Expulsando al huérfano

Una declaración de Ana María Solórzano ha sido leída por Daniel Urresti como un llamado a que retire su candidatura, y en efecto eso es lo que parece. El motivo para darle un empujón a Urresti es claro: el candidato huérfano no va a pasar la valla, lo cual les va a crear problemas a los nacionalistas más adelante. No es la primera insinuación que recibe Urresti, y ha vuelto a responder que piensa seguir en campaña hasta el amargo final. A estas alturas él considera que sus enemigos están en la plana mayor del propio nacionalismo. Ciertamente no ha recibido mucha ayuda desde esa dirección, y todo indica que no va a recibir más de lo que hay. ¿Por qué quiere quedarse? Sus reacciones sugieren que se siente engañado, y probablemente ve su retiro de la campaña como una expulsión, lo cual es una sospecha atendible. Al permanecer obtendría una pequeña venganza, al obligar al nacionalismo a los trajines de una nueva inscripción, en circunstancias más difíciles. Urresti tenía que saber lo que le esperaba. Los candidatos de gobiernos salientes suelen obtener votaciones mínimas. La única excepción reciente es el 22% de Luis Alva Castro en 1990, un inexplicable tercer lugar. Para cuando Urresti llegó a la candidatura, ya su popularidad era una sombra de su antiguo prestigio. Las presiones sobre el candidato parecen parte de un tardío esfuerzo por reencauchar un partido tratado con descuido a lo largo de cinco años. Si los disidentes del Congreso significan algo, la agrupación está dividida, dispersa, y desmoralizada. Pero el membrete y la inscripción pueden valer algo en la recta del 2021. Además, sin bancada en el Congreso un partido operativo es lo único con que podrían contar los nacionalistas para defenderse de los enemigos acumulados a lo largo del gobierno. Por eso quizás no ven el último cartucho de Urresti como un acto heroico, sino como una piedra en el camino. Obstáculo que ellos mismos fabricaron. Urresti siempre podrá argumentar, para lo que valga, que su desgracia electoral se debe a que los dirigentes del nacionalismo le mezquinaron apoyo desde el primer momento. Debió sospechar que podía chancarse los dedos en la pugna interna de las alturas del partido nacionalista, algo que puntualmente sucedió. Ciertamente este es el único caso en que no cabe la acusación de ser el candidato de Nadine Heredia. El propio Urresti ha mencionado a alguno de sus competidores como favorecido de Palacio. Pero ni la partida de los candidatos más afines al nacionalismo ha vuelto al militar más simpático para la cúpula nacionalista. De más está decir que lo sacrificarán sin derramar una lágrima. Ni siquiera una de cocodrilo.