Doctor en Derecho por la PUCP. Entre 2002 y 2004 fue profesor en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) de México. Desde 2004 hasta 2011 fue investigador del Instituto Interuniversitario de Estudios de Iberoamérica, Salamanca. Vive en España. ,Cuando, en los ochenta, el Perú se volvió un país invivible, Luis Pásara decidió emigrar y, desde entonces, reside en España. Aun así, se las ha arreglado para estar muy al tanto de la realidad nacional y escribir, cada tanto, libros en torno a temas jurídicos, su especialidad. Esta vez, sin embargo, decidió buscar respuestas sobre ese complejo país en que se ha convertido el Perú en el contrapunto de opiniones de 25 personajes representativos de diversas áreas. Así nació su último libro, ¿Qué país es este? Contrapuntos en torno al Perú y los peruanos (Fondo Editorial de la PUCP) y sobre eso trata esta entrevista. Comenzando por el final: ¿cómo respondería a la pregunta de su libro: “qué país es este”? No hay una respuesta sencilla. Es un país complejo y complicado, que cambia y se redefine al agregar nuevos problemas a viejos problemas no resueltos. Y, luego, la respuesta depende de quién la dé. El libro trae veinticinco puntos de vista que confluyen en algunos puntos y difieren en otros. Los peruanos no compartimos una visión del Perú y eso quizá es la respuesta a qué país es este. ¿La pregunta cliché, aquella de Zavalita ("cuándo se jodió el Perú") ya perdió sentido? La pregunta está desactualizada, especialmente porque el “se” es impersonal y el Perú no se jodió por sí mismo: lo jodieron los peruanos, que somos quienes seguimos jodiéndolo. Quizá habría que reformularla en algo así como: ¿De qué maneras los peruanos jodemos al Perú? Y las respuestas no deberían limitarse a “los otros” que lo joden, como los políticos o delincuentes, sino a nosotros mismos, ciudadanos que con lo que hacemos o dejamos de hacer seguimos jodiéndolo. ¿De qué maneras los peruanos comunes jodemos al Perú? Lo jodemos cuando tiramos la basura en la calle; cuando pasamos por encima de los demás en la cola; cuando al manejar un auto o un micro “cerramos” al otro o no le dejamos paso; cuando no pagamos los impuestos –y nos enorgullecemos de no pagarlos– con los que se podrían hacer obras de beneficio público, tener mejores escuelas y mejor atención de salud; cuando nos atribuimos derechos por encima de los otros; cuando en nuestro comportamiento agredimos a otros y pisoteamos el derecho de los demás. De esas maneras que ocurren cada día, a cada momento, saboteamos la posibilidad de vivir bien juntos, en comunidad. Usted cuenta que uno de los personajes que declinó participar en su libro dijo que lo hacía porque cada día entendía menos al país. ¿Usted lo entiende mejor ahora, tras escribir este libro? Sí. Veo con más claridad los matices y los cambios. Pero consigné la razón de esa negativa, porque creo que no es excepcional. Especialmente los mayores tenemos una menor capacidad para entender el país de hoy. ¿Qué es indispensable para poder entender al Perú? Conocer algo de su historia y reflexionar sobre nuestra propia vida en él, que es algo que hacen varios de los participantes en el libro. Como dice uno de ellos, se necesita pensamiento crítico, dejar de repetir lo que nos dijeron en el colegio o dicen los diarios, arriesgarse a pensar el país por cuenta propia. Pero eso supone querer entenderlo, en vez de refugiarse en el grito de “como el Perú no hay”, que se entiende en un borracho, pero no en un ciudadano consciente. El Perú ha crecido económicamente como pocas veces en su historia, pero pareciera que hay cada vez menos espacio para el optimismo. ¿A qué lo atribuye? El crecimiento económico peruano sorprende en todo el mundo y, sin embargo, salvo entre los peruanos más beneficiados por él, no hay tanto optimismo. Primero, porque hay cosas que no han mejorado: la política y los políticos han empeorado en las últimas décadas, por ejemplo. Segundo, porque, aunque no queramos reconocerlo, tememos que esto que se ha logrado pueda derrumbarse. Y esa no es una sospecha pesimista. Es que en el Perú ha ocurrido varias veces en su historia y aún ahora no hemos construido instituciones que hagan duraderos los logros. El Tribunal Constitucional, por ejemplo; su trayectoria ha sido ejemplar o de vergüenza, según quiénes lo integraron. ¿Pero hay razones para ser optimista en el Perú? ¿Cuáles? El trabajo del libro me ha permitido descubrir algunas, pero probablemente hay más. La primera es que hay gente que, pese a todo, sigue tratando de hacer bien su trabajo, honestamente, sin aceptar venderse. Hay policías, jueces, fiscales, funcionarios, que incluso arriesgan mucho por hacer las cosas como creen que deben hacerse, como saben que se espera que las hagan. La segunda es que hay una raza nueva de empresarios que no solo se interesan en hacer plata pronto, sino que creen que tienen una responsabilidad con el país en el que hacen esa plata y están invirtiendo socialmente, principalmente en mejorar la educación, que es una prioridad. Tercero, porque no todos los jóvenes han sido ganados por el objetivo de ganar dinero y consumir. Las movilizaciones juveniles, que van más allá de los partidos, nos lo demuestran. Con el boom gastronómico se comenzó a hablar de un renacer de la autoestima nacional. ¿Cree que nuestra autoestima ha crecido o, por lo menos, germinado? Ha crecido. El riesgo es que crezca sobre bases endebles. Nuestra cocina es muy buena, pero ni es la mejor del mundo ni, si lo fuera, nos haría un gran país. Pongo otro ejemplo, que es publicitario pero es muy interesante. Siempre se ha hablado de “la belleza de la mujer peruana”. En todos los países se cree que las mujeres de allí son las más bellas. Este año vi en Lima esa publicidad que proclama algo así como: “Mujer, la belleza está en tus logros”. No se trata de buscar que te aprecien por ser bonita sino de que te aprecien por lo que has conseguido. Algo así requiere el país: que se le aprecie por sus logros, no por el lomo saltado. El nosotros en el Perú es muy frágil. ¿Existe el nosotros? ¿Puede llegar a existir? ¿Cómo? El nosotros fue frágil probablemente desde antes de la llegada de Pizarro, cuando los incas enviaban mitimaes a los pueblos conquistados con el propósito de quebrar la identidad local. Nos hemos dejado dividir para que algunos venzan. Si las divisiones son profundas –entre costeños y serranos, blancos y no blancos, ricos y pobres, limeños y provincianos…–, el nosotros es débil o frágil, dura lo que tarda un equipo peruano en perder la posibilidad de ir al Mundial. El nosotros puede llegar a existir, claro; no sé en qué plazo. Se requerirá que algún día los peruanos encuentren que tienen algo importante en común, más allá del ceviche y la selección de fútbol. Si pudiera hablarse de un sentido de la institucionalidad, ¿en qué nivel estamos con relación a América Latina? Es difícil establecer ese tipo de escalas comparativas. Se diría que no tenemos el nivel de Uruguay o Costa Rica; ni siquiera el de Colombia o Chile. Pero estamos mejor que Venezuela, Paraguay y varios otros. No obstante, la precariedad institucional en toda la región hace que un país que creíamos estable, de pronto, se desdibuje. Es lo que ha pasado a partir de la corrupción en Brasil y, en otra escala, en Chile. Al final del libro se describe al peruano como “cortoplacista, insensible, poco solidario”. ¿Cuáles son nuestras virtudes comunes? No sé si comunes, pero sí preponderantes: la dedicación al trabajo y el esfuerzo para progresar creo que distinguen a los peruanos. Y son virtudes que hacen exitosos a muchos peruanos en el extranjero. Usted dice que, en el Perú, las heridas tardan mucho en cicatrizar, si es que cierran: ¿cuál es la herida que nunca ha cicatrizado? Creo que la herida de la colonización no ha terminado de cicatrizar. Todavía sangra un poco la herida que produjo la división entre los españoles y sus descendientes y “la república de indios”. Tampoco la herida de la derrota en la guerra con Chile ha cerrado del todo, aunque cada vez sangra menos. Pero todavía hay quien cree que puede sacar ventaja de plantear algún tipo de revancha contra quienes humillaron al Perú hace más de un siglo. ¿Cicatrizará la herida dejada por Sendero y la guerra interna? Esta es una herida muy fresca y que está lejos de la cicatrización. Dos de los conversadores del libro han afrontado el tema con claridad: mantener como apestados a quienes estuvieron en Sendero y el MRTA –y tuvieron o no condena por eso–, es insostenible en una democracia. Que no se les dé trabajo, que no se les admita en política, que se les arrincone hasta que mueran… ¿Se les preferiría de regreso en la lucha armada? No solo es un asunto de humanidad, sino de cálculo político. Entonces, ¿qué debe pasar para que esa herida cicatrice? Tenemos que aceptar que son peruanos, como los demás, y que, cancelada la lucha armada que tanto daño hizo, tenemos que convivir con ellos. Pero de eso estamos lejos, en parte porque los políticos y medios de comunicación creen sacar provecho, una vez más, de la tarea de enfrentar a los peruanos, unos contra otros. ¿Cómo ve el presente político del Perú, con un Presidente debilitado frente al poder parlamentario del fujimorismo? La condición “debilitada” del Presidente no viene del resultado electoral, que le fue favorable, sino que la está construyendo el propio PPK. Su decisión de no hacer cuestión de confianza de la censura al ministro con mayor reconocimiento por su tarea en la reforma educativa es un error político de larga duración. “Diálogo y no confrontación” con quienes solo buscan debilitarlo para declarar su vacancia o verlo llegar con las justas a las elecciones de 2021 y hacerse del poder, es una apuesta equivocada. Veremos cuánto tarda en llegar la siguiente censura a un ministro. Con el recurso constitucional que tiene PPK en su manos –y no tuvo Fernando Belaunde en su primer gobierno frente a una oposición semejante–, no se entiende por qué ha optado por el camino del debilitamiento que terminará en la esterilidad de su gobierno. Pero hay quienes piensan que, peor aún, Kuczynski podría no terminar su mandato. ¿Qué le sugiere ese escenario? El panorama político está complicándose, no debido a los resultados electorales sino a cómo los están administrando los actores políticos. En cinco meses el Presidente se ha desgastado mediante nombramientos equivocados, declaraciones oscilantes, y una cita en casa de Cipriani que no llevaba a ninguna parte. PPK no tiene brújula y tampoco tiene partido. Incluso hay circunstancias en las que ni siquiera parece tener bancada en el Congreso, tales son las divergencias entre sus integrantes. El Frente Amplio ya estalló como una granada, con lo cual se ha negado a sí mismo un papel relevante en el escenario. En medio de la confusión, lo único claro es que el fujimorismo tiene un enorme apetito de llegar al poder lo más pronto. Es probable que no se resigne a esperar hasta el 2021 y pretenda declarar la vacancia de la presidencia. Si eso ocurriera, creo que el país entraría en trompo y podría perderse lo ganado. ¿Hay algo que le sorprende del Perú cada vez que vuelve? Muchas cosas sorprenden, pero acaso la mayor sea qué poco aprendemos de nuestra trayectoria como país y cómo insistimos en viejos errores. Sorprende y desalienta.