Los asesinos en serie adquirieron un perverso estatus de estrellas de rock. La retorcida fascinación hacia ellos se renovó por producciones como “La historia de Jeffrey Dahmer”, “Hannibal”, “Mindhunter” y “True detective”. Sin embargo, solo “Dexter” habría expuesto razones para glorificar y escudar la matanza de uno de estos depredadores de hombres.
El protagonista Dexter Morgan es un amable forense de Miami, extraordinario hermano y novio, pero guarda un oscuro secreto: es un psicópata al que le gusta cazar, asesinar, desmembrar a criminales y guardar sus muestras de sangre como trofeos. Fue apodado como el ‘Carnicero de la Bahía’, aunque nadie conoce su rostro, sino solo su máscara.
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Se trata de un personaje complejo y atípico, al que conocemos como ningún otro en la ficción gracias a su continua introspección y voz en off que nos concede asientos de primera fila a sus más peculiares pensamientos como, por ejemplo, este:
“Hay algo extraño y divertido cuando llegas a una escena del crimen en Miami a plena luz del día, pareciera montada como un set de películas de horror, como si fuera una nueva sección de Disneyland… Murderland…”, comenta para sí mismo y emocionado de haber encontrado una nueva víctima.
Estos criminales, convertidos en presas, sirven para satisfacer sus tendencias sádicas psicópatas. No los elimina por un sentido de justicia o moralidad, sino para canalizar su oscuridad y hacer un bien de acuerdo a las enseñanzas de su padre. No por nada es considerado como un antihéroe y el más diabólico de la TV.
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En conjunto, la serie logra congeniar drama, comedia y acción. Su carisma nos cautiva pese a la oscuridad inherente de Dexter. No es una historia centrada en crímenes —aunque tampoco falten— como “CSI”. Esta es una mirada diferente y única, cortesía del protagonista, que explora dilemas más allá de su premisa.