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Cultural

Rafael Pérez Gay: “Cuando escribes de las personas o experiencias que significaron algo para ti, hay que hacerlo tal y como sucedieron”

Escritor y periodista mexicano conversa con La República sobre las ventajas y desventajas de la autoficción.

larepublica.pe
Rafael Pérez Gay.

Hay libros que a muchos autores no les gustaría escribir y son pocos los que deciden lanzarse a esa tarea en donde está asegurada la destrucción del ego personal y la exhibición de las propias miserias. Estos libros contienen tópicos que obligan a sus autores a poner algo más que talento y oficio en el proyecto sin importar que este sea de ficción o no.

Este es el caso del mexicano Rafael Pérez Gay, escritor, traductor, editor, ensayista y periodista, dueño de una obra compuesta por más de una docena de títulos, de los que hemos tenido la oportunidad de leer: El cerebro de mi hermano (2013/Booket, 2020), Perseguir la noche (Seix Barral, 2018) y Todo lo de cristal (Seix Barral, 2020). Basta este trío nominal para tener en claro que cuando se trata de escribir desde la llamada autoficción, Pérez Gay tiene no poco que decir.

La memoria (la infancia que fue), la enfermedad (el cáncer) y el duelo (la muerte de su hermano José María Pérez Gay, académico y diplomático reconocido) son las señas respectivas de estas tres novelas que sugerimos leer. Uno, por tratarse de buena literatura, y dos, porque nos revelan lo que hay que hacer si pretendemos ficcionalizar la vida desde la experiencia personal. Suena fácil decirlo.

“Yo creo que lo mejor que se puede hacer cuando escribes de las personas o experiencias que significaron algo para ti, hay que hacerlo tal y como sucedieron las cosas”, declara Pérez Gay para La República. 

“He escrito de mis padres ancianos, de mi enfermedad y de la muerte de mi hermano. Encontré en lo que se conoce la literatura del yo el mejor medio para expresar lo que sentía. Yo tuve un cáncer hace años y estaba contando de ello en una serie de libros que decidí escribir en primera persona. Lo que hoy se llama, no con exactitud, autoficción. Es decir, ese momento en el cual un escritor inquiere a su alma sobre asuntos fundamentales de la vida, el amor, la muerte, los padres, los hijos y el sexo. El requisito que yo me puse fue decir toda la verdad que yo pueda decir, aunque esa verdad, como decía Pessoa, sea un error de perspectiva”.

Cuando Pérez Gay se refiere a error de perspectiva, lo hace en función al terreno de donde nace la ficción (o buena parte de ella): la memoria.

“La nostalgia es una hija compasiva de la memoria. Pero no me considero un escritor contemplativo, mi memoria se enriquece con el contacto de la realidad. Nunca escribo si no investigo de lo que estoy escribiendo. Sé que hay escritores de gabinete que se encierran a escribir y hacen una muy buena historia. Yo no soy ese tipo de escritor porque vengo del periodismo también. El periodismo ha afinado mi capacidad de observación. Coleridge hablaba de la suspensión de la incredulidad: creer lo que estás leyendo. Entonces, cuando escribo tengo una exigencia para lo que diré de mí. Cosas duras, difíciles, algunas revelaciones. Tengo algunos amigos que me dicen ‘pero te aventaste a decir todo esto de ti, de tu familia’. Sí, porque si no, ese ejercicio de autoficción se convierte solamente en una selfie. No me gusta la palabra autoficción, me gusta más, por ejemplo, decir ensayo personal, crónica interior, narrativa de interiores”.

Si bien El cerebro de mi hermano es una historia dolorosa, es también un relato de reconciliación mediante la literatura.

“En la novela hay un momento en el cual los hermanos se separan por la política. El hermano que escribe, el hermano menor, es un crítico rotundo de López Obrador y el hermano mayor hace política activa con López Obrador. Él iba a ser, no está contado en el libro, pero te lo cuento a ti, el canciller en el 2006, pero ese año López Obrador y su equipo inventaron una tremenda mentira que es la del fraude electoral, porque no existió, no hubo fraude electoral. Fue una elección muy cerrada, pero no hubo un fraude electoral, y eso lo saben los especialistas mexicanos y de otras partes de América Latina y aquí en Perú lo habrás oído. Entonces, los hermanos se separan, la política los separa, la política y la enfermedad los separa, sin embargo, el hermano mayor le dice al menor: ‘Bueno, estamos perdiendo el tiempo con cosas de política cuando tú y yo hemos tenido una complicidad literaria de muchos años’. Pero se interpone la enfermedad y es ahí cuando empieza la terrible decadencia de este intelectual, de esta figura importante para México, que empieza a perder literalmente la cabeza”.

No desaprovechamos la oportunidad y le preguntamos a Pérez Gay sobre la situación del periodismo hoy.

“El periodismo de nuestros días tiene un defecto fundamental: ha convertido la información en un laberinto tecnológico. La veracidad de la información, la importancia de las fuentes, pasan a un segundo plano para dar con un producto que venda, la mayoría de las veces alejado de la verdad. Tomás Eloy Martínez decía que el periodismo debe ser básicamente narrativo y riguroso”.

Contundente y claro.