Entrevista a Romeo Grompone. Investigador principal del Instituto de Estudios Peruanos y docente de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.,Romeo Grompone presentará hoy a las siete de la noche en el Instituto de Estudios Peruanos su libro "Incertidumbres y distancias: El controvertido protagonismo del Estado en el Perú" (IEP, 2016), que reúne una serie de trabajos de académicos de diferentes disciplinas. Una muy buena excusa para conversar con él sobre la actualidad nacional. ¿Por qué se debe seguir escribiendo sobre el Estado? Le cambio la pregunta, ¿por qué no hemos escrito lo suficiente sobre el Estado? No se puede discutir el Estado en el Perú sin una perspectiva comparada, ¿no? Por ejemplo, uno de los ejes del libro es sobre el alcance y los dilemas de las políticas sociales. Siempre el Estado ha intervenido en ellas, pero con una mayor o menor intensidad. El Perú, por ejemplo, es uno de los países de América Latina que menos gasto de su producto bruto asigna al campo social, como educación y salud. Estamos entre los últimos. ¿Y qué impresión general tiene del Estado peruano? No me parece que se pueda hablar de un Estado como una especie unificada, un leviatán que tenga una coherencia manifiesta en sus políticas. En todo caso, el peruano es uno con diversos sectores que no articulan bien y que, a veces, se confrontan. Y eso obliga a una reflexión. ¿Qué problemas principales ve en nuestro Estado? Tiene problemas en su inserción territorial, en sus mecanismos de fiscalización y en los pilares de sus políticas económicas y sociales. Se ha ido volviendo gradualmente más eficiente, pero hay que fijar metas que vayan más allá de la gestión de cada gobierno, por lo menos en asuntos sociales. En aspectos económicos sí ha habido continuidad. En América Latina hubo una oleada con el consenso de Washington de políticas... Neoliberales. Exacto. Luego hubo un avance de opciones de izquierda, de lo que el Perú estuvo al margen. Después se ha visto un repliegue de esa izquierda. Lo que hay ahora, en mi opinión, es una tecnocracia que, a diferencia de un discurso más fundamentalista de años anteriores, entiende que el Estado es el que tiene que regular educación, salud y además fiscalizar. El Fernando Zavala de hace veinte años no es igual al actual. ¿Diría que hoy el Estado está mejor visto que hace veinte años? Hay un giro hacia el Estado que comprende casi todas las orientaciones de opinión, con diferencias, claro. Ha perdido espacio ese discurso fundamentalista de que el mercado lo puede regular todo y el Estado debe ocuparse de tareas mínimas para garantizar el desarrollo económico. Si Zavala ha cambiado, se puede decir lo mismo del presidente Kuczynski. Su discurso en la campaña sorprendió a varios que esperaban una versión más ortodoxa, digamos. Pero no olvide que Kuczynski fue ministro de dos gobiernos de Belaunde, quien más allá de las discrepancias o acuerdos que se pueda tener sobre él tenía un cierto discurso desarrollista, de dotación de servicios básicos, de construcción de infraestructura y de apoyo a los más vulnerables. Que lo haya hecho bien o no es otra cosa. Por eso no sé si Kuczynski haya sido siempre un ortodoxo. Lo que sí, ha sido un hombre de negocios vinculado al capital internacional, y eso es otra cosa. Tiene una especie de ventaja, porque cuenta con el apoyo del empresariado, algo que no tuvieron Toledo ni García ni Humala. Por eso, puede hacer cambios que el sector empresarial acepte. Los empresarios respaldaron a los gobiernos previos. No desde el inicio. Toledo contaba con un partido con cuadros poco capacitados que despertaba temores, García tuvo que sacarse el peso de su primer gobierno y Humala era visto como un presunto transformador que nos podía poner en riesgo, algo que finalmente no ocurrió. Esa nota de desconfianza inicial no la tiene Kuczynski, y por eso para él es mucho más factible decir cosas más heterodoxas. ¿Hacia dónde debería apuntar esta nueva gestión para mejorar nuestro Estado? Eso depende de las convicciones políticas que cada uno pueda tener. Considero que deben hacerse reformas judiciales, electorales y educativas. Y hay que hacer programas mucho más ambiciosos en salud y educación. Esas son mis convicciones (risas) y supongo que, parcialmente, pueden ser las de Kuczynski. El problema es que muchas de esas reformas no se pueden hacer con la oposición del fujimorismo. No creo que a los fujimoristas les interese una reforma judicial ni electoral. ¿Por qué se opondría el fujimorismo a esas reformas? ¿Por interés político? Interés político. El actual sistema electoral lo favorece en la distribución de escaños. Ahora, ¿qué puede hacer el fujimorismo? Ni llevar adelante una oposición radical ni mostrarse demasiado colaborador. Se ha cuestionado que quiera llevar adelante un plan alternativo de gobierno amparándose en su mayoría absoluta en el Congreso. Creo que no puede hacer una guerra de oposición radical con un proyecto alternativo coherente, porque no lo tiene. Más bien, lo veo planteando en estos años una 'guerra de guerrillas', llevando una serie de demandas desperdigadas en temas concretos. De otro lado, no veo al fujimorismo oponiéndose a políticas sociales que puedan contar con el respaldo de las poblaciones de menores ingresos. ¿Considera que estamos presenciando una etapa de fortalecimiento de la izquierda? Sí ha habido un fortalecimiento. Es la segunda bancada del Congreso, claro que con una gran diferencia respecto del fujimorismo. Además se aprecia un sensible rejuvenecimiento de sus cuadros. El problema es si puede tener un liderazgo fuerte y evitar el fraccionamiento. Hay que ver si Verónika Mendoza puede dar ese impulso. Por lo pronto, yo no veo otra figura alternativa en el horizonte.