Es importante que países pobres abran sus mercados pero hay que ser cuidadoso con las virtudes del libre comercio., Una columna reciente que escribí sobre las ambigüedades del comercio (léala aquí: nyti.ms/1Xhp5Cn) fue sorpresiva al menos para algunos lectores que me dijeron: “Creí que la cuestión era que el comercio siempre beneficia a todos”. El economista Brad DeLong publicó en su blog una respuesta concienzuda, sosteniendo que los beneficios verdaderamente importantes de la globalización provienen de la difusión tecnológica, lo que hace que sea una fuerza mucho más positiva de lo que yo sugerí. Solía creer lo mismo pero diría que los economistas, como mínimo, tienen que ser francos sobre las limitaciones. Primero, no surge de los modelos. Tal como lo señala DeLong, “el mapa no es el territorio”, pero las suposiciones sobre dichas cosas son, bueno, suposiciones. Hubo un tiempo cuando todo mundo estaba seguro que la industrialización vía la sustitución de importaciones era la clave para el despegue económico. Después, los países en desarrollo lo probaron masivamente, y los resultados no fueron buenos. Alan Blinder, profesor de economía de Princeton, una vez dijo que casi todos los economistas estarían de acuerdo en la frase publicitaria: “Hurra por el libre comercio”. Pero la aparente autoridad del argumento a favor de la ventaja comparativa termina siendo trasladada, ilegítimamente, a argumentos a favor del comercio que no tienen nada que ver con la ventaja comparativa. Entonces, ¿cómo probaríamos dichos argumentos? Bueno, de cierta forma ya lo hemos hecho. A principios de la década de 1990 había una ortodoxia generalizada en el sentido de que las políticas de desarrollo “orientadas hacia afuera” eran mucho más favorables para el crecimiento que las políticas “orientadas hacia adentro”. Esta creencia tuvo mucho que ver con el rápido crecimiento de las economías asiáticas, que habían seguido un camino orientado a las exportaciones en lugar de la sustitución de importaciones probada por gran parte del mundo en los años 50 y 60. Sin embargo, la pregunta era si se vería una aceleración drástica en el crecimiento en otros lugares, como en Latinoamérica, cuando la política se alejara de un enfoque concentrado hacia el interior. Y la respuesta resultó ser: no tanto. Vea el caso de México, que atravesó un periodo de liberalización comercial radical entre 1985 y 1988 antes de unirse al Tratado Norteamericano de Libre Comercio. El país ha visto una transformación de su economía; pasó de ser una economía que no exportaba mucho más allá de petróleo y turismo a una importante potencia exportadora de manufactura. Y el efecto sobre el desarrollo ha sido … decepcionante. Entonces, yo sostendría que es crucial que los países pobres mantengan abiertos sus mercados. Pero deberíamos ser cuidadosos sobre nuestras afirmaciones con respecto a las virtudes del libre comercio.