La derecha ha vendido con mucho éxito la historia de que la reforma agraria decretada el 24 de junio de 1969 por el gobierno de Juan Velasco Alvarado destruyó una agricultura que era un pilar de la economía peruana y era próspera y eficiente. Quienes defienden la reforma argumentan razones sociales para justificar su necesidad, pero aceptan que efectivamente esta dañó un sector económico dinámico, que atravesaba por una buena situación. La verdad es que cuando se decretó la reforma agraria el agro pasaba por una crisis profunda que ya tenía dos décadas de duración y cuya perspectiva era continuar agravándose. Esta afectaba no solo el agro serrano tradicional sino también a la moderna agricultura de exportación. Veamos la situación en vísperas de la reforma agraria. Entre 1950 y 1968, el PBI peruano creció de 40,920 a 109,206 (contabilizados en millones de soles, valorados a precios constantes de 2007). En esos 18 años el agro creció de 4,486 a 6,803, la pesca de 45 a 864, la extracción de minerales y petróleo de 4,220 a 13,912 y la manufactura de 5,630 a 19,505. En esas dos décadas el PBI, la minería y la manufactura multiplicaron su valor por tres y la pesca creció 20 veces. Pero la agricultura creció apenas un 0.66%, a una quinta parte de la velocidad con que crecían los demás sectores (INEI: PBI según actividad económica por sectores, 1950-2015. http://bit.ly/292cN1f). La crisis agraria afectaba no solo el agro serrano arcaico sino que era también grave en el sector moderno, el de la agricultura costeña de agroexportación, el de los terratenientes que defendían la intangibilidad de sus grandes latifundios porque ellos proveían al Estado de las divisas imprescindibles para que funcionara la economía peruana. Hasta 1950 este argumento tenía peso, pues la agroexportación aportaba alrededor del 50% de las divisas. Pero a partir de entonces la situación cambió radicalmente. Entre 1955 y 1969, las exportaciones totales del Perú crecieron de 271 a 866 millones de soles. Visto por sectores, porcentualmente la pesca tuvo un crecimiento espectacular: de 4.7% a 25.6% y las exportaciones mineras crecieron de 45.3% a 55.0%. Esos sectores explican el crecimiento global experimentado en el período. Pero las exportaciones agropecuarias no solo no crecieron sino que cayeron a la tercera parte de su valor inicial: de 47.1% a 16.3% (Anuario Estadístico del Perú, 1966 y 1969. Lima: ONEC. Citado en Contreras y Cueto: Historia del Perú contemporáneo, IEP, 2000, p. 292). Esto afectó profundamente la balanza comercial agropecuaria. En 1956 por cada $ 100 de productos agropecuarios exportados el Perú gastaba $ 39. para importar alimentos. Pero para 1967 lo que se gastaba en importar alimentos superó lo que aportaban a las exportaciones agropecuarias (Gladys Róquez: La agricultura peruana. Estadísticas agrarias 1950-1978. TEA-UNA, 1978, p. 15). Resumiendo: en las dos décadas anteriores a la reforma agraria la economía peruana creció tres veces, la minería, la manufactura y la pesca crecieron entre 3 y 20 veces, pero la agricultura creció apenas un 0.66, a una quinta parte de la velocidad con que crecían los otros sectores. La crisis agraria afectaba no solo el agro serrano atrasado, sino también a la moderna agricultura de exportación. El valor de lo que esta exportaba se redujo a la tercera parte entre 1956 y 1969 y para 1967 lo que se gastaba importando alimentos superó los ingresos que producían las exportaciones agropecuarias. La sociedad oligárquica, cuyo corazón era el bloque terrateniente encabezado por los significativamente denominados “barones del azúcar y del algodón” estaba en una crisis terminal. La reforma agraria culminó políticamente un proceso que económicamente ya era irreversible y cuyo cierre era el prerrequisito para que el agro peruano transitara de una lógica colonial señorial a una de tipo empresarial, capitalista. La crisis agraria era grave antes de que Velasco Alvarado tomara el poder y la reforma mantuvo el agro estancado. En 1969, cuando se decretó la reforma, el producto agrario ascendió a 7,252 millones de soles; para 1975 –cuando fue derrocado Velasco Alvarado– había crecido ligeramente hasta 8,101 y en 1980, cuando con Morales Bermúdez los militares abandonaron el poder, ascendía a 7,917 (INEI, ya citado). Resultados mediocres, pero muy distantes del desastre que pretende la derecha. Evaluaré en la próxima columna el impacto político de la reforma.