El país en llamas. Marchas, bloqueos de carreteras, ataques a edificios públicos. Represión, violaciones de derechos humanos. Muertes, 21 muertes. El Perú cierra el 2022 sumido en una nueva crisis política, una de las más graves de las últimas dos décadas. Y mientras los congresistas y el gobierno –al cierre de edición, el todavía Gobierno de Dina Boluarte– se concentran en barajar las posibles salidas a la crisis, en el campo, en las chacras de la sierra central y sur, una multitud de hombres y mujeres se encuentran viviendo entre el miedo y la incertidumbre.
Como dice Laureano del Castillo, director ejecutivo de CEPES, los agricultores peruanos ya venían golpeados por dos años de pandemia, que limitaron su acceso a insumos y la comercialización de sus productos.
Y entonces, el 2022, llegó la crisis de los fertilizantes. Y luego, con la primavera, por efecto del fenómeno La Niña, llegaron las sequías.
Un golpe tras otro y otro. Preocupación por no saber cómo afrontar una campaña agrícola 2022-2023 que ya ha sido afectada. Un ministerio –el de Desarrollo Agrario– que ha cambiado de ministro ocho veces en año y medio. Un sector que a estas alturas parece andar a la deriva.
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–Literalmente es tras cuernos, palos –dice Laureano del Castillo–. La crisis agroalimentaria viene de atrás. Hemos tenido problemas estructurales en la agricultura. Luego, hemos tenido la pandemia, que ha agravado estos problemas, en términos de limitaciones para acceder a la producción y comercialización de los productos y, también, una reducción de la demanda de productos. Sobre eso, hemos tenido el problema de la falta de insumos. Y, desde octubre, el problema de la falta de lluvias.
La falta de lluvias, causada por la presencia de La Niña, alcanzó en esta temporada un récord histórico. Como dice Grinia Ávalos, directora de Predicción Climática del Senamhi, no habíamos tenido una primavera tan extremadamente seca desde hacía al menos 58 años. El período de lluvias se retrasó dos meses. Y eso impactó a todas las actividades agrícolas.
–Esta situación [el retraso de las lluvias] ya se había observado el año 2020, luego el año pasado, pero este año ha sido mucho más fuerte –dice, por su parte, Glicerio Canchari, especialista en Agrometeorología del Senamhi–. Lo que tenemos ahora es un retraso en la siembra de cultivos como el maíz amiláceo, que es un cultivo que necesita por lo menos cuatro o cinco meses para alcanzar su maduración óptima. Lo mismo pasa con la quinua, que tiene que sembrarse en octubre, máximo en noviembre, para que se pueda cosechar antes de que termine la temporada de lluvias. Pero esto se ha vencido. Ya pasó la ventana de siembra.
Una sequía tan intensa no se presentaba en el Perú hacía por lo menos 58 años. Foto: archivo La República
–Los cultivos que más han sufrido son la papa, la quinua, la avena forrajera, tubérculos en general, cereales, granos andinos –dice Clímaco Cárdenas, expresidente de Conveagro–. En Puno, por ejemplo, hay mucha preocupación porque al no caer la lluvia no ha habido siembra de cebada, alfalfas y otros cultivos de pan llevar. Eso le genera pérdidas al agricultor y en muchos casos afecta su autoconsumo.
Glicerio Canchari explica que en zonas donde llovió algunos días, muchos agricultores se animaron a sembrar, pensando que la sequía acabaría, pero se dieron con la sorpresa de que a los pocos días la lluvia se fue, la tierra se secó y sus semillas no germinaron ni emergieron.
Eso fue lo que ocurrió con la papa, según le dijo a La República hace unos días Arturo Meneses, presidente de la Asociación Nacional de Productores de Semillas de Papa: solo el 40% de lo sembrado tiene posibilidades de germinar. El resto, el 60%, ya se ha perdido.
Como dice Laureano del Castillo, de CEPES, el miedo ahora es que La Niña continúe durante el verano y que la ventana de oportunidad de la siembra se siga acortando más.
Grinia Ávalos, la directora de Predicción Climática del Senamhi, dice que eso no ocurrirá.
Ella dice que en la última semana los patrones de lluvia comenzaron a organizarse y que su institución espera que a partir de enero se restablezca el régimen normal de lluvias. Sin embargo, el daño ya está hecho.
–Ya hay un daño enorme a miles de familias de agricultores –dice Clímaco Cárdenas–. Y no solo agricultores. Los criadores de camélidos, principalmente alpacas y vicuñas, están muy preocupados porque no todo está seco y sigue sin haber forraje para sus animales.
Con lluvias o sin lluvias, como dice Laureano del Castillo, el agricultor peruano es un paciente que está en cuidados intermedios y que en cualquier momento podría entrar a cuidados intensivos. ¿Hizo el gobierno de Pedro Castillo algo para enfrentar esta situación?
La papa fue uno de los cultivos más afectados por la ausencia de lluvias. Foto: archivo La República
–Muy poco –dice–. Perdimos 16 meses en una retórica que nos habló de la importancia de la agricultura y de la Segunda Reforma Agraria, pero más allá del discurso, muy poco se ha hecho. El presupuesto del sector tiene básicamente la misma estructura, con atención para temas de riego, pero sobre todo para grandes obras de irrigación. ¿Dónde quedó el pequeño agricultor del que nos hablaban?
–No se pudo asignar un mejor presupuesto al tema de la siembra y cosecha de agua –dice, por su parte, Clímaco Cárdenas–, a la inversión en represas altoandinas, reservorios, cochas, nada de eso. No hemos podido ni siquiera comprar urea. Y encima, colocaron a siete ministros impresentables, uno peor que otro.
Los expertos piden mayor inversión en obras de irrigación para las zonas altoandinas. Foto: archivo
Del Castillo dice que lo que el nuevo gobierno tiene que hacer con suma urgencia es darles forraje a los ganaderos para asegurar la supervivencia de sus animales. Darles semillas a los agricultores que las perdieron. Destinar mayor presupuesto a las estrategias de irrigación en las zonas altoandinas, como la cosecha del agua y las pequeñas represas. Y articular mejor con los gobiernos regionales, que ante esta crisis en el campo se han puesto de costado.
–El agricultor no quiere regalos, no quiere dádivas ni bonos –dice Clímaco Cárdenas–. Quiere la posibilidad de que su producto valga y para eso necesita un Estado promotor.
Laureano del Castillo, director ejecutivo de CEPES, dice que si las lluvias no se normalizan en enero, es muy probable que se reduzca en gran cantidad la producción agrícola y que, en consecuencia, haya escasez de alimentos en las grandes ciudades, como Lima. “La FAO nos ha advertido hace meses que el Perú es uno de los países que más ha visto afectada su seguridad alimentaria. Una menor producción de alimentos la agravaría más”.