lecturas,Reescribir el lenguaje es un ejercicio común. Cerca de mi casa, una lavandería inaugura su local. Por fuera anuncia los servicios de lavado –secado– planchado. Encima hay un aviso más grande: “Lavandería Don Quijote sin mancha”. Alguien hace un comentario adicional. “Véase como un caballero de España pero sin las molestas manchas”. No era necesaria tanta explicación para lo que había sido un acierto en el letrero grande. Es posible que no lave la ropa mejor que otras, pero esa lavandería tiene el futuro asegurado. Cerca de allí, un restaurante tiene un aviso que atraviesa el dintel. Es un lugar de consumo de pescados y mariscos con un nombre demoledor: “La Gran Concha”. Por si no quedaran dudas, hay una concha (marina) gigantesca bajo el letrero. Mi hijo Esteban me informa que hay otro restaurante que se llama “La Concha de sus mares”, una prueba de que el consumo de mariscos aguza la imaginación. Conversando con un grupo de amigos, recordamos otro letrero de un conocido editor que quedaba cerca de la Plaza Francia: “Cultura, cultura y más cultura. Hasta revolucionar al hombre”. Por el momento tengo la impresión de que los marisqueros y los lavanderos tienen el ingenio más entrenado que los que vendían libros en esa editorial. Asumir una expresión para reformularla, encontrar sus códigos y reescribirlos es una antigua costumbre popular. Por eso usamos, por inversión, la jerga “trome” en vez del “metro” y del “maestro” original, y también por eso abreviamos con una “chela” en vez de una cerveza. Reescribir el lenguaje por asociación es un modo de ironizarlo y de enriquecerlo, al mismo tiempo. Hay otro ejemplo del que habla un amigo. Una tienda de frazadas y colchas tiene un letrero afuera: “La colcha de tu madre”. La frase tiene un efecto seguro, aunque no se sabe si va a atraer o expulsar a compradores. En internet encuentro la fachada de una peluquería con otro letrero atractivo: facelook. Es seguro que no le faltarán seguidores entre los usuarios de las redes sociales. Hay algunos juegos involuntarios, por cierto, como otro que aparece en internet. El Servicio de Hotelería Industrial de Terrassa tiene unas siglas debajo de su anuncio: SHIT. En otra imagen, un gimnasio hace una pregunta: “¿Cansado de ser gordo y feo? Sea solo feo. Horarios mañana y tarde”. Otro anuncio que encuentro es el colmo de la receptividad turística: “Bienvenidos turistas nacionales, extranjeros y extraterrestres”. Con tanta apertura no le faltarán clientes. Recuerdo en cambio el aviso que aparecía debajo de la factoría de autos en la película mexicana Mecánica Nacional de Luis Alcoriza: “Aquí solo se atiende a los muy machos”. Los letreros buscan en pocas palabras crear un pacto de seducción. Es un intento similar al de la literatura, solo que con menos recursos y sin contenido. A los letreros solo les interesa el primer contacto. Muchos de ellos muestran que la creatividad es un músculo natural en los seres humanos, solo ejercitado por algunos. Recuerdo uno que vi cuando era niño: “Bidrios. Lo escribimos mal. Lo colocamos bien”. No olvido tampoco el letrero en el ingreso de una playa española: “Permitido entrar en topless, pero con moderación”. ❧