Las buscaban casa por casa, se las llevaban y las esterilizaban

Modalidad criminal. Los testimonios de mujeres shipibas y quechuas de Ucayali y Cusco coinciden en que empleados y técnicos de los puestos de salud aledaños a sus comunidades irrumpían en sus viviendas y las obligaban a trasladarse a varias horas de distancia para ser sometidas a intervenciones quirúrgicas de esterilización.,Las buscaban casa por casa, se las llevaban y las esterilizaban ,Las buscaban casa por casa, se las llevaban y las esterilizaban ,Las buscaban casa por casa, se las llevaban y las esterilizaban ,El programa de esterilizaciones del gobierno de Alberto Fujimori llegó hasta comunidades indígenas y nativas alejadas, donde nunca antes se había aplicado ningún programa de salud estatal. Testimonios de mujeres que fueron víctimas de la política de control de natalidad fujimorista confirman que fueron obligadas a trasladarse a centros de salud y hospitales fuera de sus comunidades donde fueron sometidas a intervenciones quirúrgicas de esterilización contra su voluntad. PUEDES VER: Especial 'Secuelas perpetuas': Esterilizaciones forzadas La shipiba Norma Mori Silvano fue trasladada desde su comunidad de Vista Alegre de Pashitea, en el lejano distrito de Masisea, al hospital Amazónico, en la ciudad de Pucallpa. El trayecto duró seis horas en bote. “Enfermeras del puesto de Pashitea vinieron a buscarme a mi casa. Yo había visto antes a estas enfermeras porque diez años antes que me esterilizaran yo había ido a esa posta”, dijo Norma Mori. Casa por casa “Ellas me dijeron para ir a pasear a Pucallpa, yo confiaba en ellas. Me llevaron al puerto de Pucallpa en bote y de ahí al hospital en motocar… En un cuarto me amarraron las manos y me ligaron". relató la víctima. Lo mismo le sucedió a Romelia López Quesus, también fue conducida desde Masisea a uno de los más grandes hospitales de la ciudad, el Regional de Pucallpa. El viaje al encuentro con sus verdugos duró un poco más de cinco horas. “Una enfermera y un médico del puesto de salud Santa Rosa (distrito Masisea) visitaron mi casa. Me llevaron con engaños a su puesto de salud y de ahí, sin yo saber, me llevaron al Hospital Regional de Pucallpa… Me hicieron pasar a una sala y me dijeron que me iban a hacer la ligadura. Les dije varias veces que no quería, pero me dijeron que me entregarían ropa, alimentos y dinero”, declaró. La shipiba Lidia Rodríguez Gonzales fue por medicamentos para tratar su hemorragia a la posta de San Francisco, en el distrito Yarinacocha, provincia Coronel Portillo. Los enfermeros le dijeron que no tenían medicina, pero que la llevarían a la ciudad de Pucallpa, al Hospital Amazónico, porque ahí con toda seguridad podían curarla. El trayecto duró casi dos horas. En el hospital tenían todo preparado para esterilizarla. “Me pusieron en la camilla sin decir nada, me ataron manos y pies para que no me moviera... pensé que me hacían eso para curar mi hemorragia”, manifestó. A ocho horas de la ciudad de Pucallpa se encuentra el distrito de Iparía, en Ucayali. Fue en este lugar que ligaron las trompas de una manera atemorizante a Juliana Lomas Cauper. “El enfermero Domingo Sánchez me buscó en mi casa. Me dijo que fuera para que me dieran ropa, víveres y dinero. Me ha dicho para ir al Centro de Salud Iparía y ahí me abandonó”, declaró Lomas. Ella fue trasladada cinco horas en bote desde su domicilio ubicado en la comunidad Pueblo Nuevo (distrito Iparía) hasta el centro de salud. “Me dijeron para pasar a una sala, que todo estaría bien y me echaron en la camilla...Cuando yo no quería echarme, a la fuerza me hicieron echar y grité fuerte… Apagaron la luz, me pusieron una inyección (anestesia), yo temblaba, grité, no sabía qué me hacían, me iba sintiendo como adormecida”, expresó Lomas. Nilda Pino Canayo, otra de las víctimas esterilizada a la fuerza con 24 años de edad, relató su historia. “Enfermeras del puesto de salud de Tacshitea (distrito Callería, provincia Coronel Portillo, Ucayali) me fueron a buscar a mi casa para acompañarlas al Hospital Regional de Pucallpa para cuidar bebés. Me dijeron que me pagarían por eso, que no me esterilizarían”, testificó. El viaje hasta el hospital desde su domicilio fue de aproximadamente dos horas. A Nilda Pino le mintieron. La esterilizaron a la fuerza y le hicieron tocamientos indebidos antes de la intervención quirúrgica. “Se burlaban de mis órganos genitales. Un enfermero dijo que mi vagina parecía un labio, me manoseaba... Me ligaron”, declaró. Bertha Mori Nunta, con el ceño fruncido, cuenta su verdad: “Enfermeras del puesto de Abujao (distrito Masisea, provincia Coronel Portillo) iban a mi casa a exigirme que me ligue en el centro de salud Masisea. Me decían que yo era menor de edad, pero que me pondrían en su lista que tenía 28 años... Me amarraron, les dije a los doctores que no quería, pero me dijeron que yo ya había decidido”, declaró la víctima. Nadie se salva El mismo patrón, el mismo modus operandi, el mismo plan fríamente diseñado ocurrió con las víctimas quechuas del Cusco en los distritos de Huancarani, Colquepata, Maras y Anta ubicados entre dos a cinco horas de la ciudad. Lorenza Illa Yanqui, natural de la comunidad campesina de Sipascancha, distrito Colquepata, provincia de Paucartambo, relata la ruta elaborada por los perpetradores del crimen para esterilizarla a la fuerza. “Desde mi casa, bajo amenazas me han llevado los enfermeros de la posta de Colquepata, Alicia y Hernán, para ligarme… Luego me llevaron al Centro de Salud de Paucartambo. Si no me ligaron en la posta de Colquepata fue porque en ese momento no había programación de ligaduras en esa posta”. “En el centro de salud Paucartambo nos han encerrado, estábamos de hambre, luego me ligaron y me malograron la vida para siempre”, contó Lorenza Illa. Lo mismo ocurrió con Victoria Ccoya Quispe. Las enfermeras Lucy y Marisol, del centro de salud Huancarani, fueron más de tres veces a su casa para que se esterilice. Bajo continuo hostigamiento y amenazas lograron su misión. “Yo les dije que no, siempre les decía que no, pero me obligaron… Del Centro de Salud me llevaron en carro particular al hospital Regional del Cusco (ubicado en la ciudad) ahí nos han hecho llegar… ahí me llevaron a una cama, me cambiaron de ropa, yo no quería, no quería”, relató. El trayecto del centro de salud al hospital de fue más de dos horas. Benita Huarancca Quispe también fue hostigada en su casa para ser trasladada del centro de salud Huancarani al hospital Regional de Cusco, por las mismas enfermeras, Marisol y Lucy. “Me llevaron a la fuerza al Centro de Salud de Huancarani y de ahí al Hospital Regional de Cusco. Yo quería escaparme, pero era primera vez que estaba en un hospital y me perdía”. Tanto a Victoria Ccoya como a Benita Huarancca, luego de esterilizarlas en el hospital, les entregaron una tarjeta para que fueran a atenderse al Centro de Salud Huancarani si presentaban algún problema. La tarjeta indica un convenio entre el Ministerio de Salud (MINSA) y el Fondo de Cooperación para el Desarrollo Social (FONCONDES) para reforzar el Programa de Salud Reproductiva y Planificación Familiar, llevado a cabo durante el segundo gobierno de Fujimori. Una tarjeta que ellas no podían entender, pues son analfabetas. Maximiliana Quillahuamán Quispe dio a luz y al poco tiempo llevó a su hijo para su control a la posta de Maras (distrito Maras, provincia Urubamba, Cusco). El maltrato no se hizo esperar ni un minuto, el personal de salud de esa posta la encerró junto con otras mujeres para que no se escapen. Luego la subieron a una ambulancia empujándola, junto a las demás señoras. En el trayecto del camino una enfermera de la posta le dijo que ellas no ligaban, que eso lo hacía personal del MINSA de Urubamba, a donde se dirigían. “Me pusieron la anestesia y me dijeron: cuenta hasta donde puedas. Les dije: no me hagan esto, tengo 25 años. No recuerdo más, empecé a perder el sentido”, testificó Quillahuamán. Luisa Mejía Victoria fue captada en su casa por personal de salud de la posta de Chinchaypugio, en el distrito de Anta, provincia Paucartambo. “Un día me dijeron que fuera a la posta para ver mi salud. Me dijeron que me tenían que llevar a la posta para revisar si mi T de cobre estaba bien. Hartas señoras estaban ahí. Luego nos llevaron al Centro de Salud de Anta, nos dijeron que era para revisar nuestros cuerpos, para ver si estábamos bien. Nunca nos hablaron de ligadura...Me dijeron que firmara un papel. Les dije que no sabía leer ni escribir, que solo sé firmar mi nombre, pero mal… Yo no tengo ninguna educación. A cinco señoras de Chinchaypugio que no sabemos leer ni escribir ese día nos han ligado", relató entre lágrimas Luisa Mejía.