Desde Barichara, en Santander (Colombia), Andrea Montenegro transcurre sus días junto a sus hijos, pintando y dando clases de actuación y yoga. En los últimos años, ha encontrado en el campo un lugar de paz donde se siente segura, y ahora el encierro obligado por la pandemia la motivó a escribir y dirigir su primera obra de teatro: La separación, que se verá a partir del 10 de diciembre a través del streaming.
¿Cómo ha sido este viaje de tu debut como guionista y productora?
Nunca me lo planteé como meta. Simplemente me senté un día y de pronto me vinieron extractos de conversaciones que tuve en algún momento con mis exparejas. Me conecté con esta sensación de frustración que producen las separaciones y que se llevan un poco por el resto de la vida. Comencé a escribir como una necesidad de decantar y lo quise recrear a través de una conversación entre una pareja que está separada y que aún guarda esperanza.
¿Qué tantas cosas personales hay de ti en La separación?
Siempre uno busca el referente en uno mismo. Obviamente, trato de no caer en el facilismo de transcribir algo que me pasó a mí. Intento hacer un ejercicio creativo. Pero sí surge esa duda que a muchos que hemos pasado por una separación nos aborda: ¿será que no me estoy fregando la vida? ¿Que las cosas ya no tienen solución?
¿Qué piensas de esta nueva vía que ha encontrado el teatro para mostrarse a través del streaming?
A mí sí me ha gustado el nacimiento de este formato. Siento que es interesante pese a sus detractores que dicen que no va a funcionar. Es cierto que, en alguna medida, queremos que venga la presencialidad, pero hay muchas personas que lo disfrutamos. Me gusta la comodidad. Puedo conectarme por un Zoom con los actores desde casa y llevar un proceso, que no es lo mismo, pero la camaradería y el profesionalismo sí se pueden dar.
¿Cómo te tocó vivir esta pandemia?
Tranquila. Desde el 2007 vivo en un pueblito acá en Colombia, lejos de Bogotá, donde el control es más suave y el impacto del Covid ha sido mínimo, no ha habido la catástrofe que se ha vivido en las ciudades.
Imagino que sigues de cerca la crisis social y política que afronta nuestro país. ¿Qué impresión te dejaron las marchas y protestas?
Me siento contenta que seamos un país unido para darle voz a un sentimiento conjunto de no querer seguir siendo ignorados y avasallados con una situación con la que no estamos de acuerdo. Ver tanta fuerza y tanta unión me conmovió mucho. Obviamente, dolió la muerte de Inti Sotelo y Bryan Pintado, eso nunca debió pasar. Pero son los jóvenes los que quieren luchar por un país distinto. Creo que la mentalidad de ellos es diferente porque tienen más agallas e información. Por ejemplo, desde pequeños son conscientes que pueden denunciar a través de las redes, que no necesitamos ser escuchados por las grandes instancias. Antes no tenías esa posibilidad.
Precisamente este año, a través de las redes, salieron a la luz varias denuncias sobre abuso y acoso sexual al interior del teatro y el cine, aquí en Perú. ¿Qué sensación tienes de todo esto?
Yo lo veo bueno y malo porque el riesgo es caer en la polarización y al final terminan convirtiéndose en redes del odio. Pero también sirven para unirse como ese hashtag que se creó #AMíTambiénMeGustaLaVidaSocial y al que también me uní. ¡Por Dios! ¿Dónde se ha visto que una por salir de noche esté expuesta a que la violen? Pero las denuncias de abuso y acoso han existido toda la vida. No puedo hablar de un caso personal porque a las personas en cuestión las conozco superficialmente. Y, además, por mi edad y por los años que llevo trabajando, ya no me pasan esas cosas…
Pero te pasaron...
Pues sí. Cuando tienes 18, 19 años sientes este tipo de insinuaciones y que las cosas van en doble vía. Y no lo hablabas porque si no la culpa terminaba siendo tuya. A la mujer se le responsabiliza de muchas cosas y se pone en duda su palabra a veces, incluso entre las mismas mujeres. Antes te daba vergüenza comentar que alguien te había hecho una propuesta o te había invitado un trago después del casting, porque te vetaban o te quedabas sin trabajo. Y lo más triste era sentirse en compromiso y como mujer rebajarte y poner en duda la propia voluntad: ‘yo no quiero, pero no sé si deba’.
Por eso, cuando estuve más grande y aceptaba una invitación yo misma me pagaba mis cosas porque ya sabías que no venía gratis, de buena fe. Exceptuando el cortejo sincero, es una situación que ha pasado siempre, el quererle cobrar a la mujer una oportunidad con un favor sexual. Ha pasado en todos los medios y todavía pasa. Pero siento que las cosas están cambiando. Es chévere que las personas que se han sentido victimizadas o violentadas por este tipo de situaciones puedan hablarlo y sientan un respaldo. Eso es lo que estamos construyendo con las denuncias.
Es importante educar a los niños desde pequeños.
Sí, y tanto a hombres como a mujeres. Yo creo que lo que plantea la sociedad es que los hijos son una responsabilidad compartida y que la mujer tiene la obligación y necesidad de desarrollarse profesionalmente. Cuando planteamos la figura de un hombre ‘que se hace cargo’, seguimos poniendo el acento de las relaciones con un negocio de por medio. Siento que las chicas jóvenes cada vez son más capaces y piensan menos en que ‘el marido me va a solucionar la vida’. Las veo pendientes de tener algo suyo, una vida propia y compartirlo con alguien. Mientras más autónoma sea la mujer, que tenga una pasión, algo que le guste hacer y lo saque adelante y la haga sentir digna, las cosas van a cambiar.
La separación. Con Fiorella Díaz y Luis Alberto Urrutia, se presentará los días 10, 11, 12 y 13 en YouTube Live. S/ 20. ventas@plotboxproducciones.com.
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