Por Ybrahim Luna
El de Ciro Alegría es uno de los casos más excepcionales de la literatura peruana. No solo por la calidad de sus obras y su agitada biografía, sino también por su inusual capacidad creativa en las condiciones más adversas, tanto de salud como económicas.
El 7 de diciembre de 1934 el joven periodista Ciro Alegría Bazán (nacido el 4 de noviembre de 1909 en la hacienda Quilca, provincia de Huamachuco - La Libertad) fue trasladado desde su celda provisional en la prisión del Real Felipe hacia el barco Santa Cecilia para zarpar rumbo a Chile. Ciro había sido detenido junto a un familiar en unas cuevas de la sierra cajamarquina acusado de sedición por la revolución de Trujillo. Tras el asesinato del dictador Sánchez Cerro, su sucesor, el general Benavides, decretó una amnistía (para presos sin juicio ni condena) que el joven escritor quebrantó al ser detenido por segunda vez como sospechoso de organizar una nueva sublevación aprista. Aquel día, su novia Rosalía Amézquita fue a despedirlo. Poco después ella viajó al país sureño y se casaron en febrero de 1935.
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La vida en Chile fue dura, como lo fue para todo deportado. Algunos familiares y amigos le enviaban dinero que servía apenas para paliar el hambre y encontrar un techo barato. Ciro envió cuentos a revistas chilenas que fueron publicados a cambio de unos pesos. Ciro también envió cuentos al suplemento semanal del diario argentino “Crítica”. Uno de ellos fue “La Balsa”, cuyo argumento relataba los avatares de los “cholos balseros” de la comunidad de Calemar a orillas del río Marañón, cuento que fue rechazado por superar la extensión requerida por el semanario. El joven escritor decidió ampliar su obra y convertirla en una novela de ciento veinte páginas titulada “Marañón”. Enterado del concurso de la editorial “Nascimento”, convocado por la Sociedad de Escritores de Chile, amplió su novela a doscientas páginas y se presentó con el seudónimo de Fausto.
Un veinteañero Ciro Alegría ganó el concurso y 3 mil pesos, con los que pagó deudas y se compró una máquina de escribir. En 1935 su novela fue publicada bajo el título de “La serpiente de oro”, que hacía alusión a la geografía del río Marañón y a su promesa aurífera. La novela fue traducida al checo y al alemán, pero se generaron problemas por las regalías no reconocidas: un karma que persiguió siempre al escritor.
Para 1936 Ciro ya era un ferviente fumador y las constantes gripes que lo aquejaban empezaron a recrudecer. En Chile le diagnosticaron tuberculosis y lo trasladaron al Sanatorio de San José de Maipo. En 1938 hizo un cuadro de pleuresía y el doctor recomendó practicarle un neumotórax artificial. Ciro fue inducido a coma, y al recuperar la consciencia perdió temporalmente la vista, se le paralizó una parte del cuerpo y su memoria estaba dañada.
Durante su proceso de recuperación, Ciro ni siquiera podía escribir su nombre en una hoja de papel, pero su voluntad por salir adelante fue superior. En su convalecencia, una noche oyó los ladridos y lamentos de unos perros encerrados lo que le recordó una terrible sequía que azotó la sierra del norte peruano. Así nació la conmovedora novela “Los perros hambrientos”. Su esposa Rosalía Amézquita se encargaba de “entender” la letra de un Ciro aún debilitado y de transcribir todo a máquina. La novela fue presentada al “Concurso Zig Zag”, y entre más de sesenta obras Ciro obtuvo el segundo lugar.
Lamentablemente, Ciro tuvo una recaída de salud y los doctores chilenos decidieron aislarle el pulmón izquierdo ya inservible. Sin embargo, Ciro Alegría, cuyo primer hijo había nacido en 1938, no dejaba de fumar ni siquiera para comer o ducharse. Ciro tampoco oía bien por un oído: durante una detención en Perú, un policía disparó adrede un fusil cerca de su cabeza lo que le perforó el tímpano.
En 1940, gracias a un amigo, Ciro se enteró del novedoso Concurso Latinoamericano de Novela convocado por la editorial Farrar & Rinehart de Nueva York, el que se realizaría en dos etapas, la primera en Chile y la final en EE.UU. Uno de los integrantes del jurado de Estados Unidos era el escritor John Dos Passos.
Solo con la ayuda económica de un grupo de doctores, Ciro pudo abocarse de lleno a escribir su obra. En Chile seleccionaron dos novelas, una de ellas la de Ciro, titulada bellamente “El mundo es ancho y ajeno”. Ambas fueron enviadas a New York junto a las obras seleccionadas de una veintena de países. En febrero de 1941 llegaron los resultados. Ciro había ganado. El premio fue de 2500 dólares y un viaje a Estados Unidos. Ciro viajó solo a Nueva York. Tiempo después se separó de su esposa. Con los años se volvería a casar con Ligia Marchand, y finalmente con la cubana Dora Varona.
A finales de 1941, sale a la venta la traducción al inglés de “El mundo es ancho y ajeno” (Broad and Alien is the World), que ocupó un cuarto lugar entre los libros más vendidos en Estados Unidos ese año.
A finales de 1943, el diario New York Times consideró a la traducción al inglés de “La serpiente de oro” (The Golden Serpent) como una de las mejores novelas del año en el mundo.
Ciro Alegría Bazán, el más virtuoso de los novelistas peruanos, murió el 17 de febrero de 1967 en Chaclacayo, Lima, víctima de un derrame cerebral.
Reconstruir con objetividad estos capítulos de la vida del escritor peruano no hubiese sido posible sin el incansable trabajo biográfico de su tercera esposa, la escritora y recopiladora Dora Varona, quien publicó en 1993 “A la sombra del cóndor, biografía ilustrada de Ciro Alegría” (Diselpesa), y “Ciro Alegría y su sombra” (Planeta), en 2008, entre otros libros