Las encuestas y sus límites

En estos días se ha cuestionado a las encuestadoras por la discrepancia entre las cifras que mostraron las mismas y los resultados finales de procesos diversos tales como el Brexit en el Reino Unido, el plebiscito en Colombia y, recientemente, las elecciones en Estados Unidos. Lo que estos comentarios dejan de lado es que en el último proceso electoral en el Perú, las dos instituciones que cubrieron todas las etapas del proceso sí estuvieron acertadas tanto en la primera como en la segunda vuelta. ¿Por qué estas diferencias? Señalo por lo menos tres: “sesgos de deseabilidad social”, “sesgos de no respuesta” y que las encuestadoras, en particular las norteamericanas, recién se enfrentan al hecho de realizar pesquisas en una población distante de los políticos del establishment. Con relación a la “deseabilidad social”, hay que destacar que en los tres países mencionados siempre hubo un clima de opinión donde una de las posiciones estaba mejor evaluada por el establishment: mantenerse en la Comunidad Europea, apoyar la paz y rechazar a Trump. Es probable que en estos tres casos, una parte significativa de la ciudadanía haya estado respondiendo al encuestador de acuerdo a lo que era socialmente bien visto en ese momento. En el Perú utilizamos los “simulacros de votación” (que no son encuestas) para compararlos con los resultados de los sondeos y ver si este fenómeno está presente. Se aplicaron en abril y junio y no se observó esta fuente de error. Respecto al “sesgo de no respuesta”, este ocurre cuando el perfil de los que no responden a los sondeos difiere significativamente de los que sí lo hacen y, además, ni el trabajo de campo ni el procesamiento estadístico hacen los ajustes necesarios para corregir esta fuente de error. Dan Cassino en un artículo para el Harvard Business Review señala que lo más probable es que en los diseños muestrales y trabajo de campo de la mayoría de encuestadoras norteamericanas no se haya representado adecuadamente a un segmento de la población que finalmente sí votó, los simpatizantes de Trump. En este caso, sostiene el académico, los que votaron por Trump no solo expresaron su rechazo a los políticos tradicionales sino que respondieron menos a las encuestas y, por lo tanto, estuvieron sub representados. Este tipo de sesgo impacta más cuando, como en los tres países mencionados, el voto es voluntario. Finalmente, los norteamericanos recién están conociendo lo que es hacer encuestas a una población que rechaza a todo el establishment. Entre las diversas formas que se puede controlar la exactitud del muestreo, en el país del norte se acostumbra preguntar por la simpatía partidaria y algunos otros datos de la historia y demografía del votante que ayudan a realizar ajustes en los datos. La identidad partidaria y la experiencia previa de voto eran variables influyentes y en esta elección dejaron de serlo. Los analistas han señalado que esta ha sido una de las peores campañas presidenciales debido al desgaste y desprestigio de la clase política en Estados Unidos. Un proceso donde se mostró una gran polarización y rechazo hacia ambos aspirantes. Se percibe en el electorado norteamericano algo semejante a lo que ocurrió en los 90 en el Perú: distancia de los partidos y representantes tradicionales de la política que llevaron primero a Belmont a la alcaldía y luego a Fujimori a la presidencia. Cuando lo que prima es la desafección, el bajo interés y vínculos débiles o negativos con los partidos y políticos del establishment lo que sucede en el proceso de toma de decisión electoral es que pesan más los elementos de la coyuntura que la historia del comportamiento previo del votante. Cobra más importancia el vínculo emocional con el candidato del momento que la relación con el partido que lo postula. En el Perú, donde hace tiempo vivimos una crisis de representación partidaria, siempre repetimos que las encuestas son fotos de momentos en movimiento. El sondeo local muestra una opinión feble que se presenta como uno de los síntomas de nuestra terrible crisis de representación política. Debido a ello, sabemos que no se debe estar haciendo pronósticos (a pesar que a veces se cae en el error). Estamos acostumbrados a que una cuarta parte decida por quién votar la semana previa y cerca del 10% el mismo día. Hemos incorporado en nuestros procesos esa volatilidad y precariedad de vínculos. Por ello insistimos en ser cautos y esperar hasta el último momento. Los del norte recién lo están conociendo.❧