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Cultural

Fransiles Gallardo: "Los antiguos peruanos sí sabían dónde construir"

Escritor e ingeniero civil acaba de publicar Kumpy mayu, libro que expone la gran ingeniería que se usaba en el Perú prehispánico.

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Fransiles Gallardo acaba de publicar su libro Kumpy mayu. Foto: John Reyes/La República | Foto: John Reyes/La República

Los antiguos peruanos aprendieron a convivir con la naturaleza. Conocían su furia y sabían dónde ubicarse. Nunca edificaban en las quebradas, en los cauces secos ni en otros lugares que entrañen peligros. Vivir en armonía con el ambiente era respetarlo, pero, al mismo tiempo, manejarlo con sabiduría y ciencia. El escritor e ingeniero civil Fransiles Gallardo acaba de publicar el libro Kumpy mayu. La primera gran obra de la ingeniería peruana (Ed. Colegio de Ingenieros del Perú), en el que, como manifiesta Ruth Shady en el prólogo, “hurga en la historia y en la arqueología” la sabiduría que aplicaron los ingenieros del Perú prehispánico.

Kumpy mayu o Cumbemayo (“río fino”) es un canal de 9.000 metros que trasvasa aguas desde el cerro San Cristóbal, en los Andes occidentales de Cajamarca, hasta esa ciudad; un acueducto, con un sector —dice Gallardo— “labrado en piedra, con ángulos a 90 grados y curvas en cuarto de círculo, los cuales permitían una velocidad promedio de 1%, que no erosiona las paredes laterales ni tampoco sedimenta el fondo”. Fue construido por los Waka Loma en el año 1.500 a. C.

—¿Se puede decir que hubo ingenieros en el antiguo Perú?

—Por supuesto, eran los llamados los k’illicachas, ingenieros con gran formación en ciencias básicas como matemáticas, física, astronomía, topografía, mecánica de suelos, resistencia de materiales, además de hidráulica y fluidos. Saberes que habían ganado con los años y las prácticas.

Kumpu mayu: la primera gran obra de la ingeniería peruana. Foto: composiciónLR

—¿Tuvo gran desarrollo?

—La ingeniería peruana tiene 5.000 años y es un proceso de generación en generación, con intercambio de saberes teóricos y experimentales de prueba y error, hasta llegar a la obra cumbre de Machu Picchu.

—¿Qué aporta la mirada de un ingeniero a la arqueología?

—El ingeniero quizá ve lo que el arqueólogo no repara. Es un tema de descubrimiento e interpretación. El porqué y cómo se hizo. Por ejemplo, las shicras, en Caral, son bolsas con canto rodado de diferentes tamaños, colocadas bajo las cimentaciones para amortiguar y disipar la energía de los terremotos. Esa técnica hoy se usa en los altos edificios como ingeniería sísmica. Ellos lo conocían hace 5.000 años.

Conocían la naturaleza

—¿Cómo afrontaron los desastres naturales?

—Construyendo sus ciudades en la cima de los cerros o por encima de los cauces normales de los ríos. El Qhapaq Ñan fue construido a media ladera con badenes para que discurran las aguas y tenían mantenimiento. Sabían cómo actuaba la naturaleza y sí sabían dónde construir.

—¿Eran precavidos?

—Los k’illicachas prevenían estos desastres con un sistema de andenería en quebradas y ríos. Construían en las alturas o laderas sólidas. Eso permitía el control de las aguas en sus orígenes. Pero los conquistadores y republicanos construyeron sus ciudades al costado de los ríos y quebradas secas, sin considerar lo que acontecía aguas arriba. Es el facilismo, el menor esfuerzo y el mayor riesgo.

—Pero hay pueblos antiguos inundados, como el templo Sechín o Zaña…

Los ingenieros no somos magos ni adivinos. Construimos con márgenes de seguridad frente a los desastres. Nuestros k’illicachas hicieron lo mismo con sus ciudades y pueblos, pero la naturaleza es impredecible. Pablo Neruda decía: “Puedo luchar contra los hombres, pero no contra el viento”.