psíquico. Jorge Díaz Herrera ha publicado Inocente como el hacha del crimen, una novela que interpela a sus personajes.,En la novela Inocente como el hacha del crimen de Jorge Díaz Herrera descubro una línea narrativa poco explorada en nuestra modernidad, era de sufrimiento e inundación de banalidades: el hombre desnudo con sus angustias ante el crimen. La novela, editada por el sello editorial San Marcos, se puede leer de corrido en sus monólogos constantes como el mejor Proust, pero provisto de una historia moralizante que nos introduce a una narrativa afilada, rica en limbos, fantasmas, demonios y paraísos, en sus escenarios desnudos de ubicuidad, en especial el primigenio materno. Historia moral de un condenado, el joven Octavio que clama al sordo cielo. Estamos en el teatro del mundo moderno para juzgar y sufrir con las vicisitudes del actor principal, ante Octavio y su retrato maltratado por injusticias que lo hunden en la peor de las culpas. Él, muchacho sensible, y su metamorfosis, Escalera, el duro presidiario, el hombre perverso, el doble, el alter ego. Raskolnikov, Mister Hyde, William Wilson el doble perverso en un recordado relato de E.A. Poe. Todas esas lecturas me revuelven la memoria mientras sigo las peripecias de un acusado, de un ser acechado por las Erinias, azotado por los fuegos medievales que envían a los condenados a los profundos abismos de Dante. De un escenario provinciano donde prima la tragedia, en donde el hipócrita tiene su consabido lugar, nos trasladamos con la imaginación a otro escenario universal, esos helados y pálidos humanos que retrata El Bosco.Inocente como el hacha del crimen es un relato alegato. Un grito, una necesidad expresiva en un medio, en un mundo literario que nunca entiende al inocente, al amor maternal a las cosas simples que nos rodean. En donde unos entendidos fomentan el loar de lo que nos inunda, el estilo usual urbano, neocostumbrista, el de aquellos célebres o imitadores de los célebres que escriben con continua procacidad para impactar, que crean brutales historias para ganar adeptos. En este relato si alguien busca eso aléjese, se decepcionará ante esta impactante alegoría lírica. Acá estamos buscando la pureza, derrumbemos las murallas de la injusticia, eduquemos a la jauría humana con una historia edificante, cruda y descarnada como la tragedia griega del siglo V a.C.Orestes asesino de su padre, a su pesar, es un arquetipo para comprender a Octavio, un chico torturado, acusado por el mundo que lo rodea, que se burla, que clama. Es ese al que lo marcó el Destino para que caminase por un cerro que conduce al cruel cadalso, al que desaprueba el vulgo y tiene madre con nombre bíblico Martha y este muchacho, Octavio, es un Cristo violentado, un Príncipe Idiota, dostoievskiano que merece la condena o la risa.Eco vallejianoEstoy sorprendido de cómo el género de una historia edificante puede trasponer los siglos de la antigüedad desde San Agustín y sus confesiones, pasando por el místico Malón de Chaide o nuestro universal Vallejo. La historia de Díaz Herrera está escrita desde un limbo imaginario en donde desnuda la pequeñez de la justicia, en donde grita más que nunca la frase de Vallejo: nadie es delincuente nunca o todos somos delincuentes siempre. Un libro que nos enriquece y nos conduce a esos conflictos laberínticos que desde el fondo de los siglos nos remiten al mismo escenario, a las mismas interrogantes: la inocencia, el crimen, la culpabilidad, en sustantivas palabras: a lo humano, simplemente lo humano.❧