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La pobreza que nos deja el fujicerronismo

El informe anual del INEI muestra cifras alarmantes de una realidad que afecta a casi 10 millones de peruanos.

El intento fallido del Gobierno de Dina Boluarte de ocultar las cifras provenientes de un estudio técnico del INEI sobre la pobreza en el país durante el 2023 puso en evidencia el mal manejo de la cosa pública y la poca transparencia con la que se trabaja. Ser títere del fujicerronismo, que es el que directamente mece la cuna desde el Congreso, el TC, la Defensoría, entre otros espacios capturados, no podía generar otros mejores resultados.

Un crecimiento de la pobreza (29%), y en especial de la pobreza extrema (5,7%), que alcanza los niveles de pandemia, nos colocan nuevamente frente a la debilidad gubernamental y a la poca solidez en aspectos técnicos, además del manejo político, social y económico en manos de la alianza que gobierna.

Se trata del crecimiento de la pobreza que se incrementa, en especial en la zona urbana, donde se duplica el número de personas que no logran alcanzar mínimos estándares de subsistencia. Y una pobreza extrema que afecta más a las zonas rurales y en específico a economías regionales, en las que 4 de cada 10 peruanos no tiene ingresos suficientes que les permitan cubrir sus necesidades básicas. Se trata de una situación de extrema precariedad para 10 millones de personas, expuestas a todo tipo de exclusiones y dificultades.

El monto mínimo para cubrir una canasta básica, y que corresponde a la cifra mínima establecida para determinar la pobreza monetaria, parece exiguo para enfrentar el día a día, con inflación, recesión, alza del costo de vida y pasajes, además de otros requerimientos vitales como la vivienda digna o atención de educación y salud. Aun menos, el tope que se aplica para establecer quiénes son los pobres extremos.

La experta Carolina Trivelli sostiene que la pobreza del 2023 es más agobiante y complicada que la de años anteriores porque se entremezcla con la crisis alimentaria, es decir, calidad y cantidad de comida que se deja de ingerir.

La gravedad de la pobreza revelada resulta sugerente en un país que ha vivido recientemente un capítulo vulgar y repudiable de uso de joyas de alta gama “prestadas” para asistir a ceremonias públicas, algunas de ellas justamente con participación de esos pobres extremos que ahora pululan en zonas urbanas y rurales. Otra burla más en estos tiempos tan difíciles.

La República

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