. La estera me tumbó afuera. Estaba ahogada. Ya sentía que me moría. A mi esposo también lo vi tumbado. No sé cómo logramos salir a la chacra”, recuerda. Felícita recuerda que subió llorando hacia el cerro, ante el temor de la caída de más lodo mezclado con inmensas rocas. “Nunca había caído algo así. Primero fue el miércoles 15, a las dos de la tarde. Luego a las diez de la noche, nuevamente. Y al día siguiente cayó el doble”, evoca esta mujer que aún no sale del trauma y necesita pastillas para poder dormir. El agua se llevó todo. Su cocina, sus sillones, su repostero. Por ahora su tarea está focalizada en retirar toda la arena, con la ayuda de voluntarios. No tuvieron la misma suerte los hermanos Jesús (34 años) y Gabriela Apaéstegui Díaz (38). El huaico se llevó no solo la totalidad de sus bienes, sino también hizo colapsar las paredes de sus viviendas. Sandro Pahuacho Apaéstegui, un adolescente de 16 años, estaba en una de las casas el día de la emergencia y lo único que pudo hacer fue poner a buen recaudo a su padre, quien venía recuperándose de una reciente intervención quirúrgica en la pierna. Jesús y Gabriela piden al Estado el apoyo temporal con viviendas prefabricadas, pero también para el mediano plazo, un programa para el financiamiento de viviendas para todos los damnificados. Sin agua, sin agro La emergencia llegó a Nieve Nieve a mediados de marzo, pero hay otro centro poblado, a escasos quince minutos de viaje, donde las viviendas colapsaron hace casi dos meses y la ayuda sigue siendo esquiva. “Aquí ha sido el primer huaico, que ocurrió el 2 de febrero. Somos los primeros damnificados y no ha llegado ayuda”, reclama Noemí Yanavilca Evangelista (34 años), mientras su hija de once años juega en el marco de la puerta de su vivienda arrasada. Noemí estima que otras diez viviendas fueron arrasadas en este pueblo, donde además colapsó el sistema de abastecimiento de agua. José Espejo Yanavilca, tesorero de la comunidad, nos traslada hacia un pozo improvisado, al costado del río Lurín, desde donde se captan agua turbia para su distribución en forma entubada. Su esposa, Nireida Bernabé, resume la tragedia que cayó sobre Antapucro en tres momentos: “Primero fue el 18 de enero, cuando cayó un huaico y las casas solo fueron inundadas. Luego, el 2 de febrero vino otro huaico más fuerte y se llevó las casas. Y después, hace una semana (del 19 al 21 de marzo), el río Lurín nos remató, al desbordarse, llevándose todas nuestras chacras”. Su cuñado Teódulo Obispo León había invertido 35 mil soles en tres hectáreas y media de tomates. Ya estaba todo listo para el cultivo, pero el río Lurín llegó primero. Su hermano Álex había sacado un crédito de 30 mil soles. “Recién había sembrado tomate y el río se llevó todo, incluyendo su sistema de riego tecnificado”, se lamenta y demanda flexibilización de los bancos, no solo para las regiones afectadas del norte. Un grupo de mujeres se ha reunido en la calle principal de Antapucro. “Aquí todos hemos votado por PPK”, comenta Nireida y recuerda la promesa de agua que hizo el mandatario cuando era candidato. Hoy duda del cumplimiento de esta promesa. Todo es incertidumbre en este pueblo arrasado y sin ayuda desde hace dos meses. ¿Cuáles son sus necesidades? El alcalde de Antioquía, Ángel Mantari Ramos, ha tomado como prioridad la rehabilitación de las vías destruidas en una extensión total de tres kilómetros. Falta completar el tramo de un kilómetro destruido por el río Lurín, en inmediaciones de Chontay. Para eso es necesario contar con el apoyo (aún ausente) del gobierno regional de Lima. El servicio de electricidad regresó recién hace dos días y es muy pésima la comunicación telefónica desde los servicios que ofrecen las compañías Claro y Movistar. Los sistemas de captación y distribución de agua entubada han colapsado y el alcalde advierte que para eso no bastan los 100 mil soles que destinó por emergencia el gobierno nacional. Las familias aún necesitan ayuda directa diaria con alimentos y agua potable. Este apoyo debe ser focalizado en los centros poblados de Nieve Nieve y Antapucro, donde los niños registraron enfermedades estomacales. Incomunicados Cerca de un kilómetro de carretera colapsada ha dejado con el tránsito muy limitado a los distritos de Antioquía, Langa, San Damián, San Andés de Tupicocha, Santiago de Tuna, Lahuaytambo, Huarochiri, Sangallaya, Santiago de Anchucaya, San Pedro de Huancayre, San Juan de Tantarancha y San Lorenzo de Quinti.