Jurar en vano

Cada quien ha ensayado frente al espejo la frase que esperan se comente durante todo el día, si es posible toda la semana. Por sus líderes históricos, por las tumbas que no visitan, por los muertos que se convierten en facturas por cobrar. Van a exigir a viva voz indultos, mientras los demás silban y golpean la carpeta. Van a provocar, esperan reacción porque da visibilidad, en algunos casos será lo más transcendente que hagan en todo el lustro que arranca. Besan la cruz, hacen la jugada para la tribuna, se transforman en el arquero que vuela de manera espectacular no para detener el balón que entra a su arco sino para la foto de portada del diario. Faltó un selfie al juramentar. Se olvidan para qué han sido elegidos. No se imaginan la decepción que provocan en los que votaron por ellos y necesitan ser representados. El ciudadano común y corriente, cualquiera de nosotros –querido lector de los lunes– entiende que se puede pensar diferente, que existen posiciones irreconciliables, que la política exige confrontación, que la tensión es un elemento natural del juego del poder. Ese ciudadano también sabe que hay momentos que exigen tregua, que el respeto a las ideas opuestas es la base de cualquier democracia, que dialogar hoy es imprescindible, que necesitamos actores que estén a la altura del encargo histórico de un país que hace rato no está bien. Ojalá este inicio tan accidentado como absurdo no marque la ruta de partidos políticos que piensan en las elecciones del 2021, cuando la Historia les reclama actuar con urgencia y precisión por los que representan desde el 28 de julio del 2016.❧