Es una de las primeras cosas que hay que hacer. Y en estas elecciones es muy fácil hacerlo, gracias a la tecnología y a que cada vez tenemos más ciudadanos comprometidos con la democracia que se han tomado el trabajo de crear aplicativos y plataformas digitales en las que ese tipo de información está a un click de distancia. En otorongo.club, por ejemplo, podemos ver no solo cuáles son los candidatos con mayor número de antecedentes sino, además, qué listas son las que tienen más candidatos procesados y sentenciados judicialmente. En decidebien.pe podemos ir descartando las listas con candidatos con sentencias, con deudas con SUNAT, aquellos que tienen domicilios en regiones distintas a las que postulan y aquellos cuyas agrupaciones votaron por la vacancia presidencial en noviembre. Otras páginas que pueden ayudarnos a elegir bien son votu.pe, politinder.pe, botayvota.pe y voto360.pe.
Como dice Percy Medina, jefe de Misión de IDEA Internacional en Perú, antes de marcar el voto preferencial, hay que mirar toda la lista. ¿Por qué? Porque con nuestro voto ayudaremos a que todos los candidatos de la lista tengan chances de entrar, no solo aquellos a los que apoyamos. “El voto tiene dos partes”, dice Medina. “Cuando marco el símbolo y cuando escribo los [números] preferenciales, y cuando marco el símbolo estoy determinando cuántos asientos va a tener ese partido. Eso significa que mi voto puede hacer que entre mucha gente indeseable”. Arturo Maldonado, politólogo de la PUCP, dice que hay que imaginar la bancada entera y procurar que sea una cohesionada, cuyos miembros tengan una ideología común e, incluso, lealtad hacia una misma figura política. “Que no sean agentes libres que una vez que entran, están con el grupo viendo qué pasa y si no pasa nada, entonces se desligan, lo que genera transfuguismo y una mayor atomización del Congreso”.
“¿Tiene experiencia política previa? ¿En qué partidos ha estado?”, son preguntas que, según Iván Lanegra, secretario general de la Asociación Civil Transparencia, sería bueno hacernos a la hora de elegir a nuestros candidatos al Congreso. “Esto nos permite evaluar la vocación en el trabajo político y qué ha priorizado en su trabajo”. Percy Medina coincide: “Una persona que ha tenido un pasado público, liderazgo político, partidario, tú la puedes evaluar, qué hizo cuando fue alcalde, qué hizo cuando fue gobernador regional, lo que fuera”. Arturo Maldonado sugiere elegir candidatos que lo que tengan es experiencia en la gestión pública. “Es diferente haber estado en el mundo privado que haber pasado por la burocracia estatal”, dice. “Creo que te da una visión diferente de cómo mover toda esa maquinaria”.
¿Cuántas veces hemos visto en el pasado a legisladores que buscan imponer sus ideas religiosas, sus conceptos sobre lo que es “moral”, en las políticas públicas? Demasiadas veces. “Tener en cuenta esto es muy importante”, dice Percy Medina, “porque las personas que elijamos no deben anteponer sus creencias personales a los derechos de las personas”. Para complementar esta idea, él sugiere que apoyemos a un candidato que sea abierto a escuchar y consultar a los especialistas. “Un congresista no tiene por qué ser experto en todos los temas que trata. En el Parlamento se discute con frecuencia temas muy especializados, desde medio ambiente hasta seguridad o tributación, por lo que se necesita escuchar a los que saben”. Así que si tu candidato es de los que piensa que por ser abogado sabe de todo, ahí no es.
Algo que también hemos visto en el pasado: candidatos que hacen campaña promoviendo soluciones a problemas de los que nunca se habían ocupado en su vida. Y que cuando llegan al Palacio Legislativo, se olvidan de esas promesas y pasan rápidamente a otros asuntos. “Hay muchos candidatos que proponen medidas contra la corrupción o castigos contra los delincuentes”, dice Arturo Maldonado, “pero si el que propone las medidas contra los delincuentes no ha trabajado temas de seguridad ciudadana, no se entiende de dónde salen esas propuestas. En cambio, una persona que, por poner otro ejemplo, ha trabajado en temas de medio ambiente, en una ONG o en el Estado, y en su plataforma como candidato propone seguir desarrollando estos asuntos en el Congreso, sí está mostrando una consistencia. Lo mismo para especialistas en cualquier otro tema”.
Aquellos que ofrecen cosas demasiado bonitas para ser verdad. Como Arturo Maldonado dice que lo de “demasiado bonitas” puede ser subjetivo, sugiere sospechar de aquellos que prometen gastar demasiado, que ignoran que los congresistas no tienen iniciativa de gasto y que el presupuesto de la nación tiene un límite. Iván Lanegra, secretario general de Transparencia, lo plantea de esta manera: “¿Sus propuestas responden a lo que puede hacer realmente un congresista: legislar, fiscalizar y representar? Ofrecer cosas que no estará facultado a hacer es un mal indicador de seriedad en el futuro trabajo parlamentario”. Sospecha del que promete hacer grandes obras como si postulara a alcalde o gobernador regional o del que jura que meterá preso a tal o cual corrupto, como si fuera fiscal o juez. En otras palabras, evita a los populistas.
Percy Medina dice que los mejores congresistas suelen ser aquellos con ánimo constructivo que buscan encontrar puntos a favor y generar acuerdos. En la otra orilla están los “tóxicos”. Esos que cuando está a punto de llegarse a un acuerdo, meten su cuchara y generan problemas. “Juegan un papel en las bancadas”, dice el representante de IDEA Internacional, “son funcionales en el sentido de que a veces hacen denuncias y como son estridentes les dan visibilidad a ciertos temas, pero muchas veces son los que generan noticias falsas o medias verdades”. Felizmente, no son difíciles de identificar en campaña. Su naturaleza tóxica casi siempre sale a la luz.