Geraldine ZuasnabarFeminista. Comunicadora. Coordinadora del colectivo Chola Contravisual.,Geraldine Zuasnabar se identifica a sí misma como “una mujer de descendencia indígena, migrante, que encontró en el feminismo una trinchera de sobrevivencia y liberación en una sociedad que es hostil con las mujeres”. Esa experiencia, desde un cuerpo que resiste a opresiones diversas, es la que está detrás de esta bomba contrahegemónica llamada Chola Contravisual, el colectivo de guerrilla audiovisual feminista en el que participa y que ha cambiado el modo de entender el activismo. “Desde nuestra diversidad de identidades y experiencias buscamos soluciones colectivas para alcanzar vidas dignas, libres y felices”, dice esta huancaína que defiende el paso necesario de la teoría a la práctica feminista, desde el arte, el audiovisual y la organización con otros colectivos fuera de la capital, de la academia, de la clase media, de la heteronorma. ¿Cómo llegaste a la conclusión de que lo chola y lo visual podían intersectarse en lucha? Venir de una sociedad tan conservadora y tradicional como la huancaína me ha llevado a un ejercicio constante de entender cómo el racismo y el machismo han estado tan latentes a lo largo de mi vida y mi memoria familiar. Entonces, asumí mi feminismo como un proceso constante, como una apuesta política cotidiana que nos lleva a cuestionarnos todos los días, que nos lleva a generar redes y alianzas con otras mujeres para resistir ante el odio y la violencia. ¿Cómo influye el factor de la choledad en este activismo? Ser chola, serrana o indígena en el Perú significa que no solo te enfrentas a la violencia machista, sino a toda una institucionalidad colonial y occidental que es excluyente contigo. El racismo está muy latente en nuestras vidas e imaginarios, los cuerpos y territorios de las mujeres siguen siendo tratados como propiedad y objetos de servidumbre de los hombres. Hace falta reconstruir y visibilizar el proceso histórico de resistencia ante el colonialismo; como las mujeres del Taky Onqoy, Bartolina Sisa, Micaela Bastidas, Tomasa Tito Condemayta y las miles de mujeres que se rebelaron y se rebelan, para poder mirarnos y entender mejor nuestras luchas. Los medios pocas veces muestran empatía con la causa de las mujeres. Una guerrilla informativa feminista como la de ustedes es imprescindible para desmontar los mensajes y las falacias. ¿Cómo se desmonta visualmente un argumento? Estas narrativas forman parte de sentidos que suelen pasar como premisas sutiles, lo que podríamos llamar micromachismos, pero son machismos a secas. Y se normalizan al punto de hablar de “milagro” cuando una niña de 10 años se convierte en madre luego de ser violada o cuando se revictimiza a una mujer violentada. Pero creo que vamos de a pocos construyendo nuevas narrativas. Desde diversos colectivos independientes trabajamos por una comunicación feminista para todas. En el tema del aborto, hemos visto una campaña callejera con unos mensajes simbólicamente muy violentos. Da la impresión de que pueden abarcar todo el espacio del discurso. ¿Cómo se abre una brecha en ese muro? Nos enfrentamos a un sector fundamentalista muy poderoso, con muchos recursos y con bastante presencia en la población. Sin embargo, estamos buscando otras estrategias para darle la vuelta a esta situación, porque vamos a seguir abortando les guste o no. Así, se han gestado procesos bien potentes de autoorganización, de redes de libre información y acompañamiento del aborto en América Latina. El feminismo puede ser la base conceptual para el nacimiento de otras formas de organización social, más comunitarias, horizontales y cooperativas. Los besos lésbicos en la catedral, los pechos desnudos, la sangre derramada de abortos clandestinos y esterilizaciones forzadas... Algunas acciones son vistas por un sector de la sociedad como actos de unas mujeres rabiosas. ¿Debe cambiar el feminismo la forma de hacer llegar su mensaje? No. El feminismo o los feminismos llegan a ser incómodos o políticamente peligrosos porque rompen con el monopolio masculino en la vida pública y privada de las mujeres, cuestiona la sacralización de la familia, te permite vivir una sexualidad libre y rompe con la heteronormatividad. Entonces, no nos interesa y no es nuestra tarea complacer ni educar a los demás. Nos interesa articular y unir nuestras fuerzas con otras y otrxs que también están fuera del sistema y florecer juntxs. Ves la Marcha por la vida y es inevitable pensar cómo llegar a las que marchan, con la religión de por medio. ¿Hay alguna intersección posible ahí? Creo que es muy complejo. A nosotras mismas como feministas nos cuesta llegar a personas que están en nuestros entornos más cercanos, familiares. Las lacras sociales (machismo, racismo, lesbofobia, transfobia, clasismo, gordofobia, etc) son tan inherentes a nuestras vidas que es bien difícil encontrar la manera de derribarlas. Nosotras mismas somos estigmatizadas, violentadas y aisladas de estos espacios supuestamente seguros por asumirnos feministas, por construir autocuidado y compartir amor feminista. Hay mucho por hacer. ¿Que tanto están los feminismos contemporáneos consiguiendo ir más allá de una cierta clase media ilustrada? ¿Cómo estamos poniendo en práctica ese concepto de la interseccionalidad? Hay que salir de nuestra zona de confort, de nuestro círculo de amigas. Seguimos pensando que el Perú es Lima, pero necesitamos entender procesos descentralizados y tender puentes con otros procesos de insurgencia feminista que no suceden en la capital. Entendiendo, también, que hay muchas mujeres que ejercen un feminismo intuitivo basado en su propia búsqueda de liberación y rebeldía, pero que no se asumen feministas. Cómo no compartir esa rabia inmensa por cómo opera la impunidad y la injusticia con las sobrevivientes de violencia sexual en el conflicto armado interno o con las defensoras de los territorios y los bienes comunes.