Pirotécnicos, informalidad que mata

En estas fiestas de fin de año, la realidad muestra que los peruanos aún consumen y fabrican pirotécnicos ilegales. En lo que va del año se ha decomisado más de 83 mil kilos de estos artefactos. Hay niños muertos producto de quemaduras y autoridades sentenciadas por provocar lesiones.,En el kilómetro 28.5 de la Panamericana Norte, en Puente Piedra, las tiendas con nombre de santos pueden ser peligrosas. PUEDES VER: Cascos blancosen laguerra siria El jueves pasado, al mediodía, la vendedora de la tienda "San Nicolás de Bari" se fue a buscar un catálogo de pirotécnicos y no volvió más. La del otro local, "Virgen de Guadalupe", apenas vio que se acercaban un par de inspectores, metió a su niña, cerró la puerta y nunca la abrió. Afuera quedaron los juguetes, los empaques vacíos de cohetones y una vacaloca. Después de treinta minutos, la superior Pilar Angulo, la abogada Jessica Moreno y el coronel PNP (r) Alfonso Chávarry ingresaron al taller de pirotécnicos que había sido abandonado por la vendedora. El local de tres metros cuadrados tenía colchones sucios, cocina, ollas, decenas de carrizos, cartuchos y pólvora. Mucha pólvora. Chávarry, Angulo, Moreno y el resto de inspectores de la Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil (Sucamec) estaban rodeados de 800 avellanas, tortas de fuegos artificiales, cohetecillos y productos cuya fabricación informal justifica un decomiso, una sanción administrativa, el cierre del local y hasta ocho años de cárcel. Estaban en uno de los centros de operación de la pirotecnia artesanal, la que no cuenta con autorizaciones, la que se realiza cerca de viviendas, de colegios, de niños, la de tiendas con nombre de santos, y dueños que no dan la cara. Estos locales de la Panamericana Norte se suman a los ubicados en la Carretera Central, el Rímac, San Juan de Lurigancho, Comas, Villa María del Triunfo, Carabayllo, Lurín y otras zonas periféricas de Lima que generalmente salen a la luz luego de una tragedia. El 20 de noviembre pasado, un incendio destruyó el tercer piso de una casa en Villa María del Triunfo que era utilizado como un almacén no autorizado de material pirotécnico. Cuatro días después, un dirigente vecinal de Carabayllo murió luego de una explosión en un taller donde confeccionaba antorchas navideñas y donde, según sus vecinos, se fabricaba material piroténico. A fines de agosto, una bebé de seis meses murió a causa de quemaduras de tercer grado luego de una explosión en un taller clandestino de pirotécnicos en Ocopilla, Huancayo. Si bien no se tiene un registro único de personas afectadas por pirotécnicos, la Sucamec estima que, a la fecha, más de una docena ha sufrido quemaduras, lesiones y daños materiales por incendios. También detalla que, en lo que va del año, se han decomisado 83 mil 330 kilos de pirotécnicos y destruido veinte toneladas de estos productos. Solo seis locales cuentan con autorización para vender material pirotécnico en el Perú: los de Comas, Magdalena, La Victoria, y dos en Arequipa. Más de cuarenta aún están siendo evaluados por la Sucamec. El resto es ilegal: fabrica productos en zonas urbanas y usa insumos sin control de las autoridades. Aquí solo se permite la venta de pirotécnicos deflagrantes (luces de bengala, tortas, volcanes), los cuales deben adquirirse en ferias autorizadas y deben ser manipulados por vendedores capacitados. Los artefactos detonantes como Pokerata, King Kong o Guty están prohibidos. Pero no todos lo cumplen. Una tarea pendiente El 29 de diciembre del 2001, mientras Mesa Redonda se incendiaba, el vendedor de hortalizas, Luis Alberto Guzmán, veía las detonaciones desde su casa en el cerro San Pedro de El Agustino. Aquella tragedia, generada por la demostración de un artefacto pirotécnico, dejó 277 muertos, más de 500 heridos, cientos de desaparecidos y restos no identificados. El fuego de Mesa Redonda también se llevó a Jackeline, la hija de Luis Alberto, quien trabajaba junto con su madre en aquellas galerías. Ahora, el hombre no recuerda si su hija tenía trece o catorce años. Nunca reconoció su cuerpo. Ella desapareció. "Creo que se hizo ceniza. Una vez que se hace la cristiana sepultura, ahí queda todo. Cuando uno está muerto, muerto está", dice. Seis años después del incendio, varios periódicos decían que la esposa de Luis había sido detenida por vender cohetones en La Parada. "Comerciante no aprendió lección", se publicaba en setiembre del 2007. Aquella vez, los medios decían que el hombre había denunciado a su esposa luego de la muerte de su hija. Él lo niega, pero asegura que "si uno está advertido, no debe hacer estas cosas". Recuerda que los deudos aún no reciben el terreno prometido por Alejandro Toledo hace 15 años. Cuatro meses antes de esa tragedia, la fiscal de prevención del delito de Lima, Cecilia Vásquez, revisaba las galerías del Mercado Central y hallaba pirotécnicos en cajas de juguetes, ascensores llenos de detonantes y vendedores que decían que "de algo se tiene que morir". "Hacíamos labores de concientización y levantábamos actas a diario. Las personas eran reacias. Decomisábamos los productos y, al día siguiente, los volvían a llevar. Era la de nunca acabar". Según la fiscal, en ese momento las normas que sancionaban la comercialización de pirotécnicos eran débiles: no pasaban los tres años de pena privativa de libertad. Después de la tragedia hubo cambios. La Fiscalía de Prevención del Delito y la Sucamec, instituciones que fiscalizan el uso de pirotécnicos, consideran que el panorama ha mejorado en comparación a lo que había hace quince años: hay una menor demanda de permisos para importar estos productos y las sanciones son más duras. Del papel a la acción En enero del 2017, Clemente Vega, exalcalde del distritro de Acochaca (Áncash) cumplirá con su condena. Hace un año, los declararon culpable de las lesiones de un adolescente que en diciembre del 2013, un día después del aniversario de la localidad, sufrió la amputación de los dedos de la mano izquierda tras prender un pirotécnico. Según los reportes del Ministerio Público, el burgomaestre dispuso que los juegos pirotécnicos que sobraron en las celebraciones fueran almacenados en una lugar visible dentro del local municipal. El artículo 279 C del Código Penal establece que quienes fabriquen, importen, exporten, depositen, comercialicen o usen productos pirotécnicos sin tener autorización pueden recibir entre cuatro y ocho años de cárcel. Pero también dice que la pena se agrava cuando generan lesiones graves o muertes: de cinco a diez años. "Antes se consideraba un delito contra la seguridad pública, pero ahora lo especifica el Código Penal. Una sanción que pasa los cuatro años es para prisión efectiva –precisa la fiscal Vásquez, quien luego agrega: "Las penas están dadas. De lo que se trata es que la administración de justicia las aplique, que los alcaldes controlen y que no les tiemblen las manos". A esto se suman otras medidas con mayor cercanía al ciudadano como un aplicativo lanzado por Sucamec desde donde se podrá denunciar la venta ilegal de pirotécnicos y conocer la ubicación de ferias. Alerta con modalidades Los pirotécnicos se fabrican en estos talleres clandestinos, se importan o se obtienen de contrabando. Del primer grupo hay quienes cuentan con talleres autorizados, pero no tienen permiso para usar la pólvora con este fin. "Ellos pueden tener autorización para fabricar castillos, pero desvían el insumo y lo usan para otras cosas", precisa el superintendente Rubén Rodríguez. El funcionario agrega que este año se ha identificado contrabando de pirotécnicos en la frontera de Puno con Bolivia. No es el único punto. En agosto pasado se incautó más de medio millar de pirotécnicos de origen chino. Los cohetecillos denominados ‘Big Tom Thumbs’ estaban camuflados entre tortas pirotécnicas, las cuales sí están permitidas. Esta modalidad no es nueva. El año pasado, solo en el Hospital del Niño de Breña, uno de los principales establecimientos pediátricos del país, se reportaron seis casos de quemaduras por fuegos artificiales. Desde hace diez años, la tendencia se mantiene. El jueves pasado, mientras la Sucamec incautaba el material en Puente Piedra, uno de los compradores decía que irá a cualquier otro lugar porque los pirotécnicos "son parte de la fiesta". A su lado, su hija, apenas empezaba a caminar.