El cuco terruco

En estos tiempos, decirle terrorista a alguien se ha convertido en la manera más fácil y menos imaginativa de descalificar a cualquiera, sea un enemigo político, un dirigente sindical o los vecinos que se mudaron a tu cuadra y que tienen unos parientes que no hacen juego con tus prejuicios. Y, adivine, buen lector, ¿quiénes son los que más usan el calificativo de marras para desacreditar a todo aquel que los cuestione u ose oponerse a las arremetidas y frenadas de su mototaxi? Ajá, adivinó: los voceros y simpatizantes del keikifujimorismo (el otro, el kenjifujimorismo más bien la pega de conciliador), que han convertido a todos sus enemigos (desde Diego García Sayán hasta Verónika Mendoza, a.k.a “Terrónica”) en sospechosos de terribles contubernios con Sendero Luminoso, aun si para ello tienen que deformar la verdad o fraguar fotografías donde aparecen pegaditos a una hoz y un martillo, como si la gente todavía no supiera que existe el Photoshop. Claro que, para estos personajes, no existe la más mínima diferencia entre un verdadero terrorista –sí, uno de esos que a la hora de plantarte un juicio popular no distinguían si eras un político de derecha o un sucio revisionista de izquierda– y cualquiera que haya militado en alguna de las mil y un escisiones de la izquierda local, que para ellos es tan senderista como el camarada Artemio y sospechoso de haber puesto el coche bomba de Tarata. Se les olvida –interesadamente, claro– que las luchas populares en el Perú, desde el Apra de las catacumbas hasta las guerrillas de Luis de la Puente Uceda, han tenido un ingrediente de violencia social y de enfrentamiento con el poder, pero siempre con un apoyo popular espontáneo, que no necesitó de los ajusticiamientos ni torturas que usó Sendero Luminoso para someter a sus “bases” sociales. También olvidan –salvo que su ignorancia sea supina– que la hoz y el martillo no fueron un invento del camarada Gonzalo (a quien, dicho sea de paso, su líder y fundador agasajaba con tortas y pica pica en cada cumple), sino que son parte de la historia del movimiento sindical, desde que a un artista soviético (Yevgueni Kamzolkin), poco después de la revolución bolchevique, se le ocurrió que unir una hoz y un martillo simbolizaba perfectamente la unión del proletariado industrial con el campesinado. Del mismo modo, los conceptos “lucha de clases” o “la violencia como partera de la historia”, que poblaban los discursos de Abimael Guzmán y compañía en sus aburridos discursos y peores escritos, no salieron de la (por demás cuadrada) cabeza del fundador del senderismo, sino que formaron parte del análisis histórico de dos respetados filósofos alemanes del siglo antepasado, Karl Marx y Federico Engels, quienes simplemente reseñaron así la comprobación de que cada proceso de cambio social en la historia había tenido su cuota de violencia. ¿No ha habido acaso violencia en cada giro histórico desde que el hombre es hombre? ¿Acaso Espartaco peleó contra el esclavismo de Roma jugando a los dados? ¿Y los jacobinos se tiraron a la monarquía francesa lanzándoles flores y perfumes? ¿No fue la independencia de Latinoamérica un proceso de sangre y fuego entre patriotas y realistas? Entonces, hay que ser un poco desinformado para pensar que un análisis histórico tan válido como cualquier otro sea un llamado a la violencia por sí mismo. Bueno, volviendo al tema, el término “terrorista” ha sido utilizado estos días para denigrar a todos los miles de profesores que se han lanzado a las calles a exigir sueldos justos y trato digno, algo con lo que nadie en su sano juicio podría discrepar. Desde todas las tiendas políticas (salvo de la izquierda formal, que ha sufrido un repentino ataque de catalepsia) y desde la mayor parte de los medios de comunicación, se les ha acusado de violentistas y políticos solo por pedir que los traten con el mismo rasero con que este gobierno trata a las transnacionales y a las grandes empresas que se llevan en paila utilidades, beneficios y exenciones fiscales. ¿Políticos? Lógico, pues. Toda lucha es política. Solo a un idiota se le ocurre descalificar algo porque es político. La vida entera es política. Y está bien que los maestros peleen sus reivindicaciones también desde la vereda política. ¿Por qué ellos no podrían hacer política? Si política es lo que hacen los periodistas que los critican. Si política es lo que hace el gobierno. Si política es lo que hacen los empresarios a los que todos los gobiernos se les han chantado sin asco. Si hay senderistas infiltrados en las bases del magisterio es algo que se verá en el proceso y el propio movimiento tendrá que encargarse de hacerles el pare. Entretanto, al resto de la sociedad civil solo nos queda apoyarlos. Eso es lo mínimo que les debemos a los hombres y mujeres que han hecho de civilizar a esos pequeños monstruos que solemos llamar rimbombantemente “el futuro del país”, un arte y un apostolado. ¿Políticos? Lógico, pues. Toda lucha es política. Solo a un idiota se le ocurre descalificar algo porque es político. La vida entera es política. Y está bien que los maestros peleen sus reivindicaciones también desde la vereda política”.